EDITORIAL
Un acuerdo que desafía a todos
Guatemala ha dado un paso importante esta semana en la defensa del ambiente, con la firma del acuerdo del Pacto Ambiental 2016-2020, que podría marcar un verdadero cambio para futuras generaciones. Ciertamente, el cuidado del entorno no ha estado dentro de las prioridades de muchos guatemaltecos, y más que marcos legales serán necesarios muchos otros recursos para implementar campañas educativas, a fin de hacer que la mayoría de la población se sume a ese esfuerzo de cuidado y conservación de nuestra deteriorada naturaleza.
Pero quizás la labor más importante está en manos de las autoridades, que a todo nivel tendrán la posibilidad de implementar medidas y campañas para que ese pacto pueda ser viable. Empezando porque existen muchos alcaldes que han sido los principales violadores de principios elementales de preservación, aunque también ocurre cuando no se aplican las reglas debidas en todo tipo de construcciones, respecto del manejo de desechos o en lo relativo a la deforestación, que se torna inclemente, como se puede observar en grandes zonas de la ciudad.
Es importante indicar que ni siquiera las autoridades hacen lo que debieran para que se respeten leyes elementales, como se puede comprobar con el Lago de Amatitlán, cuya agonía permite señalar a empresarios, vecinos y autoridades que no han sido capaces de detener el vertedero de desechos, aguas servidas y químicos que virtualmente han envenenado ese cuerpo de agua. Han transcurrido años para que llegara al estado en que se encuentra y poco se ha hecho, pese al triste espectáculo que ofrece y sus negativos efectos para el turismo.
Otro triste ejemplo es el Lago de Atitlán, que, aunque en menor nivel, también presenta un deplorable cuadro de contaminación y en el esfuerzo de saneamiento están comprometidas la mayoría de municipalidades de Sololá, cuya geografía contribuye a que cualquier desecho termine en ese reservorio de agua. Este lecho lacustre constituye la mejor muestra de la necesaria batalla que se debe dar para su rescate, porque cualquier fracaso se traducirá en un duro revés para la economía de miles de lugareños que encuentran en el turismo una fuente de recursos.
Son dos evidencias cercanas de lo que le espera al país en cuanto a darle cumplimiento a este nuevo pacto ambiental, y no se debe olvidar que nuestro territorio está ubicado en una zona del mundo que lo hace más vulnerable. Esta fragilidad que se expone ante al concierto de naciones hace a la vez necesario que se cumplan los acuerdos, pues buena parte de recursos del exterior podrían llegar si se nota un genuino cambio.
En alguna parte de lo acordado debe quedar claramente establecido un compromiso por eliminar fuentes de contaminación inconcebibles, como el humo que expelen muchos autobuses que transitan por la capital y que ya no están en condiciones de circular, ni mucho menos que estos constituyan una fuente de corrupción, como hasta ahora ha ocurrido. Si estas tareas no se emprenden con responsabilidad, cualquier esfuerzo se quedará en letra muerta.