CATALEJO

Un centenario muy especial para mí

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Hoy se cumplen cien años del nacimiento de mi padre, Mario Sandoval Figueroa, hijo del ingeniero Lisandro Sandoval Chinchilla y de Ángela Figueroa. Cuatro meses después, la ciudad de Guatemala fue destruida por los terremotos de la Navidad de 1918, y por ello durante su existencia le tocó vivir tres movimientos telúricos fuertes, ese (aunque por supuesto no lo experimentó; el de 1942 y luego el del 4 de febrero de 1976. A causa de la afición paterna literaria y filológica, por ser el autor del Diccionario de Guatemaltequismos y el de Raíces Griegas y Latinas y de otros idiomas, pronto se interesó en la literatura, la música clásica y cuando apenas frisaba la tercera década ingresó al periodismo.

No sé si era un poeta convertido en periodista, o al revés, pero para él, el periodista mata al poeta y al novelista. De cultura clásica, por él conocí a Lorca, Neruda, Batres Montúfar, pero también a Bach, Beethoven, Debussy, Tchaikowsky y muchos más. Admiré sus poesías, casi todas sonetos, sobre los temas amor, religión y familia, así como su calidad de fotógrafo especializado en flores, imágenes religiosas y retratos de amigos y familiares. Pronto me di cuenta de ser yo nada más un periodista, con el entretenimiento de interpretar piano, y guitarra, lo cual él no hacía. No era perfecto, pero sí un gran hombre y sobre todo cuando maduré un poco aproveché las conversaciones con él, todas de primer orden.

Tenía memoria prodigiosa y por ello recordaba con detalle hechos históricos de los cuales fue testigo presencial, sobre todo en el Congreso inmediatamente posterior a la Revolución de Octubre de 1944, en la cual participó en forma directa, junto con miles de jóvenes nacidos entre 1918 y 1930. Se retiró en 1980 de la gerencia general de Prensa Libre, luego de haber sido antes reportero y jefe de redacción. Gracias a su acuciosidad, esa etapa fue la mejor de este periódico en el tema de la corrección lingüística, pero también ayudaba la calidad de la escuela pública en esos tiempos. Sus últimos cuatro años los pasó tranquilo, recibiendo la visita de su bisnieta y de sus dos nietas Ortiz, así como la de los Sandoval Ruiz y Tabarini Sandoval.

Logró ver algo de los avances tecnológicos actuales y se preocupaba por el riesgo del anonimato, así como de las barbaridades escritas por pereza de no escribir bien. Afianzó su fe religiosa, sobre todo durante los cinco años pasados desde cuando mi madre nos dejó para siempre. Y hablaba de la muerte con naturalidad enorme, por lo cual cuando llegó para llevárselo la recibió muy tranquilo. Cuando el fin era evidente, con María Eugenia pusimos su cana cabeza en mi pecho y pocos minutos después, mientras recitaba, cerró sus ojos para siempre. Siempre fue para mí una fuente de sabio consejo personal y también profesional. A este respecto, los temas preferidos eran la obligación de dar a los ciudadanos la verdad obtenida del trabajo periodístico.

Vale la pena, creo, señalar los beneficios del periodismo. Es difícil porque influyen los criterios personales del periodista, así como las presiones directas o indirectas de los afectados. La guerra desatada en Guatemala contra la prensa en cualquiera de sus manifestaciones ojalá no sea larga. De mi padre aprendí a actuar de esa manera y lo seguiré haciendo mientras pueda, porque me heredó un nombre limpio y yo hice lo mismo con mi compañera de vida, mis hijos, mis nueras y mis nietos. Quienes me preguntan por qué actúo así les respondo: no podría ser de otra manera. Me he equivocado, por supuesto, pero nunca con mala intención. Mi familia tiene un siglo de hacerlo y lo harán mis descendientes por otros siglos.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.