LA ERA DEL FAUNO
Un chat de gente “especial” que además toma fotos preciosas
Cuentan que allá en Kandajistán hay un chat en el que todos los integrantes son especiales. Entre los del grupo se elogian y se envían bendiciones, los tres tiempos. Bendiciones, se dicen al amanecer. Kandajistán es desordenado y pobre, pero cuelgan un bello paisaje nórdico, alemán o chino. Buen provecho, se dicen al mediodía, bendiciones; y por las noches, se envían fotos de los platos que se comen, para cerrar con una alabanza nocturna.
Son buenas gentes, todos. Un amigo mío —de allá de Kandajistán— me cuenta que osó escribir en su grupo de WhatsApp: “Hola, ¿es aquí donde todos somos lindos, especiales y nos enviamos bendiciones?” El sarcasmo le costó el silencio. Ni siquiera le respondieron con caritas, con algún emoticón enfadado o uno con lagrimones, nada. La indiferencia es castigadora en los chats de Kandajistán.
Hubo reacciones porque mi amigo no había ofendido a unos amigos, sino vituperado su ramillete de bendiciones. Así lo interpretaron. En vez de tomárselo a broma, pensaron: “¿Quiénes hacen eso?, ¿quiénes son capaces de adversar una bendición? Pues los comunistas. Ya se ve, eso confirma las ideas de ese tipo. Tan especial que era, lástima”.
El resultado fue la proscripción. Si bien no lo echaron del grupo, hicieron otro en el que no lo incluyeron y ya solo le enviaban datos de actividades, videos de herramientas y repuestos, cosas frías. Pues aquel chat había sido creado para un grupo de electricistas, gente ruda de Kandajistán que poco a poco se había convertido en ejemplo de dicha, felicidad, con lindos niños, memes de perros, videos de mujeres en biquini; hombres en moto que se caen; bebés que vomitan; fotos de los peques con pastel en la cara; de los Reyes Magos siguiendo una estrella; citas famosas; videos con mensajes anticomunistas y otros anuncios bien entretenidos. Sin faltar, por supuesto, la bendición de madrugada, a mediodía y nocturna.
De todo eso quedó excluido mi amigo de Kandajistán. Nunca pensó que preguntar si ese era el chat de los perfectos, dulces y especiales que envían fotos bonitas le costaría la proscripción. De hecho, ya venía de varios grupos WhatsApp de mamás, de papás, de obreros, artistas, mecánicos, escritores, y en todos había encontrado lo mismo. Ni lo creerán, pero su otro grupo centroamericano de cuentacuentos parecía facsímil del grupo de amigos del veterinario. De chat en chat, formaba parte de ese maravilloso mundo de personas especiales muy distintas a las que no tienen chats y que, seguramente, son de malas costumbres.
Puede ser, sin embargo, que personas como ese electricista que les cuento —que ya mero borro también de mi lista de amigos porque osó ser sarcástico en aquel grupo— ha de ser ateo, hijo de Mao; pro-Fidel Funes, pro-Fidel Castro; hijo de esa mezcolanza malsana que nos trae el socialismo. Puede que se trate de alguien con boca para hablar, dedos para escribir y cabeza para opinar, nada más, entonces, que mejor ingrese a un chat de filósofos donde harán lo mismo y peor, pero nivel divinidades, en vez de venir a molestar a estos espacios de armonía.
La verdad, también había estado en chateos latinoamericanos de porquerías, digo, de comunicadores que se envían los platillos típicos de sus países, la Pachamama diaria, la bendición occidental y unos mantras con imágenes de un buda de piedra y música para veganos. Todo lindo.
Si lo ven por ahí, a mi amigo de Kandajistán, ni le pregunten su teléfono para incluirlo en un chat porque terminará siendo el molesto del grupo; ya se sabe, con esa gente insolente hay que tener cuidado, mucho cuidado.
@juanlemus9