CATALEJO
Un futuro realista de paz en Colombia
LOS ACONTECIMIENTOS están ocurriendo a velocidad muy rápida en Colombia. Pasada la sorpresa del resultado, es necesario hacer un recuento de hechos, a fin de poder pensar de manera realista en el futuro inmediato y mediato de un proceso de paz necesario, sobre todo porque la continuación de la guerra ya constituye un hecho en contrapelo de la Historia. Al hablar de perdedor, este criterio se le puede endilgar a Raúl Castro, porque aun con la evidente realidad del porcentaje de ausentismo y la mínima cantidad de votos causantes de la diferencia entre el Sí y el No, se trata de un directo mensaje popular, evidentemente para dar la espalda al castrismo, por décadas autodenominado el gran defensor de las causas de la mayoría.
EL RESULTADO AFECTA también al presidente Santos y al expresidente Uribe, otrora integrantes de un divorciado matrimonio político. En los hombros de ambos cae la responsabilidad de actuar con base a nuevos criterios, o a cambios sutiles o profundos de los ya empleados. El gran riesgo se encarna en la manera como la dirigencia guerrillera reaccionará si se mantienen el criterio actual de una aplicación eminentemente jurídica y constitucional al respecto de otorgarle impunidad o no a quienes durante décadas fueron muy crueles, por decir lo mínimo. Acéptese o no, el hecho tiene un claro elemento político, en el cual se debe poner en la balanza si es posible negociar ese perdón a cambio de importantes concesiones del abortado acuerdo.
AUN LAS PERSONAS DE CLARO pensamiento de izquierda ideológica coinciden en calificar de exageradas las prebendas para la guerrilla, no solo la impunidad sino la obtención de curules sin el paso previo de una participación electoral. La guerrilla tiene claro lo obvio: es imposible llegar a la lucha política tradicional si no se les otorga esa concesión. Las elecciones significarían el velorio del futuro partido político creado por sus integrantes. Pero a esto se debe agregar el segundo factor más contraproducente: informar al mundo no solo el monto de su fuerza económica, calculada en varios miles de millones de dólares, y la manera como es el fruto de su relación con el sanguinario negocio del narcotráfico en cualquiera de sus formas.
ESTA MANERA DE VER LAS cosas puede ser considerada irrealizable, pero considera la nueva realidad derivada de la consulta popular del domingo anterior. No puede quedar en el tintero el factor de la extensión geográfica en la cual la guerrilla ha tenido participación con el narcocultivo y sus derivados. Colombia es un país grande, equivalente o un poco superior en extensión al istmo centroamericano, pero aun así su unidad geográfica no puede quedar de hecho dividida con una zona donde, en nombre de la paz, la narcoactividad continúe sin cambios. Tampoco se puede hablar seriamente de paz si no se intenta al menos solucionar el narcotráfico, tema de efectos devastadores en todos los países afectados, entre ellos Guatemala y México.
ES POSIBLE PREVER UNA ACCIÓN directa de la Organización de las Naciones Unidas, lo cual le otorga un nuevo aire al proceso, siempre y cuando se mantenga el cese de fuego. Cuba ya tiene la salida para dejar el papel de país pacificador, porque su realidad económica comienza a sentir los efectos de la victoria de los Castro sobre Estados Unidos, lograda sin otorgar concesiones. Pese a todas estas consideraciones, sería casi suicida descartar la posibilidad del reinicio de la guerra, tan cercano como el 30 de octubre, cuando termina el cese de fuego. Este factor es el más difícil tanto para Santos como para Uribe: la población mayoritaria ausente del plebiscito se pronunció contra todos los actores de este largo y ya anacrónico drama.