Un plan con futuro

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Nos costó una década de sacrificio, pero cambiamos de rumbo.

La violencia bajó a una fracción de los niveles de los 90. Al mejorar la seguridad, volvieron las inversiones y el crecimiento. Nuestros jóvenes dejaron de ver  la emigración como la única salida.

¿Funcionaría un plan similar en el Triángulo del Norte? La semana pasada, los presidentes de El Salvador, Guatemala y Honduras reclamaron más apoyo internacional para atacar las causas de esta crisis.

Los escépticos dirán que el Plan Colombia gozó de un consenso político hoy casi impensable en Washington. Otros señalarán las complicaciones de coordinar tareas con tres gobiernos.

Pero en mis conversaciones con los presidentes centroamericanos, antes de que se reunieran con el presidente Obama, comprobé que están decididos a colaborar en una iniciativa conjunta creíble, verificable y factible.

La credibilidad dependerá de que los centroamericanos vean reflejadas sus propias prioridades: generar empleo, mejorar la educación y construir instituciones capaces de imponerse a la violencia y la impunidad.

El impacto del plan será verificable si los gobiernos adoptan compromisos públicos con metas claras y plazos que vayan más allá de un mandato presidencial. Sólo así conseguirán convencer a donantes extranjeros y a sus propios ciudadanos de que los fondos serán utilizados transparentemente.

Por último, el plan será factible si todos asumen su cuota de responsabilidad. Para los políticos estadounidenses, involucraría prestarle atención al general John Kelly, jefe del Comando Sur, para quien la violencia en el Triángulo del Norte se debe “directa o indirectamente a la insaciable demanda de drogas en los Estados Unidos”.

La paradoja es que a Washington le costaría menos ayudar a sus vecinos a convertirse en países más estables que lo que le costará lidiar con esta crisis. La universidad más cara en Honduras cuesta US$6 mil 500  al año. Una décima parte de lo que le cuesta albergar a un menor en un centro de detención.

Inicialmente, el Plan Colombia fue tachado de costoso y poco realista. Pero subestimaron nuestro sueño de forjar un país donde vale la pena vivir. La ayuda externa nos demostró que el mundo también creía en nosotros.

*Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

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