EDITORIAL

Una enseñanza nueva y dolorosa

Lo ocurrido en el volcán Acatenango el pasado fin de semana es un episodio trágico, sumamente doloroso, que debe llamar a la reflexión de las autoridades locales, nacionales y cuerpos de socorro, para evitar que se repita, sobre todo cuando de por medio pudo haber existido mucha improvisación.

La mayoría de las tragedias ocurren por razones en las que el factor humano juega un papel relevante, como parece haber sucedido en esta ocasión, donde circunstancias climáticas poco previstas se confabularon para provocar una pesadilla que ahora enluta a los familiares de los seis excursionistas que perdieron la vida en el volcán.

Una primera lección urgente y de la cual muchas personas no parecen tener pleno conocimiento se refiere a que es muy importante tomar en cuenta las condiciones climáticas, y esto, aunque parece obvio, por desgracia es una de las primeras medidas que se ignoran. Cuando ocurren descensos bruscos de temperatura en un terreno agreste, pueden convertirse en factores de muerte cuando se combinan con otras circunstancias.

Quizá muchas de las personas que el fin de semana subieron ese y otros volcanes no creyeron que el frente frío que estaba por ingresar al país pudiera ser tan drástico, como efectivamente sucedió, y eso, además de los tres mil metros sobre el nivel del mar que hay que escalar, se convierte en un reto mucho más crítico. Las mismas autoridades del centro nacional de pronósticos deben ser mucho más cuidadosas cuando tienen la previsión de un cambio de clima que podría acarrear mayores riesgos.

A esa brusca variación climática se unió la posible inexperiencia de los escaladores y la falta de personas que tuvieran más experiencia para conducir a grupos de excursionistas. Esto, a su vez, plantea la necesidad de que existan centros de información en las cercanías de lugares como el volcán Acatenango, a donde constantemente se dirigen numerosos visitantes.

Los guatemaltecos en general mantienen la creencia de la estabilidad climática en la mayor parte del país, y eso tiende a confundir a quienes no han pasado por temperaturas extremas, como ocurre en otros países. El grupo tal vez tampoco tuvo noción de que la temperatura estaba varios grados bajo cero, factor de fatalidad si no se cuenta con el equipo y la preparación adecuada, ni con la ayuda de un guía.

El estado de ánimo, por su parte, pudo haber sido el factor desencadenante de esta dolorosa tragedia, pues, como han relatado otros excursionistas que pasaron la noche en la cima del volcán, la prudencia y el conocimiento de otros acompañantes permitió que la siniestralidad no fuera mayor, pues en condiciones precarias lograron pasar la noche en medio de un clima congelante pero les fue posible regresar en condiciones menos desfavorables.

Este tan triste suceso debe servir para establecer mecanismos más certeros de información y de prevención para los miles de excursionistas que se aventuran a subir los volcanes del país. Se debe evitar que se repitan tragedias como esta, en la que se perdieron valiosas vidas de jóvenes, y por ello con esperanzas de un futuro provisorio.

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