CON OTRA MIRADA
Una historia personal
Este mes de junio es particularmente significativo para mí, pues se cumplieron 40 años de cuando tomé posesión del cargo de Conservador de la Ciudad (de La Antigua Guatemala), hecho que cambió mi vida, profesional y personal.
Corría el año 1978 y los estragos de los terremotos del 4 y 6 de febrero de 1976 todavía eran herida abierta, incluyendo los daños al patrimonio cultural de la Nación. A finales de ese año regresé a Guatemala después de haber concluido intensos estudios sobre Conservación de Arquitectura, impartidos en el ICCROM (International Centre for the Study of the Preservation and the Restauration of Cultual Property); curso que representó la culminación de un proceso de formación profesional a través del que aprendí a ver el mundo de otra manera, a reconocer la importancia de la obra edificada a lo largo de la historia y respetar la mente de sus creadores.
Guatemala hacía esfuerzos por reparar los daños. Mi colega y amigo José Asturias Rudeke había sido seleccionado para restaurar y reestructurar la Catedral Metropolitana, trabajo que haría junto a la empresa Europe Etudes Francia y México Ingenieros Consultores, y SECSA-Guatemala. Me invitó a participar como residente de obra, haciendo levantamientos arquitectónicos, dirigiendo su dibujo y proponer trabajos de reparación de acabados. Participar con tal grupo interdisciplinario de expertos, fue enriquecedor, oportunidad que aproveché para compartir con viejos profesores y colegas, entonces a cargo de la conservación de La Antigua Guatemala.
En los primeros meses de 1978, Roberto Ogarrio, Conservador de la Ciudad, renunció. Fue publicada la convocatoria para el concurso nacional abierto por oposición para tan importante cargo. Con apenas 31 años de edad, veía poco probable ser electo, pero si no lo intentaba, las probabilidades eran nulas, así que participé y fui escogido. Tomé posesión el 1 de junio de 1978.
En el acta de toma de posesión de aquel día quedó registrada la parte de mi discurso de aceptación del cargo “… haciendo notar que uno de mis propósitos era obtener los más eficientes logros al menor costo posible, manteniendo las mejores relaciones con el pueblo y las autoridades, debiendo todos y cada uno de los empleados, rendir el máximo de su capacidad”.
Mis propósitos y expectativas fueron satisfechos. Mediante la integración de un buen equipo profesional, técnico, científico, administrativo y personal de campo se hicieron las más importantes intervenciones en los monumentos, muebles e inmuebles en esta ciudad. Establecí vínculos con la comunidad y sus autoridades, y el personal sin ninguna limitación, rindió el máximo de su capacidad. Administrativamente éramos apenas 30 trabajadores, y el personal de campo sumaba 50.
El gusto duró poco. En junio de 1985, el presidente del Consejo logró destituir a los miembros nombrados por el Ministerio de Cultura y las facultades de Arquitectura y Humanidades, alcanzando el poder y destituyéndome de inmediato. Su objetivo, controlar su limitado pero deseado presupuesto. La muerte se lo impidió; pero el daño ya estaba hecho y la institución empezó a declinar.
Una debilidad para mi administración fue la falta de apoyo cívico. A partir de 1987 logré estimular y desarrollar satisfactoriamente la creación de grupos de vecinos, con formación e interés en términos de conservación y desarrollo, que hoy tienen incidencia profesional y política en la comunidad.
Hoy, los retos son otros, y en este mes de aniversario y celebración hago votos porque el entusiasmo personal y de grupo no desmaye, pues La Antigua Guatemala es muy valiosa como para desistir.
jmmaganajuarez@gmail.com