Vencer la indiferencia
puesto que venimos de la gestación en amor de dos seres humanos, nuestros padres, y nos rodeamos en el seno del hogar con hermanos, tíos, abuelos, primos y un largo etcétera, esta obviedad luce pasarse por alto y a veces en esta moderna forma de vivir se nos olvida incluso de dónde venimos, y con ello, el respeto y la sana relación familiar que a la larga, amenaza en convertir a la familia en un ente más desechable y poco valorado. ¡Peligroso!, ¿no le parece?
A propósito de las fiestas navideñas y de año nuevo recién disfrutadas, hemos de buscar que la conversación interior sostenida con nuestra conciencia prolongue sus efectos y profundice en nosotros nuevos sentimientos que busquen una relación plena, misma que se encuentra en parte en aquella vieja sentencia bíblica que ilustra lo que han dado en llamar: la otredad. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.
Es obvio que hoy nos amamos muy poco, a pesar de la vida egoísta que peca de hedonismo narcisista en muchos casos. Al amarnos poco, metidos en un egoísmo a ultranza, en esa medida valoramos al otro y, peor aún, en esa medida valoramos a Dios, sin darnos cuenta de la perfecta ecuación que para el cristiano se plantea en esta hermosa sentencia: amarás a tu Dios y amarás a tu prójimo como a ti mismo. ¿Cuál es la medida? El amor hacia ti mismo.
Pero, ¿qué es la otredad? Hemos de entenderla como la parte integral de la comprensión de su persona como un todo, ya que somos cada uno de nosotros mismos, los que asumimos un rol en relación con el “otro” como parte de un proceso de reacción. El otro, los otros, el nosotros no le son indiferentes, sino parte de su propia existencia y, por tanto, su nivel de bienestar y bienser son parte de él mismo.
La antropología social y cultural, considerada como disciplina científica a mediados del siglo XIX, postuló el estudio del “nosotros” y el “otro”, que no es sino el reflejo del yo en el otro, es decir, la importancia que tiene la existencia ajena para lograr la articulación de la propia. En un sentido filosófico más profundo: la libertad.
Diversos pensadores enfocan la comprensión de la existencia misma de su persona, vista desde la mirada del prójimo. La mirada como centro de reflexiones para descubrir en ella la presencia del prójimo. Hecho tan cotidiano e invisible que suele ser significativo.
Para muchos, luce como que todos los días suelen ser “iguales”. Cruzamos camino con personas desconocidas, los rostros parecen ajenos, los rasgos quizá no, aunque su vida o su muerte, su condición en general, nos resulta indiferente hasta la indolencia y profunda indiferencia. La mirada al otro, en cambio, puede establecer una relación de empatía, simpatía, rechazo, aborrecimiento o el discreto encanto de una relación humana amorosa. La frase “tengo vergüenza ajena” denota la otredad en la vida diaria. Piénselo, no sea indiferente hacia los otros.
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