SI ME PERMITE

Vivamos responsablemente en nuestro mundo

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“Primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales”. Víctor Hugo

Cuando alguna vez hemos tenido que cruzar o habitar en un desierto, valoramos en toda su dimensión la vegetación y la vida que nos rodea, pero viendo cómo nuestro planeta está perdiendo mucho de su hábitat natural de bosques y plantas no sería extraño que la mayoría de nuestro derredor llegue a ser un desierto.

Cuando llega cada 5 de junio se habla en forma más puntual del Día del Medio Ambiente. Esto es positivo y educador para los que no somos conscientes de lo que el entorno implica, y todo lo que de esto deriva, y por consiguiente nos compromete. Sin embargo, este día debería ser no tanto de celebración, sino de evaluación de cuánto hemos perdido o ganado en el cuidado del medio ambiente.

Esta evaluación debe ser fundada en el reconocimiento de que los únicos responsables por el estado de nuestro planeta son sus habitantes y nadie más. Estos habitantes incluyen su persona y la mía, y todos aquellos que nos rodean en nuestro diario vivir. Elementos de gusto o interés son los que determinan si cultivamos una planta o la eliminamos porque tenemos nuestros planes, y no queremos que nadie nos impida alcanzarlos.

Si nosotros fuéramos la última generación en este planeta, aun así no justifica el daño que dejamos, porque simplemente estamos dejando plasmado nuestro interés egoísta y no el bien de todos, que es el que al fin y al cabo vale.

Considerando que hay una verdad de que otras generaciones vienen después de nosotros, dejemos un planeta sabiamente cuidado y responsablemente administrado para que nos recuerden como humanos dignos y no de otro modo más desagradable.

Muchas veces se sabe de proyectos grandiosos para el cuidado de nuestro medio ambiente, pero nos olvidamos de que todo se inicia con los detalles más mínimos.

Para ejemplificar lo anterior es muy ilustrativo hablar sobre el cuidado del agua, para que esta no se contamine y no se desperdicie, ya que tarde o temprano nos quedaremos sin ese líquido, vital para nuestra existencia.

Pero ¿qué diría si cuando se está planteando esto con una retórica del máximo lujo, en la casa hay una gotera a la que no se le ha prestado atención? Es verdad que “gota a gota el agua se agota”, un dicho muy escuchado pero muy poco practicado.

Hace años conocí a alguien que mucho de su tiempo lo dedicó a asuntos ecológicos, y era frecuentemente invitado para presentar pláticas, que personalmente consideré muy atinadas y bien aceptadas.

En una ocasión, cuando nos encontrábamos en su casa, surgió una discusión con su esposa en el momento en que él se estaba lavando las manos.

Lo interesante de la situación es que durante el tiempo que duró su alegato con su pareja, el chorro de agua estaba corriendo y el líquido, siendo desperdiciado. Qué triste contraste, el cual vivimos y no nos percatamos.

Si nuestro planeta habrá de ser librado de una catástrofe en este entorno, que el mismo ser humano está generando, no será con discursos o publicidad que lo salvaremos, sino del cuidado personal de cada uno de nosotros en lo que diariamente estamos haciendo.

Y como un paso adicional, debemos velar no solo por hacer las cosas bien, sino recordarle al prójimo que tenemos cerca de nosotros que tiene que ser cada día cuidadoso con lo que está haciendo, con lo que todavía tenemos, y no hablar tanto de lo que ya hemos perdido.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.