Al iniciar su mandato Bukele gozaba de una amplia mayoría en el Congreso, pero varias de sus medidas se habían topado con la denegación de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.
Pero desde el 1 de mayo de mayo del año pasado las cosas cambiaron. El Legislativo, aliado a Bukele, destituyó a los cinco magistrados de dicha sala y de paso también relevó al fiscal general de la nación, en un movimiento calificado por críticos, de inconstitucional y hasta un golpe de Estado, porque los jueces nombrados son afines al mandatario.
Por si quedaba duda, en septiembre del 2021, estos magistrados resolvieron que un gobernante puede reelegirse con lo que abrieron las puertas por primera vez en décadas para que un presidente en el cargo pueda repetir de manera continua.
Qué dice la ley
El artículo 152 de la Constitución de El Salvador dice que no podrán ser candidatos a este cargo “el que haya desempeñado la Presidencia de la República por más de seis meses, consecutivos o no, durante el período inmediato anterior, o dentro de los últimos seis meses anteriores al inicio del período presidencial”.
Esta prohibición había sido reafirmada en una resolución de la Sala de lo Constitucional del 2014, pero el año pasado los magistrados nombrados por el Congreso de Bukele, argumentaron que hubo un error de interpretación y que la prohibición a que se refiere la Carta Magna es al periodo de gobierno anterior al que Buekele empezó.
Lo ocurrido en El Salvador no es nuevo. Se ha visto en países como Venezuela, Nicaragua y Honduras, donde los mandatarios se han prolongado en el poder luego de polémicas resoluciones judiciales que ignoran los preceptos constituciones.
Varios especialistas coinciden en que estos países tienen la característica de poblaciones históricamente abandonadas por el Estado, elevados índices de pobreza, desnutrición y violencia, entre otros males.
Esto es aprovechado por personajes populistas que implementan acciones en favor de estas clases desposeídas y se ganan su apoyo, como parte un plan para ganarse la simpatía popular y luego afianzarse en el poder.
En la pandemia, el Gobierno de El Salvador otorgó US$300 a las familias, alimentos, computadoras a los hijos, agilizó la compra de vacunas para luego empezar su guerra contra las pandillas.
“Todo eso es el aliciente para que la población que ha sido golpeada históricamente apoye este tipo de régimen”, aunque esto represente flagrantes violaciones a la Constitución, expuso Eduardo Escobar, analista político salvadoreño.
Subrayó que este amplio segmento de la sociedad se siente agradecida por estas “medidas populistas”, ya que aparte de sus precarias condiciones de vida es una población desinformada, apática de la política y con una idea equivocada de la democracia.
Influencia
Estas acciones no pasan desapercibidas para los países vecinos de El Salvador, como Guatemala, que enfrenta iguales, si no es que peores rezagos sociales, con tasas de pobreza que se acercan al 70 por ciento y con la mitad de su niñez que sufre desnutrición crónica.
Estos pueblos, a los cuales se les ha vendido la idea de que han vivido en democracia, son presa ideal para el populismo, señala Escobar.
“Esta película ya se vio en Nicaragua y Venezuela. Hay un manual de autoritarismo que Bukele sigue al pie de la letra, repitiendo lo que hizo Daniel Ortega, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Parece un dominó en el que va cayendo un país tras otro”, añadió.
Al hablar de las repercusiones regionales, Escobar dijo que lo que pasa en El Salvador es un “mal ejemplo para la región” que podría acentuar la idea en los políticos autoritarios de que es posible emprender un proyecto sin consecuencias, o al menos con más beneficios que costos.
“Así nacen las dictaduras”, remarcó Aldo Bonilla, internacionalista y catedrático universitario, al recordar que Rafael Carrera, después de haber sido jefe de Estado en 1844, regresó e implantó una dictadura legal más no legítima que duró 14 años.
Subrayó que lo mismo pasó con Jorge Ubico que contó con un “Congreso coludido” que manifestaba el “interés general” de que aquel siguiera en el cargo, así también pasaron 14 años.
“La democracia, por ser la tiranía de las mayorías, tiene muchas imperfecciones, una de esas es, justamente la que se ve en El Salvador, un presidente con un altísimo porcentaje de aceptación popular, sin embargo, una Constitución que procura rechazar la reelección en períodos continuos”, explicó.
Bonilla precisó que es necesario actualizar la constitución de estos países de cara a los intereses de la mayoría, a la vez cree, lo ocurrido con Bukele es un síntoma de la crisis que atraviesan los sistemas democráticos en la región.
Democracia en retroceso
Para Daphne Posadas, licenciada en Relaciones Internacionales, Bukele ha dado muestras de pasar por alto principios fundamentales como la separación de poderes y el estado de Derecho, por lo cual el anuncio de su reelección “es otra evidencia” de cómo se pasa de esos límites.
Señaló que, de Centroamérica, solo Costa Rica y Panamá cumplen con las características de democracia, y que países como El Salvador y Guatemala cuentan con modelos híbridos.
Este retroceso de la democracia “sin duda alguna pone en peligro los derechos individuales, las libertades de expresión, reunión y de prensa en toda la región”, advirtió.
El riesgo es que, al sentir la población que sus necesidades elementales no las puede satisfacer el sistema democrático, esté disputa a aceptar a un gobernante autoritario.
“La sociedad podría preferir a alguien que no fuera democrático si le garantiza que si sube al bus no lo van a asaltará o que el sueldo le alcanzará para cubrir la canasta básica”, indicó José Alfredo Calderón, historiador y analista político.
El politólogo Álvaro Pop coincide en que el fracaso de la democracia como un sistema que sea capaz de satisfacer las necesidades básicas puede impulsar a la sociedad a buscar un cambio, desde modelos ancestrales que ya funcionan en muchas partes del mundo hasta aquellos “que toman posesión de los mecanismos de autoridad”.
No obstante, reconoce que el declive de la democracia guatemalteca también pasa porque el sistema se ha visto copado por el poder militar o económico y “en la medida que las autoridades democráticamente electas son coaccionadas se pierde el sentido de la democracia”.
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