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¿Quién detiene a un ‘malo con un arma’?

¿Qué participación deberían tener la policía y los transeúntes en los ataques de los tiradores activos y qué maniobras serían mejores para detener la violencia?  

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El tiroteo en Texas demostró los problemas de una respuesta errónea.

El tiroteo en Texas demostró los problemas de una respuesta errónea. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

La retardada respuesta de la policía ante el tiroteo en una escuela de Uvalde, Texas, y la muerte de un guardia de seguridad armado durante un ataque en un supermercado de Búfalo, Nueva York, el mes pasado han dado lugar a un nuevo análisis de un debate permanente (y exclusivamente estadounidense): ¿Qué participación deberían tener la policía y los transeúntes en los ataques de los tiradores activos y qué maniobras serían mejores para detener la violencia?

Este debate ha llegado al Capitolio y los legisladores están planteando una legislación relacionada con la seguridad en materia de armas que considere aumentar los fondos dedicados a la atención de la salud mental, la seguridad en las escuelas y otras medidas destinadas a que las armas estén lejos del alcance de gente peligrosa. “Para detener a las personas malas con armas se necesitan personas buenas con armas”, propuso, a raíz del tiroteo de Uvalde, el senador republicano de Texas, Ted Cruz, con lo cual se suma a muchos otros que han defendido a través de los años el derecho a poseer armas.

Los investigadores que estudian los casos de tiradores activos afirman que tal vez no sea fácil sacar conclusiones políticas generales a partir de episodios aislados, pero el análisis de los datos de dos décadas de ataques señala patrones sobre la manera en que estos se desarrollan y lo difícil que es detenerlos cuando ya han comenzado.

Del año 2000 a 2021, hubo en Estados Unidos al menos 433 ataques de tiradores activos (en los cuales uno o más de los atacantes mató o intentó matar a muchas personas no relacionadas en un lugar populoso). Tan solo en el año 2021, hubo en el país un promedio de más de uno a la semana.

La información procede del Centro de Capacitación Avanzada para una Respuesta Rápida por parte de las Fuerzas Policiales (ALERRT, por su sigla en inglés) de la Universidad Estatal de Texas, cuyos investigadores trabajan con el FBI para clasificar y analizar esos ataques. A diferencia del recuento de tiroteos masivos que contabiliza una cantidad mínima de personas baleadas o asesinadas, los datos de ataques perpetrados por tiradores activos incluyen hechos en los que hay pocas víctimas, pero los investigadores no consideran los tiroteos locales ni los ataques relacionados con bandas delincuenciales.

Los investigadores advierten que quizás algunos ataques más antiguos no estén en los datos, pero están seguros de que su evaluación general indica que los tiroteos están aumentando. Lo que no se sabe muy bien es cómo reducir el daño que ocasionan esos ataques debido a la rapidez con la que se desarrollan y lo poderosas que pueden ser las armas que se usan en ellos.

La mayor parte de los ataques registrados en los datos ya habían terminado antes de que llegaran las fuerzas policiales. Las personas que se encontraban en la escena sí intervinieron, a veces matando a los atacantes, pero casi siempre sometiéndolos físicamente. Pero en aproximadamente la mitad de los casos, los atacantes se suicidaron o sencillamente dejaron de disparar y huyeron.

“Hay pruebas empíricas, directas e indiscutibles de que es incorrecto esta especie de argumento común de que ‘lo único que detiene a un malo con un arma es un bueno con un arma’”, señaló Adam Lankford, profesor de la Universidad de Alabama que ha estudiado tiroteos masivos durante más de una década. “Se puede demostrar que esto es falso porque a menudo ellos mismos se detienen”.

La mayoría de estos eventos terminan antes de que llegue la policía, pero casi siempre los oficiales de la policía son los que dan fin a un ataque si llegan a la escena mientras está se está desarrollando.

Hunter Martaindale, director de investigación en el Centro ALERRT, mencionó que el grupo ha usado los datos para capacitar a las fuerzas policiacas y enseñarles que “Cuando te presentas y esto está en curso, tú vas a ser quien resuelva el problema”.

La información relacionada con el tiempo de respuesta de la policía está incompleta, pero según los datos disponibles, en promedio, las fuerzas policiacas tardaron tres minutos en llegar a la escena del ataque en desarrollo de un tirador activo.

No obstante, incluso cuando la policía responde con celeridad —a veces en segundos— o los oficiales ya están en la escena cuando comienza el ataque, de todas maneras es posible que los tiradores activos hieran o maten a muchas personas.

“Tal vez la policía llegue en un minuto, pero si esa persona maneja muy bien el sistema del armamento que está usando, puede disparar muchas municiones con mucha rapidez”, señaló Martaindale. “Y si tiene buena puntería, puede haber una gran cantidad de víctimas”.

En 2019, en Dayton, Ohio, un atacante les disparó a 26 personas y mató a 9 afuera de un bar del centro en los 32 segundos anteriores a que un oficial de la policía que estaba de guardia le disparara al atacante. Una semana antes, en el Festival Gilroy Garlic en el norte de California, algunos oficiales que estaban cerca atacaron a un tirador un minuto después de que abriera fuego, pero después de que les había disparado a 20 personas. Tres de las víctimas fallecieron y el atacante se suicidó.

A raíz de los tiroteos letales, los defensores del derecho a poseer armas casi siempre promueven que más personas estén armadas y hacen referencia a famosos ejemplos en los que “un malo” fue detenido por “un bueno con un arma”.

Después de que en 2017 un tirador les disparó a 46 personas en una iglesia de Sutherland Springs, Texas, llegó a la escena un vecino armado que intercambió disparos con el hombre hasta que este huyó después de resultar herido.

Pero entre los datos no era común que hubiera transeúntes que le disparan a los atacantes: solo 22 de 433 casos. En diez de ellos, el “bueno” era un guardia de seguridad o un oficial de la policía que no estaba en servicio.

Era dos veces más común que los transeúntes sometieran físicamente a los atacantes, casi siempre derribándolos o golpeándolos. En 2014, en la Universidad Seattle Pacific, un guardia de seguridad estudiante le roció gas pimienta y derribó a un tirador cuando estaba recargando su arma durante un ataque en el que murió una persona y otras tres resultaron heridas. El guardia le quitó el arma al atacante y lo detuvo hasta que llegaron las fuerzas policiacas.

Cuando en 2019 un tirador entró en un aula de la Universidad de Carolina del Norte, campus Charlotte, un estudiante lo derribó, pero este fue baleado y asesinado, y el jefe de la policía dijo que el ataque habría dejado una cifra mucho mayor de personas fallecidas si el estudiante no hubiera intervenido.

En más de una cuarta parte de los casos, los atacantes terminaron el tiroteo cuando apuntaron su arma hacia ellos mismos.

Muchos atacantes se suicidaron antes de que llegara la policía. En 2009, en un centro de servicios de inmigración en Binghamton, Nueva York, un atacante les disparó a 17 personas, de las cuales murieron 13, antes de apuntar el arma hacia sí mismo. En 2013, un estudiante de educación media se suicidó después de dispararles a dos compañeros y a un maestro en Sparks, Nevada. Tras dispararles a 471 personas en el Festival Route 91 Harvest de Las Vegas desde la habitación de un hotel que daba al festival, un tirador se suicidó antes de que la policía llegara a su habitación.

Lankford afirmó que es más probable que la cantidad de atacantes que se suicidan sea una pequeña parte de los que tienen la intención de suicidarse. Con base en las pruebas que dejan los agresores antes del ataque, como publicaciones en internet o notas de suicidio, hay más que dicen que esperan morir. En ocasiones quieren hacer que la policía los mate, explicó Lankford.

Cerca de una cuarta parte de los tiroteos terminaron cuando el agresor o agresores se detuvieron por voluntad propia y abandonaron la escena; posteriormente fueron aprehendidos o se suicidaron en otro lugar.

Muchos de los ataques que terminan cuando huye el atacante, son espontáneos; es posible que, por ejemplo, alguno se derive de una pelea que se complica cuando una de las partes saca un arma.

En 2019, en San Antonio, un hombre tuvo discrepancias con el personal de una empresa de mudanzas y abrió fuego contra los trabajadores de la compañía antes de huir. La policía lo aprehendió más tarde sin mayores incidentes. El año pasado, un hombre a quien corrieron de un centro nocturno después de una riña en Wichita, Kansas, regresó y les disparó a seis personas, de las cuales una falleció. Huyó de la escena y la policía lo arrestó un mes después en Phoenix.

Debido a que, por lo general, este tipo de ataques no son planeados, tal vez los agresores tienden más a huir con la esperanza de escapar. Comentó Martaindale.

Pero muchos ataques premeditados también terminaron cuando el agresor o agresores abandonaron la escena. Después de que en 2018 un tirador les disparó a 34 personas en la escuela de bachillerato Marjorie Stoneman Douglas, este tiró el arma y huyó con otros alumnos, eludiendo a los oficiales de policía que aún no habían intentado intervenir. Tras huir, el tirador entró a un Walmart, compró una bebida y un bocadillo y se detuvo en un McDonald’s antes de ser aprehendido por la policía en una calle residencial.