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Sin ciencia y tecnología no hay desarrollo

La escasa inversión, infraestructura y becas en áreas científicas son los principales retos que dificultan el surgimiento de más investigadores.

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Ingeniero Carlos Esquit, de la UVG, en pleno desarrollo de un ventilador por la crisis sanitaria causada por el covid-19. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Ingeniero Carlos Esquit, de la UVG, en pleno desarrollo de un ventilador por la crisis sanitaria causada por el covid-19. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Aunque el artículo 80 de la Constitución Política reconoce y promueve la ciencia y la tecnología como bases fundamentales del desarrollo nacional, el país apenas invierte el 0.03% del producto interno bruto (PIB) en estas áreas, el más bajo de la región.

En el país hay talento científico que necesita no solo apoyo económico, sino tiempo e infraestructura para llevar a cabo sus investigaciones, de significante beneficio para la sociedad, especialmente las de biomedicina, que en estos tiempos son de gran utilidad para afrontar la pandemia del coronavirus, que llegó a un mundo no preparado para combatirla.

El informe Relevamiento de la investigación y la innovación en la República de Guatemala, Colección GO-SPIN, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) (2017), señala que en Guatemala el número de investigadores de jornada completa es de 411, que equivale a 26.7 por millón de habitantes, 16 y 262 veces menos que el promedio en América Latina y países desarrollados, respectivamente. Esta proporción es muy inferior a la que tenía el país cuatro décadas atrás —84 investigadores por millón de habitantes—.

Para que la investigación e innovación tengan un desarrollo adecuado, sería necesario disponer, al menos, de mil a dos mil, por lo que Guatemala debería tener 29 mil. Consideraciones generales de la Unesco indican que si se tiene menos de mil 500 investigadores a tiempo completo por millón de habitantes es muy difícil apreciar impactos notables de ciencia, innovación y tecnología en la economía del país.

La Unesco refiere que Guatemala invierte el 0.03% de su PIB en actividades de ciencia y tecnología, 25 veces menos que el promedio de América Latina y el Caribe, y 85 veces menos que Europa Occidental. Guatemala invertía casi ocho veces más a finales de la década de 1970.

 

La inversión en investigaciones científicas en Guatemala no ha sido la adecuada. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

Este aspecto se ve reflejado en la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac), la cual hasta 2019 destinó 0.318% de su presupuesto para apoyar la investigación universitaria, pero con el impulso de la Rectoría y el Consejo Superior Universitario, a partir de este año se destinará 1% del presupuesto, aún limitado, expone Félix Aguilar, director de la Dirección General de Investigación (Digi) de esa casa de estudios superiores, lo cual no permite fortalecer sus laboratorios o formar investigadores. “Faltan políticas que promuevan el fortalecimiento de educación superior para que se vinculen a un sistema de investigación. Es importante que el sector productivo invierta en investigación, a fin de mejorar sus procesos y contribuir al financiamiento de aquella”, dice.

Un comité de expertos de Naciones Unidas recomienda que los países se planteen el objetivo de elevar esta inversión a cerca del 3% de su PIB, de acuerdo con Julio Carranza, representante y director de Unesco en Guatemala.

El número de publicaciones científicas anuales del país lo coloca en el puesto 129 a escala mundial y en el 16 de Latinoamérica. Guatemala publicó 310 estudios en el 2017, según el informe El Estado de la Ciencia (2019), 11 artículos por millón de habitantes. En China es 45 veces mayor y en Singapur, 270.

De los dos millones 700 mil de solicitudes de patentes, que representan un hito en el progreso de cierta tecnología y que se presentaron en el mundo en el 2017, solo 290 fueron de Guatemala, y de estas solo tres de residentes.

El bajo nivel educativo de la población repercute en una cantidad pequeña de investigadores con formación en maestría y doctorado, así como una economía basada en mano de obra barata y no calificada, porque no se ve necesaria la inversión en ciencia y tecnología expone Mónica Stein, vicerrectora de Investigación y Vinculación de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG). “Es lamentable, porque esta inversión permite a un país hacer transición a economías basadas en conocimiento y atender de manera pertinente problemas de desarrollo social”, refiere.

Otro reto es atraer a estudiantes hacia carreras de investigación y desarrollo. Más del 70% de ellos se inscriben en ciencias sociales y humanidades; el resto sigue carreras de ciencias básicas, ingeniería y agropecuarias, debido a que no se sienten atraídos o capaces de ser exitosos en esas áreas, que pueden ser mejor remuneradas.

Los estudiantes de carreras científicas tienen una carga académica alta. En muchos países, ser estudiante de maestría científica o doctorado supone recibir financiamiento de tiempo completo. En países como Guatemala, la mayoría de esas personas debe tener trabajos adicionales porque estos programas no se ofrecen en esa modalidad y solo son diseñados para competencias laborales, y no científicas. También, muchos graduados de carreras en ciencia y tecnología optan por seguir estudios de posgrado científicos fuera del país, dice Stein.

Édgar Franco, presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de Guatemala, indica que las carreras relacionadas con ciencias naturales, ciencia y tecnología y ciencias médicas requieren mayor tiempo de estudio y se ofrecen, generalmente, en horarios no aptos para personas que trabajan. Además, en estas carreras son obligatorias asignaturas como matemáticas, por lo que representan una alta dificultad.

“Guatemala, desafortunadamente, no solamente ha sido parte de los países que no invierten a largo plazo, con la excusa de que existen otras prioridades, sino que en las últimas décadas se ha quedado rezagada, comparada con países y regiones menos desarrollados”, indica el físico, teórico y doctor guatemalteco Fernando Quevedo, director del Centro Internacional de Física Teórica, en Trieste, Italia. “Es importante darles oportunidades a los jóvenes para que se realicen como científicos profesionales y luego aportar a resolver problemas concretos del país, generar empleos, creando nuevas industrias y, lo más importante, contribuir a la formación de nuevos científicos e ingenieros, y así ayudar a establecer una cultura de ciencia”, añade.

Se incumple presupuesto

La Ley de Promoción del Desarrollo Científico, decreto 63-91, establece la creación de un Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología que debía recibir un aporte anual de al menos US$15 millones, para el financiamiento estatal de la ciencia, investigación y tecnología en Guatemala. “Lamentablemente, en los últimos años se ha ido reduciendo esa asignación presupuestaria, como consecuencia de otras obligaciones financieras del Estado”, expone Ana Chan, de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt).

Se ha demostrado que en los países en los cuales se produce conocimiento y tecnología, sus habitantes tienen mayor calidad de vida, afirma Franco. Un ejemplo es Corea del Sur, que ha mejorado las condiciones de vida de sus habitantes a partir del uso del conocimiento como elemento estratégico de desarrollo. Pasó de ser un país que basaba su economía en la agricultura y manufactura, a ser un exportador de productos que se elaboran con alta tecnología.

De la educación depende

Una de las amenazas al desarrollo de la ciencia y tecnología es el sistema educativo, que tiene grandes deficiencias. La inversión pública en educación es del 2.8% del PIB, menos de la mitad de lo recomendado por Unesco.
Solo el 3.2% de los estudiantes de sexto primaria alcanzaron a superar el nivel IV de las pruebas latinoamericanas Terce de la Unesco en Ciencias Naturales, y solo el 1.6% en Matemáticas.

Sin una población atendida, bien alimentada y con acceso a una educación gratuita y de calidad en Stem —ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, en inglés— no habrá suficientes personas que se dediquen o se interesen por la ciencia, advierte Vanessa Granados, catedrática de Bioética y Legislación, Investigación y Pensamiento Científico y Fisiología Animal en la UVG.

Guatemala tiene baja representación en la ciencia, debido a que, además de contar con pocos investigadores, muchos de los trabajos no llegan a publicarse en revistas científicas indexadas y sin estas publicaciones los resultados no están disponibles para otros científicos y no llegan a figurar en el avance y el desarrollo, además de representar una pérdida de recursos, añade.

Campo laboral

Aguilar expone que el campo laboral para carreras de ciencia y tecnología es muy limitado, debido a que empresas e industrias no invierten en investigación, por lo que la incorporación de los estudiantes o profesionales se enfoca en trabajos de aplicación del conocimiento adquirido en su formación, no así al desarrollo de conocimiento de investigación.

El problema principal de la comunidad científica en Guatemala es lo reducido del mundo de investigación, expone Chan. La disponibilidad de recursos, las fuentes de financiamiento y los proyectos de investigación son limitadas. Por ello hay pocas oportunidades laborales, de recursos para proyectos o, incluso, de espacios de investigación, dice. En Senacyt no solo se busca el apoyo mediante becas de estudio, sino espacios de cooperación y alianzas nacionales e internacionales, así como proyectos laborales. Según la Unesco, 50% de los investigadores deberían estar realizando tareas de investigación e innovación dentro del sector productivo del país.

Cada vez más empresas y el sector público valoran tener capacidades científicas dentro de las instituciones, al menos para adaptar tecnologías y conocimientos extranjeros a necesidades locales, opina Stein.

Con el avance del conocimiento y la tecnología, las universidades deben revisar de forma contante las carreras que imparten y adecuarlas a los requerimientos de los empleadores, sin dejar de considerar las tendencias mundiales, añade Franco.

Carlos Esquit, director del Departamento de Biomédica, Electrónica y Mecatrónica de la UVG, recuerda que en la década de 1950 India envió, con fondos del gobierno, a profesores universitarios a estudiar maestrías y doctorados a las mejores universidades de EE. UU., obligados a regresar a su país. Ahora, pese a que India enfrenta aún retos de desigualdad social, destaca a nivel global por sus avances tecnológicos. “Estoy convencido de que esto es lo que hay que hacer en Guatemala, aunque los resultados se vean a largo plazo”, añade. “Hay que hacer el sacrificio de invertir en algo de lo que no veremos el retorno hasta en dos o cuatro años. Hay que promover que niños y jóvenes se interesen y enamoren de las áreas de Stem”, añade.

La Biomedicina es sumamente reciente en Guatemala, ni siquiera hay graduados. El sector médico hace lo mejor que puede con los recursos que tiene, pero lo ideal es tener médicos trabajando conjuntamente con biomédicos. El médico trata a pacientes, pero el biomédico desarrolla soluciones tecnológicas para que aquel se desempeñe de mejor manera, señala Esquit. El mundo no estaba preparado para el coronavirus, pero países como Guatemala pueden resentirse aún más, por la infraestructura.

Enfrentar pandemia

En Guatemala hay un cuerpo médico importante y muy capaz, con vocación y voluntad de servicio; sin embargo, insuficiente para cubrir las necesidades de un país de casi 17 millones de habitantes, dice Carranza, aún más en situaciones de tensión como la actual pandemia de covid-19. El porcentaje del PIB dedicado a la salud es de alrededor del 2%, cuando el necesario es de 6%.

No podemos pensar en desarrollo de las sociedades como la guatemalteca si no tenemos el fortalecimiento de la investigación que permite generar ciencia y tecnología, refiere Aguilar. Un ejemplo de ello, expone, es la actual pandemia, en la que es necesario generar investigación para plantear propuestas de solución a la problemática antes, durante y después de esta. Este reto implica que las universidades, y principalmente las públicas, tengan el apoyo del Estado para desarrollar laboratorios y centros especializados que permitan generar investigación en los diversos problemas que afectan o pudieran afectar al país.

Gracias al trabajo de la Usac, UVG, Universidad Rafael Landívar y Galileo, la investigación en Biomedicina avanza en Guatemala. Lo importante es apoyar con más recursos dichos proyectos y promover que laboratorios y farmacéuticas guatemaltecas apoyen esas fuentes de investigación, dice Chan.

En el caso de la Física Médica, hay una gran demanda y recientemente las clínicas y los hospitales han empezado a reconocer la necesidad de tener físicos médicos en su organización, que no son simples técnicos, sino profesionales con responsabilidades tan importantes como las de los médicos, señala Quevedo.

Stein afirma que en la UVG se han abierto nuevas carreras que apoyan la investigación en ciencias de la salud, como Biotecnología Molecular, Bioinformática e Ingeniería Biomédica. En el país hay bastante investigación relacionada con ciencias de la salud. La mayor cantidad de ellas gira en torno a enfermedades infecciosas, que incluyen respiratorias —como la gripe y el nuevo coronavirus—, febriles —como dengue y malaria— y entéricas —estomacales y diarreas—. Pero también hay investigación en enfermedades crónicas, dice.

El potencial es grande, pero, como demuestran los datos, queda mucho por avanzar. Hay algunos hechos alentadores: científicos guatemaltecos ocupan lugares destacados en instituciones científicas internacionales y se aprecian resultados como el diseño del primer satélite guatemalteco Quetzal-1, desarrollado por la UVG, dice Carranza.

Al respecto, Víctor Ayerdi, codirector de este proyecto, expone que deberíamos ser productores de tecnología y no adquirirla de otros países a alto costo como lo hemos estado haciendo. De ahí que necesitamos recurso humano en áreas científicas. “Quetzal-1 abrió un nuevo campo tecnológico en Guatemala que tiene un gran futuro”, indica.

Además, la propuesta de creación de un instituto guatemalteco de ciencia y tecnología, que aún no ha podido ser implementada, así como el proyecto con el Consejo Superior Universitario de Centroamérica sobre un doctorado regional en cada ciencia básica.

“Fuga de cerebros”

La “fuga de cerebros” puede afectar mucho, afirma Stein, o puede ser aprovechada. Si tenemos mecanismos de colaboración, el recurso humano guatemalteco que se queda en el exterior puede apoyar a gestionar fondos con investigadores locales, publicar y desarrollar investigaciones conjuntas, añade.

Existen muchos científicos guatemaltecos trabajando fuera del país y pueden aportar conocimiento y debemos atraerlos con oportunidades de trabajo y de investigación, añade Chan.