Revista D

El himno de la patria del criollo

La mayoría de estrofas del canto nacional se centra, implícitamente, en el llamado a defender la patria.

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Analisis del Himno Nacional

Con motivo de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el diario The Telegraph publicó  una lista con los 10 himnos más feos del mundo. Encabezaba la poca honrosa enumeración el canto nacional de Uruguay y en ella se incluía a los de España y Colombia.

En Guatemala tenemos claro que nuestro himno es el segundo más bello del mundo. Eso también sucede  en  México, Colombia y Costa Rica. Cada país cree que el propio es el segundo más bello. Lo curioso es que en ninguno  se cuestiona que La Marsellesa —Francia— sea el primerísimo.

Los himnos nacionales son composiciones poéticas en las que se construye un ideal de patria, el cual  sirve para fomentar el nacionalismo en los ciudadanos. Se dice que es un poema épico-lírico porque en cada país resalta grandes batallas, héroes y  sucesos fundacionales, es decir, cada nación plasma en su himno los valores y la visión de patria que se espera, incluso, defender  con la muerte.

El  de Guatemala   no es la excepción. Lo interesante es que, como siempre se relaciona con ese fervor nacionalista, pocas veces el ciudadano se detiene a analizar qué concepto de patria y qué mensajes  transmite este canto. Los siguientes párrafos analizan algunos mensajes que podrían no estar tan obvios o que, por obvios, pasan desapercibidos.

Para evitar caer en subjetividades se acude a algunas técnicas de análisis propias de la Semiótica —ciencia que se encarga de analizar los contenidos profundos de un mensaje—.

Defender la patria

El de Guatemala  habla de la Independencia, un país libre y defender la patria. En el primer tema se alude a los Padres de la Patria, quienes lograron el ideal redentor sin el derramamiento de sangre (contrario a lo que ocurrió en otros países, que sufrieron de prolongadas guerras y miles de muertes).

En el segundo se  describe un suelo sagrado, bañado por dos mares, con un cielo azul y blanco, y aves indianas protectoras. La patria (los padres de la patria) logró transformar las cadenas en arados para la agricultura y espadas, para la defensa. El tercero es  el tema que más estrofas ocupa.

Como es normal en los cantos patrios, muchas de las frases a lo largo de todo el poema exaltan el fervor por la patria y el deseo de defenderla en contra de cualquier invasión extranjera, tiranía o esclavitud.

Si se hilvana más fino, es posible determinar que el himno habla de tres sujetos o personificaciones: de la patria, a la que simboliza como una madre tierna y protectora. Se le caracteriza por suelos vírgenes, cielos azules y blancos; una tierra montañosa, adormecida por el murmullo de dos mares y protegida por su propia naturaleza (simbolizada en el quetzal).

En su aspecto simbólico, se le concibe como “suelo sagrado” con “aras” (altares), situada en un “trono de amor”. Es decir, como un lugar sagrado que no debe ser profanado y al que se debe proteger. En todas estas cualidades se le asume como una mujer pasiva que ha sido liberada por “nuestros padres” y que necesita de la protección de sus “hijos, valientes y altivos”.

En contraste, el himno proyecta una imagen fuerte y decidida de “nuestros padres”. Ellos lograron romper las cadenas de la sufrida patria, “encendidos en patrio ardimiento” y con “enérgico acento” la liberaron para colocarla “en un trono de amor”. Acudiendo un poco a la sociosemiótica se percata  que esos “padres” son los próceres de la Independencia; los funcionarios de la Corona.

El pueblo, no obstante, es nombrado en masculino, personificado como los “hijos valientes y altivos” y “pueblo con ánima fiera” que “nunca esquivan la ruda pelea”. Se les concibe como pacíficos, pero dispuestos a defender, con su vida, a “su tierra y su hogar” (la madre-patria).

El arado y la espada

Todo lo anterior se enlaza con una visión liberal de la patria. En primer lugar se habla de un suelo sagrado que, por sí mismo, carece de significado. Luego, se dice que es fecundado por el arado. Después, se hace la comparación del cielo patrio con los colores de la bandera.

Finalmente, se habla del idílico ruido de las olas de dos mares, en tierras cobijadas por el quetzal. Y aquí un elemento muy propio del pensamiento liberal: la única alusión al mundo indígena está en la frase “ave indiana”. Es decir, lo indígena se concibe como un elemento más de la naturaleza idílica; como algo paisajístico, sin identidad humana propia. No se le ve como parte del pueblo, sino como un elemento más de la naturaleza.

Dentro de esa construcción de la idea de patria se encuentra un principio que, en tan solo dos versos, ofrece un panorama de la concepción del Estado reflejada en el himno: “El arado que el suelo fecunda / y la espada que salva el honor”. El primero de los versos constituye una metonimia, un recurso retórico en el que con solo ese verso (el arado que el suelo fecunda) se nombra la visión de progreso en boga: la tierra, como naturaleza pura y virgen, debe ser civilizada por la fuerza de trabajo del hombre: el arado fecunda la tierra y transforma la naturaleza idílica en progreso. Todo ello, gracias a la heroica acción de convertir las cadenas (la dependencia de la Corona Española) en arados para la transformación de la naturaleza.

El segundo verso aludido también expresa fielmente un elemento más de la ideología liberal “y la espada que salva el honor” constituye  una metonimia que complementa la anterior: si el arado simboliza la fuerza productiva (el sistema de producción), la espada simboliza la necesidad de seguridad para salvaguardar el orden establecido. Tenemos, entonces, el panorama liberal que sustenta el himno: el papel del Estado es salvaguardar la producción y brindar seguridad en contra de  quienes atenten contra el orden establecido.

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