Alvarado Dumas, de 66 años, reside en Texas, EE. UU., donde continúa con sus proyectos de investigación. “A esa tarea le dedico hasta 10 horas diarias”, dice, con su característica voz fuerte y clara. “Cuando deje de trabajar, sabré que voy de retroceso. Para mí, todos debemos mantenernos activos”, expresa.
Su actitud positiva se percibe de inmediato. Relata sus experiencias de joven, de cuando era nadador. Su gran estatura y complexión atlética le permitieron ser seleccionado nacional de ese deporte. “Asistí a tres campeonatos centroamericanos y del Caribe”, recuerda. Esa etapa le enseñó a ser disciplinado.
En la Universidad de San Carlos de Guatemala pensó que iba a estudiar Ingeniería; sin embargo, en el camino se dio cuenta de que lo suyo era la Medicina. Así lo hizo y ahora cuenta con una larga trayectoria llena de éxitos.
En esta entrevista, Alvarado Dumas manifiesta su rechazo a la mayoría de políticos. “Por los medios de comunicación me entero de los robos millonarios de esa gente”, comenta con indignación. Conversa, asimismo, sobre sus invenciones y expone sus conocimientos en el tratamiento oncológico y de quemaduras.
¿Cuáles son las causas más frecuentes de quemaduras en Guatemala?
Son las ocasionadas por líquidos calientes. La mayoría de hogares de escasos recursos tienen un solo cuarto, donde se duerme y se cocina. Esa situación aumenta la probabilidad de que a un niño le caiga una olla con agua hirviendo. Eso, créame, es muy frecuente.
Asimismo, es usual que la gente encienda velas y que, por un descuido, el colchón de la cama prenda fuego. A estos accidentes les siguen las quemaduras causadas por químicos o por no tomar precauciones al estar cerca de fuentes de electricidad.
¿Cuáles son los tipos de quemaduras más recurrentes?
Las más frecuentes y benignas son las ocasionadas por los rayos solares, aunque estas pueden variar según el tiempo de exposición. La mayor parte de veces son de primer grado o de espesor superficial, pero si no se tratan en forma correcta podrían llegar a profundizarse.
De ahí le siguen las de segundo grado, que involucran capas de piel más profundas. Después, las de tercer grado —quemaduras de espesor total—. También las hay de cuarto grado, pero estas son carbonizaciones.
¿Cuál fue su reacción cuando observó por primera vez una quemadura severa?
No tengo palabras; solo que fue sorprendente.
¿Cuáles son los productos que ha desarrollado para tratar quemaduras?
Los tres tienen que ver con la restitución o reparación de la piel humana. El primero es Biofilm, una membrana tipo gel fabricada a base de miel —72 por ciento—.
¿Por qué a base de miel?
Por sus propiedades curativas. Desde el siglo II a. C., los médicos de la época la empleaban para varias cosas, incluso, para el proceso de momificación.
En el caso de Biofilm, se aplica sobre la lesión, se coloca encima una malla especial y se le deja trabajar de seis a siete días sobre el tejido sin que el paciente se toque la herida. De esa forma, la piel elimina bacterias y los tejidos inferiores se regeneran, ya sea para después poner un injerto o para que la herida cierre. La diferencia es que otros métodos implican que a diario se lave la herida del paciente, lo cual impide que la naturaleza actúe.
Hasta ahora, el producto se comercializa en Centroamérica, aunque también hemos manejado casos de portugueses y peruanos.
¿Y los otros dos inventos?
Son Ixchel I y II, que son derivados biológicos de animales. En estos colaboró conmigo el médico César Letona Calderón. El principio es el mismo: sellar.
¿Cuáles son las diferencias?
Estos dos últimos son para tratar casos de quemaduras severas, por ejemplo, alguien que haya perdido el 50 por ciento de su piel y no tenga suficiente como para cubrir la otra mitad.
En ese caso se podría emplear Ixchel I, sobre todo en los primeros 20 días, que son los más críticos para el paciente quemado. Luego de ese lapso, el equipo médico decide nuevas acciones, como ver la posibilidad de hacer injertos. Ixchel II, en tanto, es una membrana transparente diseñada para quemaduras más superficiales, como esas que los motoristas sufren cuando caen y se queman por la fricción contra el pavimento. La característica básica de las tres membranas es que el paciente no se toca las heridas, y de esa forma permite que crezcan nuevas células para reparar la piel.
¿Cómo tratan las quemaduras en países como Estados Unidos?
Allá la tecnología es muy avanzada, pero el dilema es que los costos son altísimos. Supongamos que alguien tiene una quemadura de 10×10 centímetros. En EE. UU., una membrana de ese tamaño puede costar US$5 mil, pero si alguien se lesiona una parte mucho más grande podría necesitar hasta 20 membranas, y la cuenta subiría, fácil, a US$100 mil, y a eso habrá que añadir otros gastos hospitalarios. En cierta forma, allá “no importa”, pues lo cubre el seguro médico. Pero, ¿qué pasa donde no existen esos tratamientos, o bien, con quienes no pueden pagar eso o carecen de seguro? Ahí es donde surgen alternativas como Biofilm, ya que una membrana de 10×10 centímetros tiene un precio aproximado de Q138.
¿Tiene nuevos proyectos en proceso?
El 5 de septiembre pasado firmé un convenio con el Texas Health Resources para desarrollar Biofilm. Tardará algunos años en comercializarse en EE. UU., pues lo debe aprobar la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés).
¿Cree que en Guatemala se atiende en forma eficiente a los pacientes quemados?
Considero que funcionan bastante bien los hospitales Roosevelt y San Juan de Dios, así como el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Sin embargo, se deben incrementar las medidas de higiene. Asimismo, creo que debería haber una sola institución que atienda a las personas quemadas.
Otra de sus especialidades es la atención de pacientes con cáncer.
Fui cirujano oncólogo por 22 años en el Instituto Nacional de Cancerología y Hospital Doctor Bernardo del Valle Samayoa.
¿Cuáles son los casos más difíciles de llevar?
El problema eterno en el país es la falta de educación. Muchos guatemaltecos ignoran los primeros síntomas y dejan que el cáncer llegue a etapas bastante avanzadas, sobre todo los hombres, pues las mujeres son más conscientes de su salud.
¿Se puede vivir con esa enfermedad?
Sí, se puede, siempre y cuando se sigan las instrucciones del médico y, por supuesto, mejor si el problema oncológico es tratado desde las etapas iniciales.
¿Qué debe hacer la gente con cáncer y que es de escasos recursos?
Creo que el Estado debe concienciar sobre la enfermedad. Pero acá hay otro problema grave: lamentablemente el dinero asignado para la salud muchas veces va a parar a las cuentas bancarias de malas personas, y de eso uno se da cuenta cuando se entera de que no hay medicinas para la gente necesitada. Por eso no me agrada ver a los señores de la política, pues vedan el desarrollo de miles de personas.
¿Cada cuánto recomienda hacerse un examen médico general?
Le digo a la gente: mantenga en mente la fecha de su cumpleaños. Ese día vaya con el médico para obtener información sobre lo que le viene en los próximos 365 días, así como para hacer correctivos en su salud.
¿Piensa retirarse?
—Ríe—. Uno se muere el día que se retira. Muchos piensan: “Trabajé por 20 años, sostuve mi casa; entonces ahora me toca descansar”. A los tres años me entero de que se están muriendo por el aburrimiento o porque no se sienten útiles.
Para mí, siempre debe haber trabajo, porque cuando no lo haga sabré que voy de retroceso. Creo que todos debemos mantenernos activos. De verdad, el día que usted deje de soñar, está muerto.