Rabinal, Baja Verapaz, es donde se practica el mayor número de danzas en el país —cerca de 36—, de las cuales 17 se han ido olvidando con el tiempo. “La danza es magia. Es una creencia contra la cual no pudo el cristianismo de ninguna forma”, asevera el antropólogo Carlos René García Escobar, bailador y autor del Atlas Danzario de Guatemala.
La sobrevivencia de algunos de estos antiguos ritos rabinalenses, transmitidos de generación a generación, persiste gracias a la devoción de sus 16 cofradías, de sus representantes de danzas y sus enseñanzas a los jóvenes y al esfuerzo de personas como Francisco Mendoza, de 57 años, quien busca, rescata y preserva los distintos parlamentos ancestrales.
Instrumento evangelizador
García Escobar divide las danzas de Rabinal en prehispánicas, coloniales, republicanas —siglo XIX— y contemporáneas.
La más antigua, conocida e importante es el baile-drama Rabinal Achí —danza del tun—, cuyos orígenes se remontan al siglo XV. Fue elevada a Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco en el 2005.
En este municipio hay 19 que subsisten, producto del sincretismo cultural y religioso a partir de la llegada de los frailes dominicos quienes arribaron a las Verapaces.
Tradición
Año con año, los bailadores salen a las calles a ejecutar su ritual en cuatro principales fechas conmemorativas: la fiesta del patrono San Pablo, el 25 de enero; el Día de la Santa Cruz, 3 de mayo; la fiesta de Corpus Christi, de fecha variable, y San Pedro Apóstol, 29 de junio, aunque cada danza tiene sus fechas particulares de presentación.
De acuerdo con el trabajo de recopilación de Mendoza, en la actualidad es posible identificar 19 bailes, todos con una historia y ritual.
Entre los precolombinos, además del Rabinal Achí, están el Baile del Venado, que incluye dos variantes: Balam Quiej e Ixim Quiej; y el de Los Negritos, el cual se representa en diciembre, para rendir tributo al Niño Jesús. “Era precolombino, pero los dominicos lo adaptaron”, asegura Mendoza.
García Escobar disiente de este último y sugiere que esto debería ser objeto de mayor investigación.
Con la colonización española surgieron otros bailes como el de La Conquista y el de Moros y Cristianos, del cual se conocen hasta cuatro variantes —La Conversión de San Pablo, Marcirio, Tamborlán y Españoles.
Más recientes son los bailes de Los Marineros, Los Diablos, Los Costeños, Los Huehuechos o Patzcá; de Las Flores, Soto Mayor, Los Animalitos y Chico Mudo.
Y por último está el Baile de San Jorge o la Sierpe, que para García Escobar es el que guarda más misterios y rituales. De acuerdo con sus investigaciones, siete días antes del baile los hombres deben abstenerse de tener relaciones sexuales. “Romper esta regla implica desgracias personales”, anota.
El historiador agrega que este es un baile delicado, que no cualquiera practica. Su ejecución utiliza una tarasca o serpiente emplumada a manera de torito. Los misterios rondan alrededor de una de sus máscaras, pues existe la firme creencia de que esta se le pegó a la cara a un muchacho que faltó a la norma citada y murió. A la fecha, la máscara permanece guardada porque, según los rabinalenses, está encantada.
Memoria
En la aldea Chiticoy, Rabinal, Efraín García Canahuí y Fernando Sánchez son los representantes de dos danzas tradicionales: Los Animalitos y Los Moros Españoles. Anteriormente se les conocía como caseros de los bailes pues son quienes se encargan de enseñar los parlamentos a los aprendices, la coreografía, resguardar los trajes y estar a cargo del grupo durante la ejecución durante las fiestas.
El Baile de Los Moros se ejecuta especialmente el Día de San Pedro Apóstol, explican, pero también si lo solicita algún cofrade o la Municipalidad.
García hace un pequeño resumen de la historia de Los Moros y cita de memoria parte del parlamento. Cuenta que lo aprendió cuando tenía 12 años. Ahora lo llaman de las distintas escuelas de Rabinal para que lo enseñe. Los parlamentos de cada una de estas danzas los guardan celosamente sus representantes. “Si necesitan una copia, se alquila”, cuenta.
En otros casos, la situación se hace más difícil. Mendoza, quien ha recopilado estos textos desde hace 40 años, recuerda que para lograrlo se hizo amigo de los ancianos. “Pedirles una copia era casi como conquistar a una muchacha”, refiere.
La ejecución de estos bailes lleva tras sí todo un ritual. García y Sánchez comparten que primero se debe pedir permiso a los ancestros.
Los 24 bailadores y ocho músicos rezan juntos, luego se hace una cruz frente a las máscaras y se les riega licor. De no hacerse así, la máscara se adhiere al rostro. “No me lo contaron, lo vi, asegura Sánchez”. Sucedió cuando un bailador se tomó un “trago” y no le dio primero a los ancestros, relata.
Los representantes colocan las máscaras de ambos grupos de acuerdo con un orden jerárquico. En el centro, Tauro y el rey León; a su izquierda el tigre, el pisote, el mapache, el mico y la ardilla. A la par de Tauro están el venado, el jabalí, la danta, el zorrillo y el conejo.
A pesar de la devoción a estas tradiciones, ambos expertos comentan que es difícil mantenerlas vivas principalmente por falta de recursos económicos.
Los trajes, la comida y el pago de los músicos es un costo que la cofradía debe asumir. “La marimba cobra Q750 el día, ¿y si se emplea durante cuatro días?, los gastos resultan onerosos, asegura García Escobar. Por ello ahora se acostumbra que los bailadores paguen una cuota para poder participar en la celebración.
En la zona 3 de Rabinal reside Hipólito López, don Polo. A sus 83 años muestra una gran energía como representante del baile de Los Marineros. La fecha de presentación especial es el 3 de mayo.
Don Polo aprendió varias danzas desde los 10 años. “Aquí, en Rabinal, son 36”, comenta, cifra que confirma García Escobar.
El bailador cuenta que el parlamento original se perdió, pero hace gala de su memoria al recitar partes de este. Luego muestra las 11 máscaras que se emplean en la danza y las coloca en círculo, de acuerdo con un orden establecido.
Él se encarga de preparar al grupo y enseñarle los parlamentos, aunque confiesa que hay dificultades para que los jóvenes se animen a participar y que la Municipalidad los ayuda ocasionalmente.
De acuerdo con García Escobar, las danzas guardan una simbiosis entre ritos prehispánicos y expresiones coloniales religiosas. “Lo que queda de la colonia son los trajes, mientras que lo indígena se revela a través de sus rituales”, explica.
Sagrado
La organización de las celebraciones comienza semanas antes con la participación de los miembros de las distintas cofradías, quienes invitan a los representantes de los bailes a participar. En Rabinal las fiestas comienzan con siete días de anticipación.
García Escobar explica que en la mayoría de lugares del país, los rituales danzarios cuentan con cuatro etapas básicas. La primera es la de iniciación a la danza. En la fecha de ensayo un sacerdote bendice a los participantes y los trajes y se pide permiso a los ancestros. En la víspera del baile se hace la velación de las máscaras. Sigue la fiesta, que dura, por lo general, siete días, y por último, el octavo día, llamado el Octavario, bailan por última vez y se despiden con otro ritual. “Se ora a los ancestros y a la Iglesia; es el esquema en todo el país”, afirma el experto.
A pesar de las precariedades, la mística de las danzas tradicionales rabinalenses mantiene vigencia con el paso de los siglos.
Algunos de sus representantes demandan más apoyo de las instituciones municipales y del Estado para los gastos que representan los trajes y los músicos.
García Escobar opina que los grupos deben preservar la tradición con su propio esfuerzo, pues toda vez llegue un ingreso fuerte de dinero podría desvirtuar la mística de los bailes y convertirlos en negocio.”El ritual las mantiene con o sin dinero”, asevera. Tampoco cree que atraer a turistas sea la mejor idea, pues acabaría con la magia que se respira durante las danzas.
En los últimos años se han dado cambios en la dinámica de los bailes, como la participación de mujeres. Usualmente bailaban unas tres y se escogía a mujeres vírgenes, “a petición de los ancestros”. “Para asegurarse de que así fuera se escogían niñas de entre 9 y 12 años”, explica el antropólogo. Pero ahora las estudiantes piden ser parte de estos rituales.
La danza, considerada la más antigua de las artes, según el Atlas Danzario, encierra valores propios para este pueblo de comunicación perpetua y devoción hacia sus ancestros y santos.