Revista D

De la docta a la pedestre ignorancia

Los líderes o promotores de cultura están obligados a disponer de niveles aceptables de formación, para un adecuado desempeño en la sociedad.

No se justifica que individuos con protagonismo en la sociedad caigan en la categoría de la ignorancia objetiva. (Ilustración: Mynor Álvarez)

No se justifica que individuos con protagonismo en la sociedad caigan en la categoría de la ignorancia objetiva. (Ilustración: Mynor Álvarez)

Cuando en una suprema manifestación de humildad Sócrates pronunció la célebre declaración  “solo sé que no sé nada”, uno de sus discípulos, filósofo menor, comentó: “Yo ni tan siquiera eso sé”, en lo que daría suma al carácter cabal de esos sabios, honestos ante el desconocimiento en su conjunto de la fascinante y fantástica realidad que los rodeaba, llena de intrigantes enigmas que ocuparían su tiempo para un escrutinio que a través de la historia se prolongaría a lo largo de los siglos.

Los filósofos de la antigüedad tuvieron entre sus preocupaciones prioritarias el examen del conocimiento, que en la discusión era un tópico de importante análisis. De ahí que no es extraño que un sabio como Sócrates hiciera una declaración tan desconcertante, a partir de que su sabiduría, aunque reflejaba un dominio del pensamiento en ese momento, también reconocía la imposibilidad de abarcar los alcances del conocimiento en su totalidad. De esa forma puede situarse a Sócrates  y los discípulos seguidores de sus enseñanzas en la categoría de la Docta Ignorancia  postulada por San Agustín —según la historia de la Filosofía—, en definición, que aunque asociada al misticismo por su interpretación durante el medioevo, prevalecería con su significación ortodoxa en el reconocimiento de que los límites de la sabiduría conducen a “saber que no se puede saber todo”.

Emmanuel Kant propuso la división de la ignorancia en objetiva y subjetiva, siendo objetiva la ignorancia en general, consistente en el conocimiento racional, y la subjetiva, que es docta o científica, que corresponde al que reconoce los límites del conocimiento o sea del “solo sé que no sé nada”. Para ponerlo más simple, en los términos del mismo Kant: la ignorancia es disculpable en las cosas en que el conocimiento sobrepasa el horizonte común y es culpable en las cosas en que el saber es necesario y alcanzable.

Esto último es aplicable en la modernidad cuando, con el desarrollo de la  civilización, no se justifica que individuos con protagonismo en la sociedad, ya sea como dirigentes o como actores con responsabilidad en los procesos políticos o de progreso social, caigan en la categoría de la ignorancia objetiva o material, con el supuesto de que, por su carácter de líderes o promotores de cultura, están obligados a disponer de niveles aceptables de formación, para un adecuado desempeño en la sociedad.

Algunos ejemplos

Veamos ejemplos de Ignorancia Culpable o, dicho en otros términos, de ignorancia pedestre. Cuando al principio de su administración, en 1980, el presidente Reagan fue informado por sus asesores de que estaba en crecimiento el problema de la subversión en “Central America”, se manifestó contrariado y expresó que “no podía ser que en el mismo corazón de los Estados Unidos se tuviera tan peligrosa situación”. De acuerdo con la tesis, prevaleciente en la cultura de ese país, de que ese territorio se denomina “América”, la lógica de Reagan tendría justificación, pero no su ignorancia de que al sur de su gobernada nación existiera una porción del continente denominada en inglés “Central America”.

La señora Sara Palin, exgobernadora de Alaska y candidata a la Vicepresidencia de los Estados Unidos, durante la campaña electoral que le dio el triunfo al presidente Obama se hizo muy popular al exponerse ante el público como un hermoso ejemplar de idiotez, por su deplorable papel ante la Prensa, y gran responsabilidad de esa desventura para la señora Palin  recayó sobre la bella e inteligente reportera de CBS, Katie Couric, quien en repetidas y sádicas entrevistas presentó a la compañera de fórmula del senador John McCain como modelo de ignorancia elevada a la tercera potencia.

Pero a veces la ignorancia, aunque sea la excepción de la regla, parece rentable. Si no que lo diga la señora Cecilia Giménez, que de anónima abuelita en la ciudad de Borja, España, saltó a la fama mundial, luego de cometer el desastre, y sacrilegio, de convertir en un monigote la deteriorada pero legible imagen de Jesús, de una iglesia de esa localidad, al atribuirse papel de restauradora sin tener esa capacidad. Pero he ahí que el cuadro de Jesús, titulado en su original estado como Ecce Homo y bautizado por los críticos después del desastre como “Ecce Mono”, se convirtió en una novedad de atracción turística que lleva visitantes de todas partes a ese lugar, y que en un año ha dejado a la iglesia una recaudación por más de US$65 mil  en concepto de admisión para “admirar” el famoso cuadro. Ingresos de los cuales la señora Giménez reclama ahora dividendos, que por un 49 por ciento se ha acordado cederle, según contrato fiscalizado por el cabildo local. Jesús  perdonó y recompensó su ignorancia a doña Cecilia.

En la farándula

Otras ilustres muestras de ignorancia culpable en celebridades, según divulgación de la revista People en español: La curvilínea Pamela Anderson, con ínfulas de saberlo todo, dijo: “No es la contaminación lo que está dañando el ambiente. Son las impurezas que hay en nuestro aire y en nuestra agua las que lo están haciendo”. Jennifer López, al explicar su detención junto al rapero Sean John Combs, más conocido como Puff Daddy, por entonces ambos en una relación sentimental, afirmó: “No he cometido ningún delito, lo que hice fue no cumplir con la ley”. La popular y muy bonita pero al parecer tontita Christina Aguilera preguntó en una reunión: “Entonces, ¿dónde se realizará este año el Festival de Cine de Cannes?” Otra genialidad: Brooke Shields dijo en una entrevista, durante una campaña contra el tabaco: “El fumar mata, y si te mueres has perdido una parte muy importante de tu vida”. Aunque de diferente fuente, otra joya atribuida a la graciosa Shakira: “Voy a viajar a Roma, porque es la tierra donde nació nuestro Señor Jesucristo”. (?)

Vistas esas imperdonables pero, para bien de la amenidad en la rutina diaria, pintorescas muestras de ignorancia culpable en los que ostentan poder o fama, las siguientes reflexiones, aunque no les atañen, dejan un buen margen para pensar que esos personajes, en términos médicos, son casos de verdadero pronóstico reservado.

Se puede considerar de manera general que la ignorancia común es consecuencia no solo de la falta de oportunidad, sino por carencia de voluntad, en colectivos afectados por el comportamiento de un proceso cultural con una concepción muy personalista del suceso educativo. Por consiguiente, la contribución al mejoramiento del conocimiento tiene un desempeño importante para una distribución del saber de manera compartida. Esa contribución debe materializar con su práctica en el círculo familiar, en el entorno de las amistades o de las relaciones de estudio y de trabajo. El lema bíblico de la Universidad de San Carlos de Guatemala “Id y enseñad a todos” tiene dentro de ese contexto una proyección muy significativa.

Habrá también que acogerse a la tolerancia cuando, en el ejercicio del “desembrutecimiento” del sujeto ignorante, se enfrente ante su tozudez y resistencia, comportamiento frecuente en los necios y que es, en resumen, otra prolongación de la ignorancia, o como lo dijo Bertrand Rusell: “El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo, y los inteligentes están llenos de dudas”.

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