En La Paz, Bolivia, por ejemplo, un grupo de 35 féminas formó el sindicato Asociación de Mujeres Constructoras (Asomuc), para velar por sus derechos. Uno de los principales problemas que enfrentan son los insultos de los hombres, quienes les gritan: “Vayan a la cocina”, “¿no tienen algo para remendar?, “vayan a dar leche a sus hijos”, “solo los hombres servimos para esto”, de acuerdo con un artículo publicado en febrero de este año en el diario La Razón, de Bolivia.
En Guatemala
Con determinación María José Castro mezcla arena cernida, cemento, cal y agua en las proporciones requeridas, como parte del curso de albañilería que imparte el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad (Intecap).
Castro, de 23 años, es una de las estudiantes de Ingeniería civil (tercer año), que este ciclo decidió inscribirse en este curso al que hasta hace muy poco solo asistían hombres. Pero en la actualidad son 26 mujeres las que engrosan las filas de Maestro de obras y Albañilería básica, pues están dispuestas a demostrar que el oficio no es exclusividad masculina y que las damas también son capaces de dirigir una construcción.
“Preparar las mezclas y cortar madera con serrucho es difícil pues son tareas que requieren fuerza, pero quiero aprender el oficio y demostrar que no solo los hombres pueden hacer este tipo de cosas”, comenta Castro.
La estudiante de ingeniería Cristel Clara Luz de León, 19 años, también toma el curso de albañilería. Está muy motivada, por eso cada viernes se prepara para asistir al curso, el cual le ha permitido profundizar conocimientos en cuanto a tipos de materiales, calidades de hierro, herramientas y cálculo para hacer la mezcla. “El aprendizaje universitario es más teórico, mientras que aquí estamos en la práctica”, dice.
Las universitarias tienen como compañeros a 13 hombres y aunque el ambiente es cordial, a juicio de De León, tienen que pelear el espacio para participar.
Profesional
María Eugenia Alonso, 28 años, es arquitecta graduada por la Universidad del Istmo. Reside también en Quetzaltenango y aprobó el curso de albañilería en el 2014. En la actualidad se prepara para tomar el curso de Maestro de obras del Intecap.
Alonso comparte el sentir de que su formación universitaria es muy teórica y especializada, por lo que decidió profundizar en la parte práctica, la albañilería la cual, hoy día, tiene varias ramas, entre ellas, pisos, muros y repellos.
La arquitecta asegura que uno de los desafíos, sobre todo en el área rural, es lograr que la población valore al profesional de la construcción, quien muchas veces contrata únicamente a un maestro de obras, porque hace el trabajo por menor precio.
“Creo que en las universidad deberían impartir clases de albañilería. ¿Con qué conocimiento se va a opinar si algo está mal hecho? Cuando alguien sabe y guía, se gana el respeto de los que están a su cargo”, afirma Alonso, quien agrega que los obreros también deben de actualizarse en el oficio.
Romper paradigmas
Elizabeth Ticona, secretaria general de Asomuc, Bolivia, asegura que las albañilas enfrentan desigualdad en la remuneración, falta de espacios y discriminación, por eso decidieron asociarse. La mayoría del grupo son madres sin esposo o separadas.
“La ventaja es que nosotras somos más detallistas por naturaleza y entregamos trabajos de primera”, comparte la boliviana Justina Soria, de 60 años, especializada en pintura.
Así las cosas, las mujeres ya están dentro del gremio de albañiles, habrá que ver si también estando en una obra y vean pasar a un hombre, le digan uno que otro piropo.
- De 1 millón 009 mil 514 mujeres asalariadas, el 50 por ciento, aproximadamente, devenga un sueldo por debajo del mínimo establecido (Acuerdo Gubernativo No. 537-2013). El 20 por ciento gana el promedio del salario mínimo y el 30 por ciento, por arriba del mismo, según datos del Ministerio de Trabajo.
- Las principales actividades económicas en las que participa la mujer son: comercio 25 por ciento, industria 20 por ciento, hoteles y restaurantes 15 por ciento, agrega el informe de dicha cartera.