¿Cuál es su análisis de la Educación guatemalteca?
Tiene muchas limitantes, tanto a nivel universitario como primario. En el nivel Superior, la Usac tiene lo que yo llamo “error de nacimiento”, debido a que se fundó bajo el modelo de la Universidad de Salamanca, España, que estaba orientada a la enseñanza, profesionalización y formación de los funcionarios de La Corona. Era una educación elitista, pero especialmente libresca —memorizar y repetir—, que no se dedicaba a la investigación como lo hacían otras universidades de Europa. Las nuestras —Latinoamérica— nacieron con la marca de formar profesionales basados en los libros. Esto ha persistido y limitado desarrollar una educación basada en la investigación.
¿Qué factores han impedido la investigación académica?
Varios. Primero económico, porque la inversión del Estado en la Educación es muy baja. No se le presta atención como un bien importante que permite generar desarrollo. El país es uno de los que menos invierte en la formación. En la actualidad la asignación presupuestaria para Educación es de Q. 11 millardos, lo cual representa un 2.4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
¿Cuánto debería de invertirse?
En otros países se destina entre el 15 y 20 por ciento del PIB, incluso, hasta el 25. Las naciones ampliamente desarrolladas invierten fuertes cantidades en Educación. Por ejemplo, los llamados tigres asiáticos como Corea, China y Japón, no solo gastan internamente sino que también envían a los jóvenes a estudiar al extranjero. La Educación es el motor del desarrollo económico de esos países. En Japón, hace algunos años, solo el 19 por ciento de la población estudiaba, ahora el 100 por ciento asiste a la escuela secundaria. Los beneficios se logran ver en procesos cortos de 10 o 20 años.
¿Se hacen esfuerzos en el país por alcanzar estos modelos?
En Guatemala no se ha incrementado la inversión en Educación. En los acuerdos de paz se plasmó un cambio, pero en la actualidad no se cumple con lo acordado. El presupuesto aumenta, pero todo se gasta en el crecimiento del Ministerio de Educación, sobre todo en salarios. Es decir, proporcionalmente la situación se mantiene igual.
Se amplió la cobertura en el nivel primario en los últimos 15 años, pero seguimos descuidando el secundario y más aún el universitario. En Totonicapán, por ejemplo, el 90 por ciento de los jóvenes en edad de ir a la Secundaria están fuera del sistema. En esas condiciones no se puede hablar de desarrollo o competitividad, pues tenemos mano de obra mal calificada. No hay talento humano con una formación capaz de impulsar un proceso de desarrollo nacional.
¿Cómo evalúa la calidad de la enseñanza en función de los maestros y los contenidos, actualmente?
Calidad es un concepto con muchas vertientes y aristas. En el sector docente, como eje estratégico de la formación de estudiantes, tenemos grandes limitaciones.
Es parte del mismo defecto del sistema, la escasa formación. No se mejora el proceso de calificación del profesor, además, incide la escasa inversión en infraestructura y material educativo.
Son procesos que no pueden verse en forma aislada. No es problema solo del docente, sino también del reconocimiento a la profesión magisterial, la cual está muy devaluada en el país. Son cuatro elementos básicos: buena docencia, salarios, infraestructura y material educativo.
¿Qué opina de la carrera magisterial a nivel universitario?
El esfuerzo que hace la Usac para un plan de estudios novedoso suena interesante. Hay una visión diferente a la formación tradicional de maestros en Guatemala. Obviamente la Universidad requiere de recursos económicos. Sin esto no se podrá implementar un proceso de cambio. No va a depender solamente de un plan curricular, sino también de una excelente capacitación de los formadores de formadores.
¿Cuáles son las implicaciones de esa tradición memorística en el proceso educativo?
No abordamos los conocimientos propios que tiene el país dentro de la cultura maya. Ninguna disciplina universitaria tiene vínculo o busca aprender de la sabiduría de los pueblos mayas, pasados y presentes.
En la actualidad, impulso un proyecto donde llevo a los docentes de todas las disciplinas universitarias para que investiguen en las ciudades mayas —el método se llama Diálogo de Saberes—. Esto significa que la ciencia occidental debe reconocer la validez del conocimiento que no se da dentro de la lógica científica occidental.
Por ejemplo, el rigor científico occidental pone al hombre como centro del mundo y lo separa de la naturaleza para hacerlo objetivo. No acepta la subjetividad, la emoción o el afecto. En tanto, en el mundo maya todo se concibe unido, hay un vínculo entre hombre-naturaleza.
¿Cómo integrar esto?
Hay prejuicio. A un docente formado con la visión occidental, no es fácil removérsela. El programa consiste en visitar los sitios arqueológicos para que conozcan el manejo de sus conocimientos en cada disciplina. No se valora la identidad nacional. Este es uno de los grandes problemas del país. El proceso educativo puede enriquecerse si tiene una visión de transformación más holística, integral, más vinculada a lo local, lo propio, reconociendo e investigando.
¿Hay falta de iniciativa de los maestros? Conocen la cultura, pero no la transmiten.
Hay un desconocimiento de lo propio. No basta con haber nacido en tal poblado. Todos los sitios arqueológicos son vistos como cosas del pasado, se conciben como centros para ir a pasar el tiempo. Deben convertirse en lugares de enseñanza cultural que permitan formar identidad y sentido de pertenencia.
Uno de sus estudios más recientes aborda la violencia en los estudiantes de Medicina. ¿Cuáles fueron los hallazgos?
Hace una década hice el primer estudio sobre la violencia en el sistema escolar en Guatemala. El ambiente educativo refleja lo que pasa en la sociedad y se replica no solo en la escuela sino también en la universidad.
Es un secreto a voces
El caso de la facultad de Medicina es muy particular. Sucede en todos los ambientes universitarios, pero aquí es más complejo y dramático porque el sistema de enseñanza es piramidal y emplea el internado.
Estudiantes y profesores conviven más de 24 horas. Hay una estructura casi militar, donde el antiguo tiene preponderancia sobre el nuevo. Esos niveles tienen que ver con conocimientos y posición, que se convierten en jerarquía. Siempre ha existido, pero se ha ido deteriorando por los altos ambientes de tensión que viven.
El sistema de atención en Salud depende del estudiante de Medicina. Y en la medida que el país se ha degradado, también ha afectado. Se sabe pero nunca se ha querido aceptar como válido, por el contrario se niega.
¿Por qué?
Es una reacción natural del ser humano negar lo feo de la casa. La violencia se niega en las escuelas, pero con una investigación acuciosa es posible demostrarla. Me costó mucho llevar a cabo este trabajo, primero por los permisos en los hospitales y luego por tratarse de una investigación cuantitativa. Los datos demostraron que hay cuatro tipos de violencia: física, psicológica, acoso sexual y la discriminación por cuestiones étnicas, de género y económicas. El estudio se hizo hace cinco años y lo peor es que cada vez me llaman para que vaya a exponer el problema, pues la situación está peor. No se acepta y no se generan protocolos de protección en favor de las víctimas. Por lo tanto, no se puede denunciar si se carece de un esquema de protección.