Revista D

El reino del vino artesanal

Domiciano Gómez nació en San Juan del Obispo, Sacatepéquez, a cuatro kilómetros de la ciudad de Antigua Guatemala. Cuando se le pregunta cómo describe el pueblo, su definición es muy sencilla: “Cinco calles y cinco avenidas, al centro una plaza, con una iglesia y al lado un convento”.

El vino de níspero y la mermelada de esta fruta son característicos del lugar.

El vino de níspero y la mermelada de esta fruta son característicos del lugar.

Es una explicación bastante técnica, sí, “pero hay mucho más”, advierte antes de comenzar el recorrido por este poblado en el que la fabricación de vinos artesanales y chocolate son solo algunos de sus atractivos.

El nombre del pequeño lugar, asentado en las faldas del Volcán de Agua, fue puesto por su fundador, Francisco Marroquín; educador y primer obispo de Guatemala.

El palacio arzobispal y la iglesia estilo barroco dan la bienvenida al visitante.

En casi todas sus calles se pueden encontrar locales de vinos artesanales, como el de Pedro Chacón.

Chacón ofrece vinos sin licor de mora, sauco, manzanilla, nance, jocote, rosa de jamaica, membrillo, toronja, entre una larga lista. Incluso ha creado otros como “El siete poderes”, que es una mezcla de todos los que hace.

La mayoría de las frutas con que los prepara se cultivan en la región, pues en sus tierras se dan muy bien las toronjas, membrillos, moras, ciruelas, duraznos y cerezas.

Fermentarlos le lleva a Chacón un mínimo de ocho meses, hasta año y medio. Durante este tiempo los vinos permanecen en un cuarto oscuro.

Los vinos tienen propiedades medicinales, asegura Chacón, quien con la asesoría de una nutricionista pretende colocar en la parte de atrás de las botellas etiquetas con esos beneficios.

El vino de sauco, por ejemplo, combate la gripe, tiene propiedades antiinflamatorias, es antiasmático y recomendado para quienes sufren de insomnio y migrañas, dice Chacón.

La reina del níspero

A tres calles de la casa de Chacón, en la Primera Avenida Norte número dos, está la residencia de Oralia Baeza, quien tiene la fama de fabricar el mejor vino de níspero.

Baeza, además, ofrece hospedaje. En el 2003 alojó a Evert Wulfrank y Sebastian Saverus, dos jóvenes belgas, uno economista y el otro ingeniero, quienes aparentaban ser dos mochileros más.

Wulfrank y Saverus terminaron por revolucionar la vida de la pequeña comunidad. Meses después de haber llegado, impulsaron la fundación de una cooperativa con 40 productores de níspero, pero que desapareció hace cuatro años.

Los belgas volvieron en varias ocasiones al país y durante uno de esos viajes obsequiaron a Baeza dos botellas de vino de níspero que habían comprado en España y la fórmula para fabricarlo.

A fuerza de repetidas pruebas, Baeza logró reproducir el vino, que agregó a las otras exquisiteces de su menú: níspero deshidratado, galletas y mermelada de la misma fruta.

Sana disputa

Después más de cien años, la familia fabrica chocolate de canela, de arroz, y de almendra, como lo hacía la bisabuela de los hermanos Mario y Marta Julia Pérez Sicán, quienes ahora están al frente de la producción.

Esta fábrica funciona en la misma casa, en la Primera Avenida Norte Número 10. Su chocolate es el que surte a una de las pastelerías más famosas de la ciudad colonial.

San Juan es también un pueblo de artesanías. Miguel Ángel López, quien vive en la Primera Avenida Sur, fabrica pajaritos de barro, los cuales pinta con admirable destreza.

Orgullosos de su producción los pobladores han hecho suyo el refrán: “Si a San Juan del Obispo vino, y no tomo vino entonces ¿a qué vino?”.

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