Revista D

Guatemala: Tierra de árboles, del jade y el quetzal

Ya sea en la gastronomía, la naturaleza o las artes, el verde se encuentra impreso en distintas manifestaciones dentro del paisaje guatemalteco.

El fruto del árbol de aguacatillo es uno de los predilectos del quetzal guatemalteco (“Pharomachrus mocinno”), que ha sido avistado en montañas de Alta y Baja Verapaz, Quiché y  San Marcos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

El fruto del árbol de aguacatillo es uno de los predilectos del quetzal guatemalteco (“Pharomachrus mocinno”), que ha sido avistado en montañas de Alta y Baja Verapaz, Quiché y San Marcos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

El verde de Guatemala se evoca desde su origen, en una de las posibles etimologías de su nombre: Tierra de árboles. Lugar de montañas, manto boscoso de diferentes especies, campos agrícolas, vegetación reflejada en las aguas de los humedales y copas frondosas en las sierras. Reino del mítico quetzal de plumas “verdes, verdes, verdes”, como rezan el poema del Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias.

Incontables matices de verde codifican y decodifican las maravillas naturales de Guatemala, aunque cabe señalar que mucho de él se ha perdido por la deforestación. Y sin embargo, el verde sigue allí: a veces repetitivo, a veces endémico, pero siempre apacible.

Desde la tierra

Degustar lo verde, el verdor, la verdura es una realidad en Guatemala. Lo ha sido, gracias a una tradición enraizada en la época prehispánica. En el artículo El aroma y las flores como parte de la identidad culinaria guatemalteca, el gastrónomo André Schrei apunta que la comida del país es de “profundidad étnica”, ya que hasta hoy incluye preparaciones referentes a la cultura maya, colmada de símbolos y rituales.

La fertilidad de las tierras del occidente guatemalteco le hacen justicia a la denominación de “La hortaliza de América”. Campos de cultivo en Quetzaltenango. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

En el lienzo de Quauhquechollan, que relata la conquista, aparecen símbolos que aluden a plantas como el esquisúchil, el ramón y el chipilín. El primero -conocido como árbol del Hermano Pedro, debido al que plantó este santoen Antigua Guatemala que se secó y ha vuelto a retoñar- es una especie nativa de Mesoamérica, de hondo significado místico.

El sagrado maíz florece en cada temporada y la milpa es como una serpiente con alas que simboliza el ciclo de la vida que se viene repitiendo desde tiempos prehispánicos. (Foto Prensa Libre: AP)

De esta cuenta, Schrei, quien dirige el proyecto Soy Raíces, pone de manifiesto en su investigación la existencia de 50 flores y hojas comestibles de la región mesoamericana. Entre ellas, el quilete o la pacaya.

Fruto de fuerte sabor y penetrante aroma, muy cotizado en países de Oriente Medio, que constituyen el principal mercado de exportación. Su cultivo representa el sustento para muchas familias en el área de la Verapaz. (Foto: Hemeroteca)

Pero sin duda uno de los platillos que mejor representa el verdor gastronómico es el jocón: un guiso de carnes cuya tonalidad verde surge de la mezcla de miltomate, cilantro, chile pimiento y tallos de cebolla: Patrimonio Cultural Intangible de la Nación desde 2007.

Una piedra sagrada

Cuando no se come, el verde se admira. En la cultura maya los colores tienen protagonismo por ser reflejos de la naturaleza. Lina Barrios, antropóloga del Instituto de Estudios Interétnicos y Pueblos Indígenas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, refiere que en el Popol Wuj, los héroes Junajpu e Ixbalanqué llegan a un cruce de cuatro caminos: rojo, negro, blanco y amarillo. Pero más adelante entra en juego el verde, cuando al personaje Wuqub Kak’ix lo colocan en dientes de jade.

Joyería realizada a partir del milenial jade. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Barrios lo describe como uno de los materiales más preciosos y apreciados por los mayas (más que el oro): era utilizado como decoración para el cuerpo, en la dentadura, colgantes de nariz y orejas, collares, pectorales, brazaletes, rodilleras y máscaras mortuorias. Aunque sus colores van del blanco al grisáceo, hay 23 tonalidades de verde según detalla el museo, fábrica y tienda Casa del Jade.

El poder del verde

Una de las expresiones de color más evidentes del Centro Hhistórico capitalino es el Palacio Nacional de la Cultura, edificado entre 1937 y 1942, y cuya obvia característica es el uso de granito verde. El humor popular lo bautizó muy pronto como “el Aguacatón” o “el Guacamolón” debido a esta característica.

El Palacio Nacional de la Cultura y sus 80 años de esplendor arquitectónico. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Otra edificación de simbólico verde es el Mapa en Relieve, construido en 1905 bajo la dirección del ingeniero y teniente coronel Francisco Vela: con increíble detalle refleja cadenas montañosas, cerros, volcanes, ríos, lagos, valles, cuencas, planicies, costas. Muy cerca se encuentra el bosque de árboles de hormigo, en el cual también hay otras especies: agapanto, algodón, amaranto, buganvilia, ceiba, níspero.
Verde biodiverso

Tras recorrer todo el país a lomo de mula, el ingeniero Francisco Vela dirigió la construcción del Mapa en Relieve, obra incomparable que fue inaugurada en octubre de 1905 y que está rodeada de árboles de hormigo y otras especies. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Literalmente, el mayor tesoro verde del país es su sistema de áreas protegidas, cuya mayor parte se encuentra en la Reserva de la Biósfera Maya, en Petén: 21 mil 602 kilómetros, que son un pulmón para todo el continente. Los biólogos Rocío Silva y Erick López, de la Universidad del Valle de Guatemala, estiman que la parte central-oeste de la reserva es la mejor conservada.

La selva ha sido la mejor guardiana del tesoro arqueológico de la cuenca El Mirador, una zona de cuya conservación depende buena parte de la biodiversidad del país. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Tiene maderas preciosas como caoba, cedro, cedrillo, chacaj, chicozapote, copal, escobo y rosul. Se trata de uno de los sitios con mayor riqueza de flora y fauna en la región mesoamericana, pero también está en peligro por la tala, los incendios forestales y la ganadería no autorizada.

Este asedio no es único de Petén, sino de regiones como la Sierra de las Minas, entre Baja Verapaz, El Progreso, Zacapa e Izabal. Aún así en varias de estas montañas habita el Quetzal, símbolo nacional para el cual se creó en el municipio de Purulhá, un biotopo para su conservación. Se trata de un ave majestuosa, considerada sagradapor los mayas y símbolo nacional. Un macho puede medir 37 centímetros, pero con todo y cola puede llegar a medir casi un metro.

La conservación de los bosques debe ser un ideal nacional por concretar, pues de ella depende la supervivencia del gran espíritu verde, la serpiente emplumada, el majestuoso quetzal. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca)

Así es el verde de este país: vivo, deslumbrante, resiliente, comestible y a la vez místico. Así comienza este viaje que cada semana nos llevará por los Colores de Guatemala.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.