Comercio ilícito
En la última década ha existido un boom por la explotación de esta preciada gema, tan grande que ha dado lugar a un comercio ilegal sin precedentes. El caso más reciente fue el decomiso, a inicios del mes de enero, de siete camiones cargados con jade y la captura de 10 personas por parte de la Policía Nacional Civil.
A los detenidos se les acusó de explotación de recursos naturales y cohecho, pero un juez de Zacapa los dejó libres por falta de mérito, aunque los ligó a proceso penal.
Desde hace varios años se conocen una serie de denuncias de tráfico ilegal de jade en el país en el Ministerio Público; pero se carece de datos de a cuánto asciende el trasiego, muchos de estos con licencias falsas, y con dificultades para procesarlo como delito, admite la fiscal de delitos contra el ambiente, Aura Marina Guzmán.
El Ministerio de Energía y Minas (MEM) únicamente ha autorizado siete licencias para la explotación de esta gema, y tres para exploración. Sin embargo, las autoridades de esta cartera calculan que el 95 por ciento de este mineral se extrae en forma ilegal. Fernando Castellanos, director de Minería del MEM, explica que el tráfico, especialmente a China, se debe a que existen vacíos en la legislación guatemalteca ya que no está tipificado como delito la explotación de minerales en la plataforma continental —tierra firme—. Solo se comete delito si esto ocurre a la orilla de mares, lagos y ríos por ser territorio del Estado, explica.
“En el 2012 se hizo un anexo para reformar la Ley de Minería, sumado a revisar el artículo 346 del Código Penal”, indica Castellanos.
Otro problema es que el suelo es propiedad privada, mientras que el subsuelo pertenece al Estado. “Y no se pueden levantar actas de minería ilegal en propiedad privada”, expone Castellanos, por lo que el negocio surge con los dueños de los terrenos, situación que preocupa a las autoridades de esta cartera pues el tráfico puede darse en forma desmedida, porque el jade puede hallarse tanto en la superficie como en el subsuelo.
Mary Lou Ridinger, propietaria de Jades S.A y pionera, junto a su esposo Jay, de esta empresa en el país desde 1974, comenta que este boom comenzó en el 2002 cuando un geólogo y un académico publicaron los puntos donde se ubicaban las canteras en el país, lo cual marcó el inicio de la explotación desmedida en el valle del Motagua por empresarios asiáticos.
“Durante 35 años mi esposo y yo decidimos no divulgar dónde están los yacimientos de jade para no provocar una carrera de avaricia, sino más bien explotarlo en forma artesanal y preservar esta riqueza en el país“, asegura Ridinger, quien prevé que a este ritmo en unos cinco años esta gema podría agotarse en el país.
La piedra del Motagua
Los yacimientos de jade a lo largo del Valle del Motagua —principalmente en El Progreso, Zacapa y Jalapa— surgieron a raíz del choque de las placas tectónicas del Caribe hace miles de años, explica Ridinger, experta en el tema. Castellanos, añade que esta formación geológica se debió a un choque lento con alta presión y baja temperatura. “Por eso es una piedra muy dura y fría. No se rompe, pero si se le prende fuego estalla”, expone.
Existen dos tipos de jade: jadeíta y nefrita. El primero es el más valioso y escaso y se encuentra en Guatemala, así como en parte de California, Suiza, Siberia, Rusia; Japón y Birmania, mientras que las vetas de nefrita se localizan en 19 países, según la revista National Geographic.
La composición química de la jadeíta es una combinación de silicato, sodio y aluminio. Su color puro es blanco, y los distintos tonos se deben a la inclusión de otros minerales. “Es una piedra preciosa”, afirma Ridinger.
La nefrita es una piedra que se compone de calcio, magnesio, hierro y silicato. “No es una gema preciosa sino una piedra para tallar”, indica la experta, quien con los años ha desarrollado la habilidad visual para distinguirlas de las imitaciones.
La primer prueba en el campo de manera empírica sirve para determinar si es jade con el golpe del martillo. Emite un tono metálico y el rebote es distinto al de una piedra común.
La segunda se lleva a cabo en el laboratorio donde se evalúa su peso a través de un procedimiento especial. Se coloca en una solución química, si la roca cae en el fondo del recipiente es porque es jadeíta y si flota es otro mineral.
Además de la anterior, existen otras pruebas científicas más especializadas, como el empleo de espectómetros que miden el reflejo de luz de la piedra.
Imperial, el mas valioso
Las tonalidades y transparencias del jade van desde el verde claro, pasando por tonos más oscuros, azulados, lilas, negros y blancos hasta naranjas. Los colores se deben a la combinación de minerales, lo que le imprime un toque único a cada gema.
El más codiciado es el “imperial”, que es una piedra verde, brillante y transparente que se encuentra principalmente en Myanmar, Birmania.
Un ejemplo de su valor es una pulsera que se subastó en la casa Christie’s de Hong Kong en 1999 por US$2.5 millones. Otro, el collar más caro del mundo de 27 piezas pulidas sujetas a un broche de rubí, el cual se subastó en 1997 por la misma casa en US$9.3 millones y en el 2014 por Sotheby’s por US$27.4 millones.
Este tipo de jade también fue encontrado en Guatemala en el 2005, asevera Ridinger, quien resalta que en el país también se encuentran variedades únicas y muy apreciadas como el jade azul olmeca, bautizado así por los arqueólogos y el galactic gold jade, una variedad oscura con incrustaciones de siete metales, entre estos oro, zinc y plata.
Una buena parte del valor de este jade se debe a su durabilidad, porque es una piedra que no se puede destruir. “Su vida es de 400 millones de años”, resalta Ridinger.
Por unos quetzales
En el mercado internacional la calidad y el color determinan su cotización y precio, pero para los pequeños propietarios como Cantoral, el valor monetario de un quintal de jade no pasa de los Q100 en las variedades manzano, aguacate o negro.
Según Castellanos, un quintal puede valuarse desde US$300 hasta US$4 mil en el mercado internacional. “En China se valora la transparencia, para los europeos es mas bien un lujo”, explica.
En los últimos años, el mercado chino ha inventado una serie de imitaciones que van desde serpentina, ámbar, cuarzo aventurina, cuarzo verde, cuarzo rosa y otras; por lo que los compradores deben ser cautos a la hora de adquirir sus joyas, advierte Ridinger.
Tesoro maya y azteca
Para los antiguos pueblos de Mesoamérica, el jade llegó a tener más valor que el oro. Los mayas y aztecas veneraron esta piedra hace más de 3 mil 500 años y la consideraron un símbolo de inmortalidad, asegura Ridinger.
El estudio de Brigitte Kovacevich, Jade en Guatemala una historia de investigación, señala que el jade simbolizaba el maíz, la centralidad, la realeza y el camino hacia el inframundo.
Con el jade se fabricaron objetos como orejeras, máscaras y figurillas con los cuales enterraban a sus dioses. Incluso, practicaban incrustaciones en los dientes.
Algunos de los hallazgos mas importantes han sido la máscara de Tikal que se encuentra en el Museo de Arqueología y Etnología, y la máscara del rey Pacal en Palenque, México; cuyo entierro llevó consigo 26 libras de jade, incluyendo la famosa máscara.
Cuentan las crónicas que con el arribo de los españoles a Mesoamérica, el rey azteca Moctezuma envió a su embajador a regalar a Hernán Cortés dos pequeñas piedras de jade imperial. “Cada piedra vale dos cargas de oro”, dijo el embajador a Cortés. Puesto que el conquistador no conocía su valor, se cuenta que tiró las piedras.
Con el tiempo, los aztecas pidieron tributo a los mayas. Estos se negaron a pagar con jade por lo que les dieron piedras similares. “Casi todo lo que hay en los distintos museos sobre este período azteca —1250 a 1520 d.C— es falso”, sostiene Ridinger.
Fue así como la preciada gema fue quedando en el olvido, hasta que en 1974, los Ridinger iniciaron la exploración del jade en Guatemala y abrieron las puertas de Jade S.A. “Desde esa fecha, hasta la aparición del reportaje en National Geographic en 1987, se pensó que no existía esta piedra en Guatemala”, afirma la experta estadounidense.