Revista D

El gato en las letras

A dónde van los gatos por las noches? Esta pregunta talvez pueda responderse de dos formas. La primera es la más lógica y aburrida. La segunda es la que da paso al mundo místico y literario de esos felinos nocturnos.

Los gatos y la Literatura no solo se relacionan en los cuentos infantiles o de brujas. Su relación es más profunda. Podría decirse que es como en el antiguo Egipto, en donde eran motivo de veneración, y quien los dañara podía recibir la pena de muerte. O al estilo de la sociedad romana, en donde eran considerados una mascota exótica y de lujo.

¿Por ser seres libres o por ostentar un ego superior? No hay certeza, pero la relación entre escritores connotados y estos felinos domésticos ha quedado registrada no solo por anécdotas, sino, incluso, les han dedicado algunas letras.

La psicóloga Silvia Palma afirma que  los rasgos de “personalidad independiente, egocéntrica, interesada en el amor condicionado del gato lo hacen ser  un ser creativo,  al igual que el escritor acostumbrado a expresarse libremente”.

Famosos

Cuando el argentino Julio Cortázar iba durante el verano a su casa de Francia, esperaba la visita de Teodoro W. Adorno, un gato “sucio y canalla” que vivía entre la basura. ” (He) escrito casi nada sobre gatos, cosa más bien rara porque gato y yo somos como los gusanitos del yin y el yang interenroscándose”, escribió. Lo cierto es que los gatos no son de nadie, sino de ellos mismos, de tal forma que Cortázar también sufrió por el desprecio que se mereció haberlo dejado por siete meses. ¿Y el Tao, y los amores, y esa manera de jugar con las pelotas de papel que hacíamos con los suplementos dominicales de La Nación?

Beppo fue el gato de Jorge Luis Borges. Se dice que lo seguía hasta a la cantina y le gustaba jugar con los cordones de sus zapatos. Un día Beppo se miraba en un espejo y creía ver otro gato, posiblemente a un rival. Eso motivó a Borges a escribir el poema El gato blanco, publicado en el libro La cifra, en 1981. El gato murió después de 15 años de amistad con Borges.

 Pleito legal

Ernest Hemingway es un caso especial que llega hasta nuestros días. Él tenía un gato con seis dedos en una pata delantera llamado Bola de nieve. Al morir el escritor, el felino se había reproducido y varios de sus descendientes se quedaron a vivir en la casa de Key West, Florida, que hoy está abierta al público como un museo.

En el 2012, unos 40 gatos “perdieron un litigio” contra la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, pues un visitante denunció que estaban descuidados, por lo que el dictamen indicó que debían ser enjaulados  por agentes del Departamento de Agricultura  para su protección, pues forman parte de la exposición de la casa del Nobel.

El recientemente desaparecido escritor mexicano Carlos Monsiváis gozó durante su vida de la compañía de unos 30 gatos, a los cuales consentía cuales niños. Al enfermar, el médico le prohibió tenerlos, debido a que padecía enfisema pulmonar, por lo que decidió mudarse.

Junto a su esposa creó una organización civil llamada Gatos olvidados, que funciona en la Ciudad de México.

Terroríficos

En su particular estilo, Édgar Allan Poe también inmortalizó a su gata Catarina, en la que se inspiró para escribir el cuento El gato negro, que relata cómo, luego de haber matado a su gato, Plutón, otro casi idéntico lo hace delatarse a la Policía, luego de haber cometido un crimen.

Aunque el prolífico escritor estadounidense Stephen King habla poco de su vida personal, se sabe que tiene varios gatos como mascotas. Además, los conocedores de su obra afirman que siempre aparece la figura felina en sus relatos. Al igual que Allan Poe, King lo introduce en el relato como un animal con características sobrenaturales.

 Perfecto

Es Pablo Neruda quien le dedica una Oda al gato, al que asigna la categoría del ser más perfecto de la creación. “Mínimo tigre de salón, (…) todo es inmundo para el inmaculado pie del gato”.

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