Revista D

|

Suscriptores

Luis Villar Anleu, el biólogo que propuso otra forma de comprender los ecosistemas en Guatemala

El autor ha desarrollado una investigación biológica constante como postura para reivindicar la identidad de la naturaleza en Guatemala a lo largo de once libros y varias investigaciones.

Luis Villar Anleu, el biólogo que propuso otra forma de comprender los ecosistemas en Guatemala

El investigador Luis Villar Anleu en el Jardín Botánico de la Universidad de San Carlos. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

Para entender la historia de un lugar es preciso observar los elementos que sustentan esa idea de territorio donde confluyen los diferentes seres vivos y su entorno. De esa interrelación surge el concepto de naturaleza, el conjunto generado por procesos geológicos y climatológicos que abren paso a un escenario mutante de bosques, selvas, manglares, cerros, costas, que dan cuenta de una topografía diversa y cautivadora.

Guatemala fue declarada país megadiverso en el 2010, y el sistema de biomas ha funcionado para rastrear distintas latitudes que la naturaleza ha reclamado a lo largo de su expansión.
Aunque esta categoría y herramienta se ha socializado por más de cuatro décadas en los campos de estudio biológico alrededor del mundo, en el país fue el investigador y biólogo Luis Villar Anleu quien, a través de artículos y libros, impulsó el término con el propósito de recuperar nociones más claras sobre lo que “somos” en términos identitarios de la naturaleza que nos rodea.

Villar Anleu plantea que la categoría bioma responde a una necesidad de hacer explícita la comprensión de los elementos que constituyen un segmento de vida mediado por condiciones climatológicas, de temperatura y suelo.

Antes de aproximarse al término de los biomas y de convertirse en su defensor en publicaciones, así como frente a varias entidades académicas, Villar Anleu era un maestro que había encontrado “su sentido” en la antigua Facultad de Ciencias Naturales y Farmacia de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac).

Sin embargo, antes de su inserción a la academia, el investigador se recuerda a sí mismo como un niño curioso de Panajachel, Sololá, que prefería jugar con la naturaleza. Además de su relación cotidiana con la tierra, el agua, el aire, los arbustos o los animales, había encontrado un semillero de imaginación en los relatos escritos por Julio Verne y Emilio Salgari.

A más de 60 años de aquella etapa de su vida y de 40 de haber iniciado su carrera científica, recuerda cómo su nombre ha llegado a las portadas de más de 11 libros de biología guatemalteca. También ubica en su memoria las aulas donde impartió clases, así como los laboratorios y las zonas de vegetación en las cuales encontró respuestas para su vida y para la historia de Guatemala.

Hoy sigue insistiendo en este cúmulo de experiencias y persiste en la defensa de los biomas, a pesar de las tesis contrarias que prefieren abordar otras entidades o investigadores en el mismo campo de estudios.

Villar Anleu se encuentra en un período de tranquilidad y reflexión intelectual donde contraría la rigidez teórica y prefiere sentir la naturaleza a través de nociones como la “biopoesía”, con la cual expone una crítica contra el desaprovechamiento y el despojo de los recursos naturales.

¿Cómo fue cambiando su vínculo con la naturaleza desde su niñez hasta el presente, como autor?

En mi familia fui el único que se fue por esa rama. Aunque todos estábamos en un mismo medio, digamos, una misma dimensión natural, no todos vivían esa relación tan intensamente como ocurrió en mi caso. Sin darme cuenta, terminé siendo muy influenciado por mi papá, que era maestro de escuela.

Cuando estudié en el Instituto Nacional para Varones Antonio Larrazábal tuve la motivación de ser docente por el gusto de enseñar. En la Usac estudié en la Facultad de Ciencias Naturales y Farmacia —que hoy es la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia—, y ahí descubrí carreras que eran afines a mí, como la Biología. Al estudiarla pude entender lo que soy.

Con el transcurso de los años, cuando veo las cosas que he publicado, he descubierto que escribir es una de mis formas de enseñar y no lo hago solo por placer, sino porque siento un compromiso de poner a disposición de las demás personas lo que sé. Además de artículos e investigaciones, he publicado 11 libros con base en la investigación biológica.

Sus libros e investigaciones van en la vía de recuperar una identidad sobre la naturaleza del país. ¿Es una especie de militancia científica?

Allí hay una cuestión, y es que yo me rebelaba mucho ante la influencia de textos que han modificado nuestro lenguaje popular y coloquial. Me refiero a los vecinos del norte, que son los que más libros sobre ciencia nos mandaron durante la época en la que yo empezaba a investigar.

En ese tiempo, la producción editorial era enorme, comparada con Guatemala. Nosotros, hasta hace poco empezamos a publicar, pero antes había demasiada influencia de textos que no se sentían propios. Ahí surgió mi deseo de militar con las investigaciones.

Tal vez este apego ha resultado porque uno también se da cuenta de que no solo la naturaleza, la geología o la biología dan rasgos de una identidad que no ha sido del todo valorada, sino también negada.

El botánico estadounidense Leslie Holdridge publicó su teoría sobre las “zonas de vida” y usted propone los biomas. ¿Es un reto para la comunidad científica local?

Sí, hubo una crítica en el sentido de que no se entendía la nomenclatura de los biomas, porque según algunos les faltaba algo. Básicamente a eso se reducían las observaciones. Para mí, que tuve que estudiar a Holdridge y entenderlo —de hecho, recibí clases con él—, los nombres de las “zonas de vida” no son muy explícitos.

Por otro lado, en la propuesta de los biomas se habla de forma más amplia porque los autores establecieron que había, entre varios biomas, la selva tropical húmeda, la sabana costera, la selva de montaña y el bosque de montaña, entre otros. Son nombres más descriptivos.

Para entender cómo se nombraron debe prestarse atención a la estructura. La diferenciación de un bioma no se ve solo en el clima, sino en la forma en que crece la vegetación.
Por ejemplo, se puede ver cómo en el jardín botánico hay distintos tipos de ambientes incluso cuando todas las especies están en un mismo lugar. La vegetación provee una estructura diferente. La humedad tiene que ver allí, pero no al nivel de Holdridge. También hay otros elementos como asolamiento, insolación, exposición, humedad relativa, cantidad de niebla, etcétera.

Luis Villar Anleu, el biólogo que propuso otra forma de comprender los ecosistemas en Guatemala
El involucramiento de Luis Villar Anleu con la naturaleza incluye críticas al deterioro, depredación y expropiación de la misma. (Foto Prensa Libre: Alejandro Ortiz López)

¿Qué posibilidad le ha aportado la contrapropuesta académica mencionada?

Creo que no me ha gustado leer a autores extranjeros que explican lo que somos. Con mis investigaciones he encontrado una posibilidad de involucrar a la gente y a la naturaleza.
Mi tendencia ha sido el rescate de las identidades ligadas a los recursos naturales. En un libro que escribí, La cocina popular guatemalteca, ocurrió algo parecido: fue concebido como un texto de denuncia frente a la negación de la identidad de nuestra cocina, y también criticaba la influencia extranjera.

Una rebelión interna me hizo llegar a ese libro y a otros que he escrito. Para mí, se trata de una tendencia que va hacia lo popular, pero sin ser populista, que es un término de connotaciones políticas que se ha vuelto hasta peyorativo. Considero lo popular en su acepción más formal: lo que es y lo que pertenece al pueblo.

Sus exploraciones lo han llevado a determinar una “biopoética”. ¿A qué alude el término?

Probablemente llegué al planteamiento de forma muy espontánea. El camino que lleva hasta ahí ha sido bastante natural. Ha sido de tomarlo, nada más, y seguirlo. El término es algo que comencé a pensar luego de leer el ensayo Un texto científico de geopoesía que escribió el geólogo Harry Hammond Hess.

Me pareció que esta persona tenía un poco más de entendimiento hacia la vida y lo que le rodeaba. Creo que hacer eso es generar empatía, y a la vez, uno busca eso con estas investigaciones: que seamos más empáticos con la naturaleza y con nosotros mismos. Si así se lograra, creo que viviríamos en un mundo mejor.

Luis Villar Anleu, el biólogo que propuso otra forma de comprender los ecosistemas en Guatemala
Algunos de los libros publicados por Luis Villar Anleu, que tratan de la biología humana, vegetal y animal. Además de gestionar algunas publicaciones con sus propios recursos, sus textos se pueden encontrar en plataformas académicas como la Editorial Universitaria de la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde ha transcurrido gran parte de su carrera. (Foto Prensa Libre: Cortesía Luis Villar Anleu)

Yo ponía en práctica esta forma biopoética cuando escribía informes de campo. Algunos de mis compañeros me criticaban porque decían que era poco científico el hecho de colocar afectos o emociones en las investigaciones, pero siempre había datos. Lo que pasa es que uno puede jugar con esos datos y presentarlos de cualquier manera. Claro que habrá quienes lo vean de manera distinta.

Recuerdo a un maestro que enseñaba con anécdotas y contando chistes. Él decía que era mejor enseñar como payaso y no como un sabio aburrido. Quizás en ese tiempo no lo entendí, pero luego me di cuenta que sí. ¿Qué fue lo que hizo ese payaso? Motivarme para que aprendiera más allá de lo que alguna vez supe, por una de las anécdotas que contaba en clase.

¿Por qué estima importante la forma de categorizar la naturaleza y conocer más sobre los biomas en el país?

Es que da mucha tristeza ver el deterioro de nuestros recursos, la dilapidación y el mal manejo e incluso el robo. ¡Y hay robo! Cuando hablamos de lo que está ocurriendo en la selva maya, cuando vemos la depredación de maderas preciosas, de fauna, cuando se roban las cuencas de ríos para alimentar a ejecutivos. Los recursos deben tener un mejor destino.

Vemos que hay una hambruna declarada en Guatemala, habiendo tanta riqueza. Las hierbas que tenemos son altamente nutritivas, e incluso hasta la Nasa ha utilizado el amaranto para los viajes. Por eso creo que en Guatemala la falta de educación y conocimiento hacia el pueblo es una forma de mantenerlo subyugado. La ética o la biología son temas que siguen apachados. Esto evita que nazca la conciencia por comprender lo que tenemos y lo que somos.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.

ARCHIVADO EN: