Por 35 años de carrera, Quezada se ha desempeñado como solista de piano, director musical, director de orquesta, arreglista, catedrático y, en la actualidad, director artístico del Conservatorio Nacional. Hoy tiene 54 años y aún conserva la disciplina de practicar, durante la mañana, hora y media en el piano, las nuevas partituras para sus estudiantes.
Carrera en ascenso
Recién graduado, en 1977, partió hacia Washington D.C. para ofrecer un concierto junto con el violinista Henry Raudales. “Ambos fuimos una sensación, por nuestra baja estatura”, comenta.
A partir de esa presentación, Quezada obtuvo una beca para estudiar música en la Universidad de Alabama, en Birmingham, Estados Unidos, y luego continuó con otra beca en California, para especializarse en estudios de grabación.
A su regreso lo contrató la disquera Dideca Internacional, donde comenzó su carrera discográfica. Durante 10 años se desempeñó como director y arreglista musical, y destacaron sus producciones con artistas como Ricardo Arjona —los primeros tres elepés-, Elizabeth y Vanessa. Su discografía incluye 14 álbumes en piano de música popular romántica, dos discos compactos en Estados Unidos y otro en Chile.
Quezada ha compartido su talento musical entre la música clásica y la popular. “Tengo esa dualidad y me siento bien en las dos”, afirma.
Desde 1993 divide su tiempo con la docencia, profesión en la que se especializó en niños y jóvenes. “Impartir clases también es creativo”, indica.
Según su experiencia, la edad ideal para aprender a interpretar un instrumento es a los 5 años, para que a los 7 u 8 comiencen los estudios formales. De esa cuenta, su plan es que los alumnos se gradúen entre los 16 y 17 años, y con ello se evite la alta deserción. “Si entran a estudiar muy tarde, es muy probable que los padres ya no puedan sostenerlos, adquieren otros compromisos y abandonan”, comenta.
Reconoce, sin embargo, que el ambiente musical en el país se ha superado. Ahora hay tres universidades que imparten la Licenciatura en Música y una de estas con especialización.
Gestión artística
Como docente, uno de sus mayores retos, junto a los maestros del Conservatorio, es que los estudiantes aprendan a ser gestores culturales —organizar sus propios conciertos—. “Desde nuestra experiencia les enseñamos a que no tienen que depender de las instituciones del Estado, sino que ellos mismos pueden ser sus propios empresarios”, resalta.
De esa cuenta les enseñan detalles desde “cómo conseguir patrocinio, redactar una carta para una empresa donde el gerente no sabe nada de arte, pero que —el documento— lo motive a invertir”.
Parte de los objetivos académicos, resalta, no solo es hacer profesionales de la música, sino amantes de esta. “Creamos público para que vaya a los conciertos”.
Más de tres décadas de experiencia entre el ámbito privado y oficial, le han dado, según afirma, la certeza de que el buen artista puede vivir de su arte sin pasar las penas de antaño. “La música da de comer”.