Revista D

Piezas biónicas

Las prótesis constituyen una alternativa ante la pérdida de una extremidad.

Daniel Urrutia, karateca cinta negra, perdió una pierna tras un accidente en motocicleta. En la actualidad, emplea una avanzada prótesis electrónica.

Otro caso es el de Melvin Castro, un joven que reside en el municipio de Mixco. Su casa se incendió cuando él se encontraba adentro. Los médicos, luego del incidente, creyeron que no iba a poder usar ni siquiera una prótesis, pero el veinteañero demostró lo contrario.

“Ahora camina bastante bien con la ayuda del aparato. Además, siempre mantiene una actitud positiva frente a la vida; está contento, con ánimo”, asegura el ortopedista Julio Fuentes, director de la empresa Ortopedia Centroamericana, ubicada en la zona 7 de Mixco.

Estos ejemplos muestran que la vida puede cambiar de pronto a consecuencia de un accidente, ya sea de tránsito, laboral o de cualquier otro tipo. En Guatemala, según Fuentes, es común que a algunas personas les amputen una pierna a raíz de la mordedura de una serpiente, la diabetes o del osteosarcoma —cáncer en los huesos—.

Las prótesis también las llegan a necesitar los niños, a quienes se les amputa alguna extremidad a causa de enfermedades congénitas. Sea cual sea el motivo, es difícil sobreponerse a una de esas situaciones. “Hay dos niveles de amputación: la física y psicológica”, refiere Fuentes.

Hace algún tiempo, Luis Fernando Coronado pasó por un complicado proceso quirúrgico después de un percance en su trabajo. La consecuencia fue la amputación de una pierna que lo sumió en la depresión. Por eso, los expertos aconsejan recibir terapia psicológica luego de un suceso como este.

Artificiales

Existe una amplia variedad de prótesis y cada una se diseña de acuerdo a las necesidades del paciente. Las hay desde posoperatorias hasta rodillas controladas con microprocesadores o mioeléctricas.

Las más comunes son las parciales de pie, las transtibiales y transfemorales —abajo y arriba de la rodilla, respectivamente—, para desarticulación de rodilla o de cadera, parciales de mano, para desarticulaciones de muñeca, codo u hombro, las transhumerales y las transradiales —debajo del codo—. A estas se les suman las pediátricas.

En cualquier caso, sus objetivos son que el paciente recupere la movilidad corporal y que le otorgue estabilidad emocional, refiere Lucrecia Fuentes, de la firma Centro Biónico.

En cuanto a los materiales, también hay una gran variedad. Entre los más empleados están el polipropileno, las resinas poliéster con fibra de vidrio y las acrílicas con fibra de carbono —este último es el mejor, en opinión de los expertos, ya que es más liviano y duradero, aunque de mayor costo—.

¿Cuál elegir en caso de necesidad? Eso depende mucho de las actividades diarias del paciente así como de su capacidad económica. Una prótesis debajo de la rodilla cuesta entre Q4 mil y Q94 mil, dependiendo de la tecnología aplicada.

Para una amputación abajo del codo puede valer desde Q7 mil hasta Q195 mil. En Guatemala también se consiguen las bioeléctricas —con movilidad de muñeca y dedos—, a unos US$85 mil.

Debido a los precios altos, hay programas de ayuda a personas de escasos recursos. De hecho, tanto el Centro Biónico como Ortopedia Centroamericana contribuyen en las donaciones.

Alí Lemus, ingeniero en Computación por la Universidad Francisco Marroquín y director de Investigación y Desarrollo de la carrera de Ingeniería en Sistemas y Ciencias de la Computación de la Universidad Galileo, ha trabajado en la Galileo Hand, una prótesis que pretende bajar los costos.

Una mano biónica como esa, en otras partes del mundo, puede costar hasta US$30 mil, pero la de Lemus, aún en fase desarrollo y pruebas, vale alrededor de US$500. Todo un logro.

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