Pero el ejercicio del periodismo, asegura, fue la más grande aventura de su vida. “Fue lo más hermoso para mí”, dice, nostálgico. En su juventud, por ocho años, formó parte de importantes redacciones guatemaltecas, entre ellas las de El Imparcial —desaparecido— y Prensa Libre. “Pero el periodismo es efímero —comenta—. ¡No hay cosa más antigua que una vieja de 90 años y el periódico de ayer!”, agrega en son de broma.
El resto de su vida profesional —casi 45 años— la formó en importantes entidades bancarias, pero nunca se desprendió del mundo literario.
Recientemente lanzó su libro Los enigmas de la Independencia, 1808-1823, tomo I, el cual narra, en forma detallada y amena, el complejo proceso independentista del antiguo Reino de Guatemala.
“Estuve metido días enteros entre los anaqueles viejos y polvorientos de varias librerías, para encontrar la verdad”, refiere. “Hay que revisar muchos documentos, hasta encontrar joyitas”, agrega.
¿Extrañó el periodismo en sus años de banquero?
Por supuesto; y eso que esas profesiones no son compatibles, pues el periodismo prospera con la indiscreción de la fuente de información, mientras que la banca lo hace con la discreción, porque es el dinero de los demás lo que se maneja. Pero al retirarme, por mi instinto de escritor, quise hacer esto —muestra su libro, Los enigmas de la Independencia, 1808-1823, tomo I—.
Otros autores han tratado ese tema. ¿Cuál es su intención al retomarlo?
Mire, a mí siempre me dio vergüenza que, siendo chapín, no sabía cómo nos ha bíamos independizado. En efecto, hay varios, pero no todos los conocen. Mi libro, imagínese, tiene 23 páginas de bibliografía. Lo que intenté fue condensar toda esa in- formación y describirla de una forma amena y con muchos detalles.
A su juicio, ¿es suficiente lo que enseñan en las instituciones educativas sobre la Independencia?
De ninguna manera. Incluso, las celebraciones del 15 de Septiembre son simples. Solo dicen que hubo próceres, que se juntaron, que aprobaron la independencia, que José Cecilio del Valle redactó el acta, y de ahí en adelante todos felices. No hay más contenido que eso, pero cuando uno investiga se da cuenta de que hay un mundo detrás de todo eso.
¿Considera que su obra es objetiva y justa con la verdadera historia?
Los años que ejercí el periodismo me enseñaron que siempre hay que luchar por la imparcialidad, la equidad y la objetividad, aunque esta última sea muy difícil de mantenerla, ya que es relativa.
En su libro menciona que la Independencia se la debemos a Napoleón Bonaparte.
Napoleón fue el gran iniciador del movimiento independentista en el Nuevo Mundo, pues, con las acciones que llevó a cabo en Europa —como la guerra que libró contra el Imperio español— despertó el interés de la gente en América por autogobernarse.
Según sus investigaciones, ¿qué otras razones despertaron en los criollos el espíritu independentista?
Todo esto surgió muchísimos años antes, incluso desde el siglo XVI; es decir, a poco de haberse descubierto América. En ese entonces, los primeros criollos se dieron cuenta de que no eran dueños de la tierra en la que nacieron ni tampoco eran conquistadores; se consideraban una tercera raza. Así, pues, surgió en ellos un sentimiento de pertenencia por este lugar.
¿Una especie de orgullo nacional?
Sí, y eso creció bastante durante los siguientes años. De hecho, muchos historiadores lo fomentaron, como Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, un criollo que, en su Recordación Florida, cantó las bellezas del Reino de Guatemala. Otro fue Rafael Landívar, cuya obra escribió desde Bolonia, luego de que su orden, la jesuita, fuera expulsada de estas tierras en el siglo XVIII. A la par de esto surgió una fuerte pugna entre los nativos y los gachupines —españoles—, pues estos últimos se sentían superiores y trataban a los demás como basura. Eso hizo que se desarrollara el rechazo a la ocupación de los ibéricos y el orgullo nacional que usted menciona.
¿En América se pensó en autonomismo o en independencia?
En 1808, mientras se libraba la guerra entre España y el Primer Imperio Francés, surgieron en el Nuevo Mundo propuestas para ser autónomos, pero bajo la sombrilla de la Corona española. Pero, en 1820, cansados de que no nos hacían caso, se abandonó la idea y se pidió independencia. En esa fase, los españoles nos mandaron a un tirano, José de Bustamante y Guerra —capitán general de Guatemala entre 1811 y 1818—, con el objetivo de aplacar los movimientos, pero no lo logró. Después nos mandaron a un chocho —Carlos Urrutia y Montoya—, quien luego le cedió el poder a Gabino Gaínza, un simpatizante por la causa independentista.
Sin embargo Gainza, acusó de traidor a Agustín de Iturbide, tras haber firmado el Plan de Iguala —la declaración de independencia de México—. ¿No es eso contradictorio?
Mire: Gaínza era un gallina. Nunca pensó que la independencia fuera posible en el Reino de Guatemala y por eso proyectaba una imagen de fortaleza y lealtad hacia la Corona española. Pero le jugaba la vuelta: a 10 días del 15 de septiembre de 1821 aceptó el Plan Pacífico de Independencia —documento que dictaba los pasos para separarse en forma pacífica de la monarquía; este fue descubierto hasta 1963 entre los archivos de la familia Aycinena—. Así que a Gaínza lo compraron; llegamos a la Independencia por una traición.
¿Quiénes orquestaron ese plan?
Fue un pequeño grupo, entre ellos la familia Aycinena, Pedro Molina y Juan Francisco Barrundia.
¿Se buscó la Independencia para que las familias de la élite mantuvieran su poder?
En parte es cierto, pero, como le he dicho, es una acumulación de muchas cosas. Cada sector social tenía una agenda propia. A los ricos les convenía la independencia para llegar al libre comercio, mientras que a los artesanos, agricultores y muchos que no tenían qué comer, que vivían en los arrabales, les interesaba porque tenían un tremendo sentimiento antiespañol, por la forma en que los trataban.
¿A qué acuerdo se llegó con la firma del Acta? Una facción consideró que se había firma- do la independencia absoluta a la espera de resolver la forma de gobierno y declaración de leyes, mientras que otra parte indicó que había que esperar la resolución de las demás provincias.
No se declaró una independencia absoluta ni condicionada, solo suspendida, pues le tiraron la chibolita al congreso, que debía reunirse en los meses posteriores. La gente no se dio cuenta de eso y solo se les dijo: “Somos independientes”.
¿Cree que fue una farsa?
Fue un relajo, porque el acta que redactó José Cecilio del Valle creó un gobierno de tres cabezas. Uno, porque menciona que los funcionarios españoles seguían en sus puestos. Dos, que seguían vigentes las leyes de España. Tres, que se formó una junta consultiva provisional para asesorar a Gaínza durante su mandato.
O sea que solo se salió del paso de la Corona, pero no hubo independencia real.
¡Exacto! ¿Dónde ha visto usted un país que hace una revolución y permite seguir a los mismos de antes y con las mis- mas leyes? ¿Cómo es posible? ¡Es que ninguna revolución se hace sin romper paradigmas ni confirmando al régimen anterior! ¿Qué tipo de independencia nos han vendido?. ¿Que tipo de Independencia nos están enseñando en la escuela?
De esa cuenta, todo estaba puesto para caerse en pedazos.
Y así sucedió. El 2 de enero de 1822 se anuló lo llevado a cabo el 15 de septiembre anterior y el territorio centroamericano se anexó al imperio mexicano. En el Reino de Guatemala, el propósito independentista solo fue un plan operativo, no ideológico. No se pensó en crear una gran patria.