La reunión de compañeras de la universidad siempre es un motivo de alegría. Luego de casi un año de no vernos hay muchas cosas por contar. El trabajo, los niños, la pareja y las cirugías plásticas. “Sí, me aumenté el busto y estoy feliz” —caras serias y luego carcajadas—. Era evidente. Suspiran las que acaban de tener bebé y las más gorditas.
Pero si lo hacen las estrellas de cine, los políticos, mi vecino y las abuelitas, ¿por qué no hacerlo yo también? Sin embargo, el hecho de que muchas personas se sometan a cambios físicos, con o sin cirugía, no significa que esté bien, pues de estos procedimientos podrían resultar grandes problemas para la salud, sobre todo cuando no se consulta con las personas idóneas.
En Guatemala, solo 31 médicos están afiliados a la Asociación de Cirugía Plástica. Estos atienden en nuevas consultas y reconsultas a unos 20 pacientes cada día, afirma José Fernando Silva, miembro de la entidad.
Por un ideal
Según el historiador y sociólogo francés Georges Vigarello, el fenómeno de transformar el cuerpo inició a finales del siglo XIX y maduró con gran fuerza en el período entre guerras mundiales, para llegar hasta nuestros días a establecerse en los estándares personales.
“En el siglo XX se creó un espacio psicológico donde el individuo de las sociedades democráticas soñaba con incontables transformaciones”, con el objetivo de “modelar el cuerpo a voluntad”, lo cual generó nuevos problemas y definió aspiraciones con base en “presiones sociales y competencias imaginarias”, afirma en su libro La historia de la belleza.
Para Vigarello, las aspiraciones cambian con el tiempo y la cultura. Los ideales de belleza siempre tuvieron su mejor modelo en las personas de la aristocracia, pero a partir de la popularidad del cine norteamericano se pueden destacar los tipos exaltados por esa industria, como Marilyn Monroe o Brigitte Bardot, y cualidades difundidas por las revistas y la televisión como tener sex appeal, ser fotogénico, la delgadez, el bronceado, la musculatura y, más recientemente, el aspecto juvenil y natural de la piel y la figura.
La moda se impone desde el punto de vista de su valor social. En un sistema de consumo, donde la belleza se ha vuelto una cualidad necesaria para el éxito material, las mujeres con posibilidad de modificar una parte del cuerpo se han convertido en clientas de este mercado, comenta el psicólogo social Carlos Ortiz.
Asimismo, este experto señala que en los países industrializados, como Estados Unidos, el desarrollo de esta industria y su demanda son amplias, pero además mantiene restricciones para su uso, y las personas que quieran someterse a una operación estética deben pasar primero por un proceso psicológico.
En el caso de Latinoamérica, donde hay menos limitaciones y existe la clandestinidad, las mujeres pueden acceder fácilmente a operaciones que modifiquen su rostro y cuerpo. Y las razones psicológicas no tienen participación en la toma de decisiones éticas, lo que pone en riesgo la salud de algunas de ellas.
Acudir al bisturí
Cuando ni el ejercicio ni los tratamientos estéticos son efectivos o lo deseable, la alternativa para algunas personas es acudir a un cirujano plástico. Una de las cirugías que despiertan más interés es el lipofilling o implante de glúteos, para lo cual hay distintas opciones. “Algunas pacientes creen que no tienen glúteos, pero al eliminar la grasa de la espalda pueden ver que sí. El tratamiento dependerá de cada paciente. Lo que deben rechazar es utilizar biopolímeros porque pueden causar complicaciones serias”, añade López.
Agrandar los glúteos con grasa también es posible, pero se corre el riesgo de que la grasa se absorba, más si la paciente empieza a hacer ejercicio. El implante es un resultado definitivo y no necesita cambios; sin embargo, de la técnica que se utilice dependerá que se vea natural.
¿Pero qué sucede con aquellas personas que se someten a muchas cirugías en busca de la perfección de la figura, la cual parecen no alcanzar? “Si hay una falsa percepción de la realidad o una sobrevaloración de los defectos físicos siempre estarán inconformes con los resultados. Lo que hay que cambiar son los pensamientos”, afirma la psicóloga Silvia Palma.
La especialista agrega que la sobrevaloración de estos supuestos defectos físicos pueden interferir en la vida de las personas y provocar una adicción, pues llegan a aislarse, lo que se convierte en fobia social.
Sin cirugía
“La medicina estética es una especialización que no es muy conocida en Guatemala, como en otros países. Su objetivo principal es ayudar al paciente, sin acudir a la cirugía”, comparte Víctor Hugo Burgos Patiño, médico de la clínica Rada.
Agrega que aunque no se trate de procedimientos invasivos, antes de acudir a cualquiera de ellos se deben estudiar las particularidades de salud del paciente, hacer exámenes de laboratorio y además, se requiere la valoración de un médico pertinente.
Según este especialista de origen colombiano, las clínicas buscan mejorar ciertas incomodidades que la persona siente respecto de su piel o su cuerpo, utilizando distintos procedimientos y aparatología que conjuga ciencia y técnica.
Debe entenderse que los productos que se aplican en este tipo de clínicas tienen una duración de seis meses o un año, dependiendo de cada caso. Y si al paciente le agrada el efecto, puede seguir utilizándolo. Esta especialidad evoluciona cada día y promueve tratamientos con resultados más inmediatos y con riesgos menores.
“No hay un tratamiento universal, cada uno debe ser diseñado para un paciente en particular, según sus necesidades y las condiciones de su cuerpo”, dice Burgos.
Pero la oferta es tanta y los medios de comunicación están cargados de anuncios con la receta exacta para encontrar el camino de la eterna juventud, que poner resistencia se vuelve una lucha constante.
Así que si alguien está interesado en algún procedimiento, por ejemplo una liposucción láser, esta le podría costar, en promedio, Q20 mil; un tratamiento para reafirmar la piel, Q4 mil. Para la celulitis, aunque no existe cura, minimizarla puede costar unos Q4 mil, pero también hay paquetes desde Q1 mil 500, de acuerdo con el número de sesiones y las técnicas que se utilicen.
Lo cierto es que son las empresas de compras por internet las que ofrecen los precios más bajos, aunque no incluyen los tratamientos más innovadores.
Práctica legal
El presidente de la Asociación, Juan Fernando Vettorazzi, relata que han detectado ginecólogos que operan la nariz, porque genera ganancias. “El Colegio de Médicos y el Ministerio de Salud deberían regular estas prácticas”, opina.
Muchos interesados acuden a clínicas cuyos precios son más accesibles que los estandarizados por la Asociación; sin embargo, según Vettorazzi, las tarifas dependen de cada cirujano y del hospital donde el paciente decida operarse.
Antes de someterse a una cirugía, la persona debe investigar las credenciales del médico al que consulta. Que tenga número de colegiado activo significa que es médico, pero no que sea cirujano plástico, pues su especialidad debe estar avalada por la Universidad de San Carlos, lo que permite que el Colegio de Médicos lo reconozca como tal y pueda integrarse a la Asociación.
“Como asociación hemos seguido procesos que el Ministerio Público realiza en base a denuncias de los pacientes, pero hay quienes siguen con prácticas ilegales”, agrega Vettorazzi.