Revista D

“Jesús venció a la muerte”

La Resurrección prueba la divinidad de Jesús, refiere monseñor Rodolfo Mendoza Hernández.

Diálogo con monseñor Mendoza Hernández sobre la Resurrección de Jesucristo (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano).<br _mce_bogus="1"/>

Diálogo con monseñor Mendoza Hernández sobre la Resurrección de Jesucristo (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano).

La Biblia dice que Jesús fue crucificado para salvar a la humanidad de sus pecados. Fue sepultado y revivió al tercer día. La Resurrección, precisamente, es el dogma fundamental del cristianismo. Es su cimiento. “Si no hubiera sucedido, no habría nada”, indica monseñor Rodolfo Mendoza Hernández, obispo auxiliar, pro vicario general de Guatemala y canciller de la Curia Arzobispal. “Jesús venció a la muerte y, con ello, abrió el camino para renacer a una vida nueva”, agrega.

San Pedro, en su Primera Carta, refiere: “Mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible”.

Aunque Jesucristo profetizó su Resurrección en varias ocasiones, los apóstoles no lo creyeron posible en los primeros momentos. Tampoco dieron crédito a las palabras de María Magdalena, quien les afirmó que el Señor se le había aparecido.

Sobre esto gira la conversación con Mendoza Hernández; es decir, sobre la Resurrección, María Magdalena —la primera testigo de aquel acontecimiento, según el Evangelio de San Juan—, la reacción de los apóstoles en ese tercer día y la forma en que los guatemaltecos católicos recuerdan esa creencia cristiana.

¿Por qué en nuestro país se celebra con más fervor la Pasión y Muerte que la Resurrección?

La tradición ha hecho énfasis en acompañar las procesiones de la Pasión y del Santo Entierro porque, quizás, el pueblo guatemalteco ve reflejado ahí su sufrimiento. También puede que sea una herencia de los españoles, que también destacan los cortejos procesionales de la Pasión. En cualquier caso, lo importante es que nuestra fe nos lleva a amar a un Cristo vivo, que nos cambia y que nada tiene sentido sin la Resurrección, la cual es la base de nuestra religión. Por eso, esa debería ser la fiesta más grande, apoteósica y multitudinaria.

¿Cómo debería vivirse esa conmemoración?

Con inmensa alegría, pues del amor a Jesucristo brota esperanza, solidaridad y espíritu de entrega y servicio. De esa manera se hace realidad la Resurrección de Jesucristo en la humanidad.

¿Considera que la Iglesia católica ha transmitido bien el significado de la Resurrección?

Se trata de hacer énfasis a través de actividades y con los mensajes de los obispos —los domingos se celebra la Resurrección—. En Cuaresma, por ejemplo, se acostumbra rezar el viacrucis —Camino de la Cruz—, pero en tiempo pascual se reza el vialucis —Camino de la Luz— para recordar y vivir determinados momentos que exaltan la Resurrección de Jesús.

Jesús dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Aunque es claro, ¿puede ampliar en el significado de esa frase?

Bueno, su Resurrección es la gran prueba de su divinidad.

¿Si Jesús mismo dijo que es suficiente con creer en Él para vivir, por qué una persona tendría que tener una religión?

Es que la fe no se puede vivir unilateralmente; tenemos que vivir en una dimensión eclesiástica porque el Señor así lo quiso. Constituyó una comunidad, nombró apóstoles y frente a ellos a Simón Pedro.

Sin embargo, Jesús da la primera prueba de su Resurrección a María Magdalena, no a Simón Pedro.

Esto es interesante y es muy lindo, muy bello. Cristo vino a salvarnos y empezó por la fuente de la humanidad, que es la mujer. Con ese acto las dignifica y les da su lugar. Jesús, entonces, envía a las mujeres a ser evangelizadoras de los evangelizadores.

Pero los apóstoles no le creen a María Magdalena.

No, no le creen.

¿Por qué, si Jesús mismo les dijo que era la Resurrección y la Vida?

Hay que ponerse en el contexto de la experiencia y vivencia de los apóstoles. La Pasión y Muerte fue un cataclismo en sus vidas. Ellos no esperaban nada, ni la Resurrección.

¿Tan poca era su fe que tenían que ver para creer?

No es así. San Juan, al llegar al sepulcro, dice que vio y creyó. La Virgen María, igual. Después, todos nosotros; no lo hemos visto y creemos en Él.

No es el caso del apóstol Tomás, quien, aun viéndolo, le pide tocarlo para creer.

Jesús tuvo un gesto de misericordia y de amor con Tomás, pues le permite tocarlo. En eso, el apóstol se rinde y exclama: “¡Señor mío y Dios mío!”

Usted ha dicho que es significativo que Jesús se haya aparecido primero a una mujer. ¿Por qué la Iglesia Católica, históricamente, la ha relegado a un papel secundario?

La humanidad ha tenido una cultura machista tremenda, de la cual no se sustrajo el catolicismo. Pero la Iglesia cada vez se abre más y le da su lugar a la mujer y reconoce su dignidad. Ahora hay ministras extraordinarias de la comunión; hay otras que tienen títulos académicos en Teología o en Sagradas Escrituras, e imparten cátedra en las universidades. Otras fungen en importantes estructuras de nuestra religión.

Pero es evidente que han sido apartadas. No pueden ser ordenadas obispos, por ejemplo.

Eso no es relegar, porque, de alguna manera, la Iglesia se ha ceñido a lo que Jesús instituyó, que fueron 12 apóstoles —todos hombres— y los obispos son los sucesores de ellos.

Respecto de eso, María Magdalena cumple con los elementos que se requieren para ser apóstol, según el Evangelio de San Juan: haber estado con Jesús durante su ministerio en la Tierra, ser testigo de la muerte y Resurrección, y ser capaz de salir a predicar. Ella, de hecho, ha sido descrita como una discípula destacada.

No fue solo ella; fueron varias mujeres. También se especulaba sacrílegamente en relación con la figura de María Magdalena. No hay que atenerse a cualquier escrito y a criterios que hace cualquier persona.

Quien difamó a María Magdalena fue el papa Gregorio el Grande, pues en un sermón la relacionó con una prostituta arrepentida que aparece en la Biblia.

En el Evangelio hay una mujer pecadora pública, pero no es la misma persona.

¿Por qué en el catolicismo se habla tan poco de ella, que fue la primera testigo de la Resurrección de Jesús?

Alguien debía ser el primero al que se le apareciera. Lo más seguro es que no haya sido ella sino la Virgen María, aunque eso no está escrito ­—reflexiona­— . Pero no se le relega ni mucho menos.

En el sepulcro, María Magdalena se acerca, pero Él le dice: “Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre”. ¿Qué significa eso?

Fue hacerle ver que Él está en otra dimensión, que es otra realidad; es decir, que es el Cristo resucitado que ha vencido a la muerte.

Según la concepción católica, ¿nosotros también resucitaremos?

La Resurrección de Cristo es la garantía de nuestra propia resurrección.

¿Qué intención tiene privarse de cosas durante la Cuaresma?

Ese es un período de preparación para la Pascua. Privarse de cosas nos ayuda para encontrar la virtud, de ser capaces de decir “no” cuando venga la tentación. Se hace énfasis en la Cuaresma, pero es para vivir así siempre, fieles al Señor, con dominio de las pasiones.

Pero eso no sucede en la mayoría de casos.

No podemos entrar en la vida de nadie ni juzgar a la gente. Cada quién sabe cómo. La Iglesia promueve lo que he mencionado.

Las rivalidades, incluso, se dan entre las Hermandades, y eso es visible en las mismas procesiones.

Ojalá que cada día haya más sencillez y que se busque menos protagonismo. Lo único que hay que perseguir es la gloria de Dios.

ESCRITO POR: