De repente
En el 2007, Olga Terekhova visitó Guatemala por primera vez, por tres semanas, interesada en perfeccionar su español; con anterioridad estuvo en Venezuela. Al volver a Moscú; un contacto le contó acerca de una oportunidad de trabajo en Rainbow, un jardín especializado en enseñar distintas culturas a niños hasta los cinco años.
“Llegué con un contrato por dos años, pero me lo extendieron uno más. Llevo tres acá porque me gusta mucho instruir acerca de Rusia”, indica Terekhova, quien además integra el Consejo de Coordinación de la Asociación de Compatriotas Rusos en Guatemala.
Durante los primeros seis meses de su segunda visita no conoció a otros paisanos. “No sabía dónde encontrarlos. De repente en el Irtra de Retalhuleu conocí a Tatiana Savchenko, quien estaba entrenando a la selección olímpica guatemalteca de natación. Ella me introdujo a la comunidad”, recuerda.
Para Artur Tulinov, quien arribó en el 2016, fue más sencillo porque una vecina, también de Rusia, le habló del grupo de coterráneos que hay acá. Tulinov llegó sin saber español, lo aprendió “sobre la marcha”, durante su primer empleo y ahora está por comenzar uno nuevo. Comenta que ha disfrutado los destinos turísticos de la provincia, algo en lo que concuerda la chef Alla Samokatova, quien tiene 16 años viviendo en Guatemala. “El clima es maravilloso”, indica, aseveración que comparten sus colegas.
Reuniones
En fechas específicas, la docente se congrega con sus coterráneos, como ocurrió hace algunas semanas, cuando conmemoraron el 73 aniversario del Día de la Victoria en la Gran Guerra Patria, en la que se recuerda el triunfo del pueblo soviético en una batalla crucial de la Segunda Guerra Mundial contra los nazis.
“Aprovechamos los principales festejos en Rusia para vernos y seguir en contacto con nuestras tradiciones”, dice Terekhova. Otra fiesta que observan es el Día de la Independencia, pero no todo se enfoca en las celebraciones patrias, pues se congregan para el Día de la Mujer o en la víspera de fin de año.
“Cerca del 25 de diciembre, para agasajar a los niños, se prepara una representación teatral que deja una moraleja para que sean solidarios con otros, obedezcan a sus padres o sean aplicados en los estudios. Se hace para que convivan con chicos de su edad y hablen el idioma materno”, comenta Spitsyn. Reconoce que es una puesta en escena modesta y sus protagonistas son Ded Moroz, o el Abuelo de la nieve (o del frío), una figura similar a la de Santa Clos, y su nieta Snegurochka.
El Año Nuevo lo celebran con mayor pompa, pero cada quien con su círculo de amistades.
Lazos de amistad
Los encuentros fortalecen su idioma, son oportunidad para preparar platos de su gastronomía y crear lazos de amistad con los recién llegados. La parte medular es la organización que se gesta desde la Asociación, a la cual pertenecen entre 30 y 40 personas; varias son parte de un grupo de WhatsApp, en el que se difunde la información. Cuando la Embajada se involucra suele publicarla en su página de Facebook. “Los apoyamos porque nos interesa conservar nuestras raíces y proyectar también la cultura rusa en Guatemala”, resalta Spitsyn.
La Asociación, explica Terekhova, existe como tal desde hace dos años. Spitsyn menciona que antes de serlo, unos cinco años atrás, fue un club de interés en común que reunía a las personas en alguna casa para cenar. “Ahora somos más y tenemos una logística más formal”, resalta Terekhova.
En las actividades es usual que se hable en ruso y español “para que la comunidad no pierda el vínculo con su lengua materna y para que practiquen y amplíen su vocabulario con las traducciones”, dice el agregado, quien lleva tres años en Guatemala.
La comida es un elemento esencial que ayuda a los rusos a recordar a su patria. Alla Samokatova es la chef que preparó el menú para el almuerzo con motivo del 73 aniversario del Día de la Victoria en la Gran Guerra Patria. Su acento natal ha adoptado varios guatemaltequismos y habla español con fluidez. “Llevo 16 años acá; ya me asimilé bastante”, indica.
De los platos que sirvió destaca el pelmeni, una especie de ravioli hecho con masa y relleno de carne, así como ensaladas, empanadas, blini (crepas), pastel, un refresco de manzana con pasas y té, el cual comenta, se bebe mucho en Rusia.
Con todo
Terekhova menciona que este es un país perfecto para alguien como ella, pues es vegetariana. “Me gustan mucho los mangos, los plátanos, las lichas, las granadillas y también los frijoles negros”, dice. A Spitsyn también le encantan las leguminosas en su versión volteados, porque son lo mejor para acompañar con pan o nachos. “Van con todo”, agrega. Artur Tulinov indica que no le resultó difícil conocer la gastronomía local porque en su lugar de trabajo había varios guatemaltecos. “Me enseñaron a comer shucos en la esquina”, cuenta.