Revista D

Venerable kan

Los mayas creían que las serpientes eran un vínculo entre el cielo y el inframundo.

Dintel 15 de Yaxchilán. A la izquierda, una serpiente de Visión (Foto Prensa Libre: Justin Kerr / Mayavase.com).<br _mce_bogus="1"/>

Dintel 15 de Yaxchilán. A la izquierda, una serpiente de Visión (Foto Prensa Libre: Justin Kerr / Mayavase.com).

Las serpientes, como los jaguares, son figuras representativas en el arte y arquitectura mayas. Esos reptiles eran vistos como viajeros capaces de descender al inframundo —Xibalbá— o saltar hacia el cielo.

“Los mayas primitivos, al ver que las serpientes desaparecían entre la tierra, creyeron que tenían la habilidad de moverse entre el mundo físico y el más allá. También las observaron nadando en los cenotes, lo cual reforzó la idea de que podían descender a Xibalbá a discreción. Pero también las detectaron a grandes alturas, entre los árboles, por lo que pensaron que podían ir hacia el cielo”. Así lo explica Joshua T. Schnell, investigador de la Universidad del Estado de Míchigan, en su informe El Sagrado Kan, un estudio sobre las deidades serpiente del Clásico y de la Serpiente Emplumada del Posclásico (2013).

“Las serpientes son un vínculo entre los cielos y el inframundo; son animales capaces de dar vida, pero también muerte”, agrega Liwy Grazioso, arqueóloga y directora del Museo Miraflores. “De igual manera se asocian con los relámpagos, ya que veían a los rayos como serpientes que caían del cielo”.

Las tres víboras

Durante el Clásico, escribe Schnell, los mayas crearon tres deidades representadas por ese animal: la Serpiente de Visión, la Serpiente Guerrera y la Serpiente Nenúfar.

La primera es la que tiene raíces más tempranas. Era invocada durante los rituales para que permitiera que los ancestros llegaran a Xibalbá y para que las deidades celestiales bajaran a dar consejo a los sacerdotes. Tales ceremonias incluían perforaciones en la piel, por lo regular en las orejas, los labios, la lengua o los genitales, las cuales se hacían con espinas o con cuchillas de obsidiana. La sangre caía sobre pedazos de corteza que posteriormente quemaban. De ese humo espeso surgía la imagen de una serpiente, a la que llamaron “de Visión” —la pérdida de sangre, además, inducía una especie de trance—. De esa cuenta, los mayas podían hablar con sus ancestros. “La serpiente era la vía directa de los mayas para comunicarse con los dioses; actuaba como un portal entre los mundos supernatural y humano”, indica en un informe el arqueólogo David A. Friedel.

La Serpiente de Visión aparece, por ejemplo, en Yaxchilán, actual Chiapas, México. El dintel 15 es uno de los más representativos; en él un ancestro o deidad emerge de las fauces de este animal. En el dintel 25 de ese mismo sitio, además, se observa uno de estos rituales, el cual es conducido por la esposa de un gobernante.

Influencia teotihuacana

Estudios arqueológicos sugieren que los mayas tuvieron una estrecha relación con Teotihuacán, por lo que adoptaron algunas características de esa cultura. “Se cree que las serpientes Guerrera y Nenúfar surgieron del contacto con los teotihuacanos”, apunta Schnell.

La Guerrera se concebía como la protectora de aquellos que iban a la batalla. En el dintel 2 del Templo 1 de Tikal, así como en el altar 2 del Sitio Q, hay una deidad llamada Waxaklhahun-Ubah-Kan, que representa las guerras. Su origen, según arqueólogos, tiene similitudes con el Templo de la Serpiente Emplumada de Teotihuacán.

La Serpiente Nenúfar

Se asocia con las aguas tranquilas, con serpientes que nadan en el fondo y con nenúfares que flotan en la superficie. Poco se sabe sobre el simbolismo que tienen juntos estos dos elementos, excepto que esa planta representa la división entre el mundo de los vivos y el de los muertos. “El que los mayas hayan plasmado a la serpiente junto al nenúfar quiere decir que la creían muy poderosa”, refiere Schnell.

El vaso K623 —incluido en el archivo fotográfico de varias culturas mesoamericanas, creado por Justin Kerr— es un objeto maya que muestra una imagen parecida a la Serpiente Emplumada de Teotihuacán.

Otro ejemplo es la Estructura B-5 de Caracol (Belice), donde está tallada la máscara de una serpiente Nenúfar.

“Las similitudes, básicamente, están en los ojos, ya que tienen un patrón de remolinos u olas”, señala Schnell.

El Posclásico

Durante este período (900-1521 d. C.), los mayas reemplazaron las imágenes de las culebras por serpientes emplumadas; esto, por influencias teotihuacanas y toltecas. Estos últimos tenían una deidad llamada Serpiente Emplumada, que pasó a ser Kukulcán en la región maya de Yucatán y que fue objeto de culto en Chichén Itzá y Mayapán. “Este ser, que hace referencia a un ave y a un reptil, se basa en el poder de la tierra para el nacimiento y la destrucción —la serpiente— y en el poder fecundante y ordenador del cielo —el ave—.

Para ellos, este reptil estaba asociado con la creación, lo cual recuerda a Gucumatz, una serpiente emplumada que aparece en el Popol Vuh, a la que se le atribuye el génesis.

En Chichén Itzá se edificó la Pirámide de Kukulcán. Allí, en cada equinoccio, una serpiente “desciende” de sus escalinatas, gracias a un juego de luces y sombras que crea una ilusión óptica que permite ver cómo, sinuosamente, el cuerpo de una serpiente repta desde la cima de la pirámide hasta la cabeza de la serpiente emplumada que se halla en la base. “Es Kukulcán que desciende del cielo y sigue su camino hacia Xibalbá”, refiere Schnell. “Es la continuación del simbolismo que venía del período Clásico”, agrega.

Mayapán también le rindió culto a esta deidad, lo cual se evidencia en el Templo de Kukulcán, que se levantó al lado del cenote de Ch’en Mul, justo encima de un enorme sistema de cuevas.

Representaciones

En el mundo maya existen cientos de figuras alusivas a las serpientes. Incluso fueron los glifos emblemas de sitios importantes —como en el Reino Kan, el Reino de la Serpiente en el área de El Mirador, Petén—, ya que representa al dios Bolon Dzacab. También aparece en los cetros-maniquí —elementos de poder— que están en las manos de los gobernantes de muchas estelas y monumentos del Clásico Tardío.

Las figuras de serpientes, además, fueron plasmadas en vasijas de cerámica, relieves y esculturas talladas en piedra y modeladas en estuco en los edificios.

En el Museo Miraflores se conserva la Estela 19 de Kaminaljuyú, que es un relieve del Preclásico Tardío (400 a. C. – 100 a. C.) en el que se observa a un personaje antropomorfo hincado que sostiene una serpiente.

Las últimas representaciones de este animal se hicieron hasta la llegada de los españoles a tierras americanas.

Con información del Departamento de Arqueología de la Universidad de San Carlos, y Mayavase.com

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