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Símbolos y códigos: Otras formas de comunicación para la supervivencia

Diversos lenguajes que han trascendido el tiempo fueron creados a partir de códigos y símbolos específicos para garantizar formas de comunicación alternativas.

Símbolos y códigos: Otras formas de comunicación para la supervivencia

El código Morse, desarrollado en 1838, fue establecido como una serie de puntos y rayas mediante las cuales se podían reinterpretar las letras del alfabeto, números y signos de puntuación. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

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Si ha intentado descifrar los guiones y puntos, puede considerarse un ávido decodificador. Así como usted, y quienes han tratado de comprender el significado detrás de esos símbolos —que traducidos a palabras equivalen a “Esto es un mensaje”—, muchas otras personas se han sorprendido por la supuesta complejidad que implica este sistema que no es más que una muestra del Código Morse, uno de los muchos procesos de comunicación que han surgido en el mundo, producto de las inquietudes compartidas por personas en un mismo contexto y con necesidades similares.

Estas premisas pueden comprenderse desde lo postulado por el ruso Roman Jakobson, considerado el padre de la lingüística y de la fonología, quien argumentó que la función metalingüística está centrada en el código del mensaje que “tiene por objeto definir el sentido de los signos”.

Esto fue algo que entendieron muy bien los inventores del Código Morse, al igual que otras personas que desarrollaron lenguajes más allá de letras o números y que se basaron en signos “atípicos” para encontrar nuevas formas de comunicarse.
Pero, ¿cómo llegan estos elementos a reforzar la idea de un código, y cuál es su importancia en la comunicación?

Antes de abordarlo, se debe explicar qué es la comunicación. El semiólogo Ramiro Mac Donald, quien además es catedrático de cursos de Opinión pública, Teorías de la comunicación y Comunicación en crisis, y autor de los libros Las funciones de Roman Jakobson en la era digital y Escáner semiótico, define la comunicación como un elemento clave de la existencia, puesto que allí se implican los reconocimientos identitarios y la inteligencia de quienes interactúan.

Esto también lo permite conocer la semiología, una disciplina que estudia la comprensión de los modos de comunicación y que permite validar los procesos de significación como fenómenos humanos que se modifican debido a condiciones como el contexto social, los grados intelectuales, la posición geográfica y la historia de las personas.

Mac Donald, especialista en semiótica, indica que los códigos dan un sentido particular a las personas, ya que dejan ver los modos subjetivos mediante los que se pueden desarrollar un lenguaje único.

Desde el punto de vista técnico, un código es “un sentido” con el que las personas pueden “normar, ordenar y organizar un conjunto de elementos e ideas de cualquier tema, dice el semiólogo, al agregar que sin códigos no existiría la comunicación.

“Todas las personas somos capaces de codificar. Lo hacemos de manera particular. Esto puede comprenderse a la hora de ver cómo cada uno ordena su armario”, ejemplifica. Aunque todas las personas tenemos la capacidad de desarrollar códigos, lo cierto es que no siempre compartimos ni empatizamos con los mismos.

De acuerdo con el académico y autor, esto se debe a la subjetividad de las formas y porque muchas veces nos comunicamos sin certezas. Por otro lado, es pertinente hablar de las decodificaciones en el proceso de comunicación. Las mismas se relacionan con la manera en que se descifra o descubre el sentido detrás de los códigos.

También cabe mencionar el papel de los códigos en el mundo y la sociedad. Mac Donald explica que un código puede trascender en el tiempo debido al impacto que tenga, así como por su práctica, costumbre o por la sistematización que logre.

Entre varios ejemplos de códigos que han trascendido a la historia se encuentran el Código Morse o el Braille, otros enigmáticos como las señales de humo de los indígenas de Norteamérica y los que nos acompañan en la cotidianidad como los emoticonos.

Puntos y guiones: una nueva posibilidad

El Código Morse, visto en la actualidad como uno de los sistemas de comunicación con símbolos más trascendentales de la historia humana, fue desarrollado a principios del siglo XIX. En 1838, los inventores Samuel F. B. Morse y Alfred Vail desarrollaron el método para traducir las letras del alfabeto, los números y signos de puntuación en puntos, guiones y espacios.

La idea de los creadores era que estos elementos pudieran convertirse en un lenguaje transmisible a través de los telégrafos, artefactos que se valían de señales electromagnéticas para enviar mensajes cortos y codificados a diferentes distancias.

Con el Código Morse se propuso que cada mensaje fuera transmitido a través de pulsos eléctricos cuyas guías eran las combinaciones de guiones, puntos y espacios. Para que los contenidos fueran enviados, los emisores debían “traducir” las palabras a guiones, puntos y espacios, así como oprimirlas en el telégrafo.

La propuesta de los inventores consistía en que cada punto debía ser oprimido y enviado con una duración que fuera lo más mínima posible. Los guiones debían durar un estimado de tres veces más de lo que hacía el punto. Para separar las palabras en la transmisión se tomaba un tiempo tres veces mayor al de los guiones.

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El telégrafo permitía enviar mensajes codificados, gracias a los avances de las ondas electromagnéticas. Con el artefacto se comenzó a popularizar la comunicación en clave Morse. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

El descubrimiento de Morse y Vail propició una revolución comunicativa en pleno siglo XIX y trascendió distintas capas. Más allá de los mensajes que eran traducidos y enviados a través del telégrafo, el sistema de puntos y guiones llegó a contemplarse en esferas radiofónicas y también en organizaciones de exploradores —también conocidos como escultistas o ‘scouts’—. El código pasó a comunicarse mediante señales mecánicas, visuales análogas o como luces intermitentes, según apunta la enciclopedia web Britannica.

Un gran ejemplo de la potencia que tuvo este sistema de comunicación puede comprenderse detrás del S.O.S., señal que por excelencia pasó a convertirse en una insignia de socorro. Fue utilizada por primera vez en 1905 y se convirtió en una de las señales más distintivas de las misiones marítimas. El S.O.S. se traduce en un conjunto de tres puntos, tres guiones y otros tres puntos (… — …).

El código Morse abrió posibilidades para que, por ejemplo, los especialistas de la Marina estadounidense, aviadores y aficionados operadores de la Sociedad Internacional de Preservación del Código Morse continuaran usando el sistema. De acuerdo con Britannica, aprender el código Morse suele ser más fácil que descifrarlo. Aun así, sitios como MorseCode.World permiten a los aficionados o curiosos en este sistema traducir mensajes textuales a puntos y guiones.

El legado del humo

No toda la comunicación es igual. Sistemas como el lenguaje de señas, empleado a través de movimientos con las manos, se han popularizado más allá del uso de palabras o de la voz. Inigualables y legendarias también son las señales de humo.

En la antigua China eran utilizadas por los soldados que permanecían en las torres de la Gran Muralla, para alertar de los peligros al territorio. Estas consideraciones fueron adoptadas por distintos grupos de indígenas en Norteamérica, quienes también las desarrollaron para alertar a sus pares ubicados en distancias lejanas.

“Eran sistemas de comunicación codificados y secretamente compartidos que servían para alertar a poblaciones vecinas o cercanas sobre peligros inminentes, y empleadas por ciertos encargados de las tribus”, comparte Ramiro Mac Donald, quien agrega que las señales de humo cumplieron una función social, ya que estaban intencionadas para garantizar la supervivencia de todos los habitantes.

De acuerdo con información del sitio especializado Native Indian Tribes, las señales son creadas a partir de los movimientos que se hacen con mantas sobrepuestas en fogatas, que a la vez están ubicadas en puntos altos, que por lo general son cimas de colinas o montañas.

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“La señal de humo”, una obra del artista Frederic Remington, expone cómo los indígenas norteamericanos empleaban el humo para realizar códigos comunicativos. (Foto Prensa Libre: Google Arts & Culture)

Según información de Native Indian Tribes, el humo que sale del fuego adquiere distintas formas que resultan visibles a los receptores. Su color es negro y para lograrlo se utilizaba una manta húmeda para cubrir el fuego, que al levantarse produce una torre de humo espeso y oscuro que era perceptible incluso a kilómetros de distancia.

Para producir la señal, también eran necesarios materiales que al ser quemados generaban una combustión química colora en el humo. Datos históricos refieren que eran utilizados objetos sólidos de madera, los cuales provocaban una tonalidad marrón. Por otro lado, se dice que las hojas o la hierba en calidad húmeda incrementaban el espesor del humo.

De esta manera, los indígenas codificaban advertencias, solicitaban ayuda y transmitían noticias. Según Native Indian Tribes, las señales de humo variaron. En un principio no contaban con un significado establecido, puesto que entre tribus se sabía que eran alertas.

El uso de estos códigos evocaba tres formas distintas entre emisores y receptores. El mensaje variaba por las formas de las bocanadas que salían del humo. Una equivalía a “atención”, dos a “todo está bien”, y tres a “peligro”.

El planteamiento de comunicar a través del humo ha trascendido a lo largo de la historia. Miembros de organizaciones como los scouts han tomado estas referencias para anunciar emergencias mientras se encuentran en la naturaleza.

Un lenguaje táctil

Desde su riqueza, los símbolos pueden mostrar a la humanidad nuevos modos de generar puentes comunicativos de inclusión. El braille, desde su concepción como sistema de lectura y escritura táctil para no videntes, cabe dentro de esa idea.

El sistema de lectoescritura se vale de puntos en relieve que equivalen a las letras del alfabeto, números y signos de puntuación. Su materialidad y distinción lo convierten en un código objetivo que considera la sensibilidad táctil.

La invención de este código universal, que ha variado con el tiempo, es “un medio de comunicación alternativo que pone en práctica mecanismos psíquicos y neurofisiológicos”, según información del sitio especializado Braille Works.

Datos de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (Once) arrojan que la lectoescritura del sistema braille presenta sus caracteres mediante formas rectangulares hechas de seis puntos en relieve que son colocados en dos columnas de tres puntos cada una. Cada punto del símbolo generador se identificará con un número distinto, relacionado a la posición especial que ocupe en un rectángulo.

Para “leerlo”, las personas deben mover sus dedos sobre los puntos en relieve, n de izquierda a derecha, a lo largo de cada línea. Para recorrerlo, suelen utilizarse las dos manos y con ambos dedos índices sobre los símbolos. Para la lectura se emplean distintas formas, como el barrido progresivo, que contempla movimientos continuos, sin variación de velocidad y sin que el dedo del lector se separe de los puntos en relieve.

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La lectoescritura del Braille suele contemplar una dinámica en la que confluyen mecanismos psíquicos y neurofisiológicos. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

En los movimientos de cambio de línea, el dedo derecho comprende los caracteres finales de la línea, mientras que el de la mano izquierda busca el inicio de la siguiente línea. Por otro lado, los repasos son frecuentes en menores habilidades lectoras.

La Once establece que el tacto es “ante todo el sentido de la igualdad, de lo general y esquemático”, por lo que, entre más “simple y esquemático sea el objeto tangible, más eficaz y completa será la aprehensión táctil correspondiente del braille”.

De acuerdo con información de Braille Works, la velocidad de lectura promedio de este sistema es de 125 palabras por minuto y, en ocasiones, puede incrementar hasta 200 palabras por minuto.

Las posibilidades de este sistema han beneficiado a millones de personas con problemas visuales en distintos países alrededor del mundo. Cabe resaltar que el alfabeto braille puede variar por idioma. Aunque su expansión se debe a Louis Braille, los orígenes de este sistema se encuentran en el siglo XIX, gracias a la propuesta del francés Charles Barbier, quien fue parte de las filas del ejército de Napoleón Bonaparte.

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En 1825, Louis Braille mejoró el sistema que había desarrollado Charles Barbier para la lectoescritura de puntos con las manos. (Foto Prensa Libre: Wikimedia Commons)

Durante esa época, Barbier sistematizó un código táctil para que los soldados pudieran comunicarse de noche. Fue acuñado como “escritura nocturna”. El sistema estaba compuesto de celdas de 12 puntos que se integraban por dos puntos de ancho y seis de alto. Cada combinación dentro de las celdas representaba una letra o sonido fonético que los soldados aprendieron a “leer” a oscuras.

Ese descubrimiento inspiró al también francés Louis Braille, quien a sus 11 años tuvo la inquietud de modificar el código de Barbier. La propuesta del joven —que había perdido la vista— buscaba facilitar la lectura de dicho sistema para personas no videntes. Braille sintetizó el código de Barbier para que se comprendiera desde celdas con seis puntos, en lugar de 12.

La modificación del braille permitió que, mediante la punta de un dedo, las personas no videntes abarcaran toda la unidad celular con una sola impresión, para así facilitar el movimiento de una celda a la siguiente.

En la actualidad, la propuesta de Louis Braille es la más vigente en lectoescritura para no videntes. Tanto así que el código, alfabeto —o sistema— fue acuñado con su apellido.

Cuando la digitalidad tuvo sentimientos

En la actualidad, y para muchas personas, sería casi inimaginable escribir chats sin que estos contengan elementos gráficos que apelen a emociones o motivos de la realidad. Ya sea mediante una calcomanía digital, los denominados emojis o las imágenes con movimiento en formato GIF, la comunicación desde el teclado ha trascendido el escribir palabras y signos de puntuación.

Para rastrear el origen de este lenguaje debemos regresar hasta 1982, cuando el científico en computación Scott Fahlman propuso los primeros emoticones en sus correos electrónicos. Su enternecedora y revolucionaria combinación de paréntesis, comas y puntos dio como resultado figuras que se asemejaban a expresiones faciales que reflejaban sentimientos. Las formulaciones 🙂 y 🙁 resultaron ser de los primeros emoticones escritos con teclado.

Así como la propuesta de Fahlman, el simpático lenguaje formulado con símbolos del teclado varió en distintos puntos del planeta, gracias a las posibilidades de internet a finales del siglo XX.

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Los emojis y emoticones han permitido que el lenguaje se expanda en canales digitales, puesto que se deja ver un estado emocional de los emisores y receptores. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

El origen del cambio en la semiótica digital ha quedado de manifiesto con la explosión de los emojis, de los cuales, según datos del estándar de codificación de caracteres Unicode, existen más de tres mil.

Los primeros diseños de los emojis fueron creados en 1999 por el japonés Shigetaka Kurita, quien elaboró 176 que representaban expresiones comunes de sus connacionales. Los caracteres fueron intencionados para la plataforma de internet NTTDoCoMo, la cual era utilizada en sitios web y celulares.

La invención de Kurita provocó que los diversos símbolos —los cuales aludían a situaciones cotidianas como saludos, elementos del clima o elementos tecnológicos— tuvieran un lugar importante en la transición digital, tanto de Japón como del resto del mundo. De hecho, los diseños de Kurita son propiedad del Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde también se exhiben.

Llegado el siglo XXI, y con él novedosas plataformas comunicativas, la codificación de expresiones mediante emojis y emoticonos ha llegado a casi todos los celulares y dispositivos electrónicos del mundo. Esto ha provocado un giro en el lenguaje y su retórica cotidiana. Ahora, las personas tienen la posibilidad de ampliar sus ideas o sentimientos a través pequeñas gráficas.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.