Revista D

<p> Sincronía flamenca</p>

<div> Un grupo de niñas con discapacidad auditiva ejecuta el famoso baile español.</div>

Una de las melodías de ritmo flamenco más populares interpretada por el artista gitano Rayito comienza con estas cadenciosas frases: “Aquí huele a quemao/ no te había dicho antes pero la verdad es que estoy acabao/ por estar a tu lao/ ya no tengo ni carro ni perro ni amigos/ todo me has quitao/ por tenerme atrapao/ como un mono enjaulao…”. 
Cualquiera que la escuche inmediatamente se dejará llevar por su alegre compás, así como por el  metafórico humor de su letra. Este tema es el  favorito de un grupo de niñas sordas que lo bailan perfectamente, con mucho ánimo y felicidad.
Son las integrantes del Grupo de Baile Español de la Escuela para Niños Sordos Fray Pedro Ponce de León, zona 11, del Comité Prociegos y Sordos de Guatemala. Por supuesto que su repertorio es amplio, también les encanta danzar las melodías Bulería y Sevillana, interpretadas por el español David Bisbal.
Por la compañía han pasado cientos de menores, desde 1996, cuando fue integrada. 
Al egresar de la escuela algunas continúan su formación en una  academia particular, muchas no, pero ninguna olvidará los años que disfrutaron en el grupo.
Su arte ha sido presentado en teatros como Abril, Lux, Don Juan, Bellas Artes y el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Han deleitado a auditorios del Conservatorio Nacional de Música, el Palacio Nacional de la Cultura y varios hoteles. Público de Escuintla, Quetzaltenango, Retalhuleu y Chiquimula también las ha admirado.

Sentir la  música

La duda obvia entre el público es cómo logran las chicas para seguir con movimientos lo que sugiere el ritmo si no escuchan. “Se siente la vibración de la música en el cuerpo, en el piso de madera y en las mesas, y eso nos mueve”, explica Sandra Patricia Barrera, maestra del grupo, quien también tiene discapacitada auditiva. Para la conversación se contó con el apoyo del profesor Enmanuel Palacios, capacitador e intérprete de esa institución. 
“Las niñas me miran el conteo y movimientos que ejecuto con los brazos, las  manos y los pies, ya sea a la derecha, a la izquierda, hacia arriba o abajo. A los dos meses ya saben bailar”, detalla.
Los ensayos los efectúan una vez a la semana durante hora y media, después de recibir sus clases del pénsum que ordena el Currículo Nacional Base. Las de primaria, los jueves de 13.30 a 15  horas, y las del Jardín Infantil para Sordos Rodolfo Stahl Robles, los martes, con el mismo horario.

Apoyo de los padres

Para lograr un buen nivel es indispensable el respaldo de los papás, quienes deben recoger a sus hijas después de las horas de ensayo, pero desafortunadamente muchos no hacen este esfuerzo, ya que consideran que “ellas no van a lograrlo, porque no escuchan la música, pero después se quedan sorprendidos al constatar que lo alcanzan”, expresa Sandoval.
“Me gusta ayudar a las niñas sordas porque con estas actividades pierden la timidez. Los papás deben saber que no es difícil aprender a bailar, pero que deben contar con el apoyo de la familia”, comenta Sandoval.

Educar y rehabilitar

Edilzar Castro, director de División de Educación y Rehabilitación del Comité, explica que aparte de la educación —de acuerdo con los planes del Ministerio de Educación— y la rehabilitación, en los 11  centros que funcionan en el país se fomenta el arte y el  deporte, así como las actividades sociales y recreativas con el objetivo de hacer efectiva la inclusión social y educativa.
Resalta que cada agosto se lleva a cabo un festival de talentos en el cual participan los estudiantes y los competidores “muestran elevados estándares de calidad en las distintas artes, gracias a la dedicación de los maestros”.  
“Nuestro objetivo es romper con esos mitos de que ellos no pueden hacer algo más allá de lo que les permite  su discapacidad. Lo importante es proponérselo y que se sientan capaces”, afirma Castro.

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