En el 2014 se cumplen 40 años de la muerte del Nobel, en París, y 60 de la publicación de su obra El papa verde (1954), la cual, junto con Viento fuerte (1950) y Los ojos de los enterrados (1960) forma la “trilogía bananera”.
Estas tres novelas fueron escritas por Asturias en un período de 10 años, y le valieron el Premio Lenín de la Paz en 1966, concedido por la entonces Unión Soviética. Un año después, en 1967, obtuvo el Nobel de Literatura.
Para conmemorar esos acontecimientos, durante este año se desarrollarán actividades en la plaza que lleva su nombre —14 avenida y 3a. calle, zona 1—, el último domingo de cada mes, de febrero a octubre.
El 30 de marzo se presentará el análisis de la trilogía bananera, con la participación de expertos y el sobrino del autor, Gonzalo Asturias Montenegro, informó Guillermo Lera, integrante del Club de Lectura Miguel Ángel Asturias, del barrio San José.
Para comprender mejor las novelas, Moreno y la escritora Aída Toledo explican que el punto medular de la trilogía es la explotación a los trabajadores en las plantaciones bananeras de la United Fruit Company.
Viento Fuerte
El libro Historia de la literatura guatemalteca, de Francisco Albizúrez Palma y Catalina Barrios y Barrios, relata que Viento fuerte comienza con la imagen del peón que abre brecha en lo que serán las tierras de la frutera. “A lo largo de la novela, los plantadores son combatidos por la gran empresa y apenas se ven defendidos por un idealista, Lester Stone, un americano disimulado accionista de la empresa, quien trata de algún modo de ayudar a los trabajadores”, se lee en el texto.
Los ojos de los enterrados
Relata en detalle la corrupción de dos familias, cuyos herederos traicionan el ideal de Stone, porque buscan el ascenso social. También relata la organización popular que lucha contra la dictadura de Jorge Ubico. De esa cuenta, los relatos se trasladan a la vida urbana de la Guatemala de los años 1940, en donde incorpora las luchas populares, como la obrera y la magisterial.
El papa verde
Traza la historia del enclave bananero y su progresivo dominio en el ámbito nacional. “No solo se planta fruta, sino se apropia y amplía su dominio hacia otras esferas económicas, por ejemplo las rutas del ferrocarril”, explica Moreno.