Revista D

Vivienda resistente a la chinche picuda

La casa de Hugo René Méndez, en la aldea El Guayabo, Olopa, Chiquimula, luce con un aspecto renovado e higiénico. En medio de la habitación, limpia y ordenada, sobresale una mesa con un jarrón de flores silvestres.

Con una mezcla de arena de río y tierra se cubren las paredes.

Con una mezcla de arena de río y tierra se cubren las paredes.

Uno de los espacios tiene nuevo piso, producto de una mezcla con cemento. Los agujeros de las paredes de adobe fueron sellados con un revestimiento de materiales naturales, blanqueado con cal.

La casa de Méndez, un agricultor de 43 años, forma parte del programa de mejoramiento de vivienda rural que impulsa el proyecto de Parasitología y Entomología de la Escuela de Biología de la Universidad de San Carlos (Usac), con el apoyo de la Cooperación Canadiense, Ministerio de Salud Pública y la Municipalidad de Olopa.

El objetivo de este proyecto es combatir el mal de chagas, enfermedad transmitida por la chinche picuda, insecto silencioso y mortal que suele alojarse en las grietas de las casas de adobe y bajareque. El programa, además de El Guayabo, también incluye las aldeas de Amatillo, Paternito, La Prensa y El Cerrón, todas en Olopa, Chiquimula.

El programa lo coordina la doctora en Biología Carlota Monroy, como parte de un proyecto regional que también incluye Santa Ana, El Salvador y en Intibuca, Honduras.

Monroy calcula que las casas beneficiadas con el proyecto serán 12 mil en Guatemala, 670 en Intibuca y mil 200 en Santa Ana. Añade que al calcular cinco integrantes por grupo familiar, el trabajo beneficiará a más de 69 mil personas.

Ensayo y error

Emplear los materiales adecuados para proteger las paredes en forma duradera es el resultado de años de pruebas, explica la bióloga Antonieta Rodas Retana, subcoordinadora del proyecto. Añade que en 1992 se llevaron a cabo los primeros ensayos con distintos materiales. “Primero se intentó con ceniza, luego cal y arena y después con cemento, cal y arena, sin éxito. En parte, porque el material natural no era compatible con el cemento”, afirma Rodas.

Finalmente, las pruebas hechas por ingenieros de la Usac, donde emplearon arena de río y tierra, dieron resultados satisfactorios. Las proporciones son de tres cubetas de arena por una de tierra mezcladas con agua. “Además de ser compatible, comprendimos que era lo más recomendable para abaratar costos”, refiere Rodas.

Esta mezcla se emplea para cubrir tanto el interior como el exterior de las paredes. Finalmente, se cubre con una capa de cal diluida con agua. “Esta última también cumple una función de control puesto que quema las patas de los insectos, además de que permite observar cualquier tipo de bicho”, asegura la profesional.

El siguiente paso es mejorar los pisos. Esto se logra con una mezcla de cemento, cal Horcalsa y selecto en proporciones adecuadas, de acuerdo con el espacio a trabajar. “Es un piso que puede trapearse y protege a las personas de los parásitos que entran por los pies”, afirma Rodas.

Belter Alcántara, auxiliar comunitario, cuenta que ellos imparten la capacitación a las familias y les proveen a cada una de un metro de arena, dos bolsas de cal y ellos ponen la mano de obra. “Esto abarata costos en comparación con un repello tradicional con cemento, cal y arena”, agrega.

Parte de la labor es educar a las comunidades a mejorar sus hábitos de higiene, pues muchos de ellos conviven con los animales de granja dentro de la casa. Terminadas las fases de paredes y piso, se les regala malla para construir un corral y así apartar las gallinas y aves a un punto más alejado de la vivienda.

Pasos para el cambio

Para llegar hasta la aldea El Guayabo se requiere de un vehículo todoterreno, debido a que se asciende una montaña sinuosa, a través de un camino angosto y pedregoso. La mayoría de la gente vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema. La mejora de vivienda ha tenido una aceptación positiva entre los pobladores, aunque siempre hay unos más entusiastas que otros.

Este es el caso de la familia de Paula González, quien subsiste con su venta de granos y gallinas. Su esposo es jornalero, con un ingreso que ronda entre los Q30 a 40 diarios.

El auxiliar comunitario muestra con su linterna las manchas de excremento de la chinche en las paredes de la casa de González, así como también en los oscuros espacios de piso de tierra, en donde habitan aves de corral y hasta roedores.

En otro punto encontramos a Adelo Castillo, 22 años, quien trabaja en el revestimiento de una de las paredes exteriores. Tiene conocimientos de albañilería, por lo que se ayuda con una plancha de madera para aplicar el revestimiento.

“No sabíamos cómo se iba a ver. Cuando comenzamos, nos dimos cuenta de que queda idéntico a un repello de cemento”, afirma Castillo.

El proyecto finalizará en marzo del 2014. Para entonces esperan que sea sostenible para todas las comunidades afectadas por la chinche picuda. Con anterioridad, han impulsado estas mejoras en Jutiapa, Jalapa, Chiquimula, Alta Verapaz, Baja Verapaz, Santa Rosa, Progreso, Huehuetenango y Quiché.

Chagas y pobreza

El mal de chagas es una enfermedad tropical que ataca principalmente a las familias en condiciones precarias y vulnerables, por no contar con servicios básicos e higiene. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que a escala mundial unas 10 millones de personas están infectadas por el parásito Trypanosoma cruzi, principalmente en América Latina. Se transmite a los seres humanos  por el excremento de insectos  conocidos como  chinches u otros nombres, según la zona geográfica.

Generalmente, pica a la persona cuando está dormida; defeca en su piel, esta se rasca y con las uñas se introduce el parásito, explica la bióloga Antonieta  Rodas.  Es una enfermedad que no tiene cura, una vez que el parásito se establece en el corazón. Es curable solo en su fase inicial.  
Según la OMS, el control vectorial es el método más útil para prevenir el padecimiento.   

En el país se conocen dos tipos de vectores que transmiten esta enfermedad. El  Rhodnius prolixus,  que habita en materia vegetal como los techos de palma y paja y el Triatoma dimidiata, que  vive en las grietas de las paredes de adobe o bajareque.

Carlota Monroy recuerda que Guatemala fue el primer país de  Centroamérica en ser declarado libre de la transmisión del parásito de chagas por uno de los vectores: el Rhodnius prolixus, por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el 2009. “Se ha disminuido en un 75 por ciento la transmisión de la enfermedad con esos logros”, indica. “Nos queda controlar el otro 25% con el otro tipo de  vector, el Triatoma dimidiata. Esto se logra eliminando los factores de riesgo dentro de la vivienda”.

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