Ese día, hace tres años, su situación cambió para siempre. Dos sujetos armados lo interceptaron y le exigieron las llaves del automóvil, la billetera y el teléfono celular. El joven accedió, pero los asaltantes lo empujaron a los sillones de atrás y lo secuestraron por unas cuatro horas.
A inmediaciones de los Campos del Roosevelt, zona 11, los delincuentes decidieron matarlo porque, supuestamente, Ramos Castro podría reconocerlos después. Le dispararon varias veces y empezó a sangrar.
“Fue como si en la cintura me hubieran puesto una barra de carbón ardiente; de inmediato, mis extremidades inferiores se pusieron gelatinosas. Ese fue el último día que sentí mis piernas”, cuenta.
Como pudo, salió del carro y pidió auxilio. Los bomberos lo trasladaron a la Emergencia del Hospital General San Juan de Dios.
Las balas le perforaron los pulmones, estómago e hígado. Asimismo, le dañaron la médula espinal. “Pasé seis meses en el intensivo, luchando entre la vida y la muerte”, recuerda. “El día del asalto, el 9 de abril del 2013, volví a nacer”, agrega.
Ejemplo de lucha
La delincuencia del país le vedó a Ramos Castro su derecho a caminar, pero no le quitaron su indomable espíritu de lucha ni su fe en Dios. “Dicen que Él le da las batallas más duras a sus hombres más fuertes”, expresa.
“Estar en silla de ruedas no es obstáculo para seguir adelante; precisamente eso es lo que trato de transmitir”, refiere. De hecho, se ha mantenido bastante activo desde entonces. Ha participado en las federaciones nacionales de Billar, Potencia, Baloncesto y Ecuestre, en las que tienen ramas paraolímpicas. También baila en su silla de ruedas. “Hoy soy totalmente independiente”, narra.
Por supuesto, para llegar a eso ha tenido que pasar por un proceso de rehabilitación tanto física como psicológica. “La clave es aceptar esta condición, tener autoestima y mantener ocupada la mente”, comenta. “La lucha es de todos los días, porque siempre hay dolor, algunas veces insoportable”, añade.
Hoy, el joven de 31 años, ingeniero en Sistemas —se especializa en diseño y desarrollo web— comparte su experiencia con otros que pasan por igual o similar situación. “No sé cuántas vidas he cambiado a raíz de mi testimonio, pero siempre les digo ‘miren muchá, sí se puede’, porque las limitaciones están en el cuerpo, no en la mente. Si uno le pone corazón a las cosas, no hay nada que a uno lo detenga. Si dices ‘yo puedo’, si eres positivo, si luchas en esa batalla que te ha tocado librar, saldrás adelante”, afirma. “Ese mensaje es para todos”.