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Simone Caporale: “El oficio de barman es un arte”

Es bartender de uno de los mejores bares del mundo, lo cual le ha permitido atender a luminarias.

Simone Caporale es barman del exclusivo bar londinense Artesian, en el Hotel Langham (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano).<br _mce_bogus="1"/>

Simone Caporale es barman del exclusivo bar londinense Artesian, en el Hotel Langham (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano).

Le ha servido tragos al príncipe Guillermo de Inglaterra, a la multimillonaria empresaria y actriz Paris Hilton, al cantante Enrique Iglesias y a futbolistas de la talla del argentino Javier Zanetti o el portentoso delantero brasileño Adriano. Nada más y nada menos.

Simone Caporale es un espigado italiano cuya pasión es la coctelería. Pero, contrario a lo que suele pensarse en países latinoamericanos —que el oficio de cantinero es solo para mantenerse a flote mientras se consigue otro trabajo o que es una simple pasantía para pagarse los estudios—, este joven toma su trabajo muy en serio. De esa cuenta, sale en la televisión, radioemisoras, revistas y escribe en un popular blog de coctelería.

Además, es parte del equipo del Artesian, elegido como Mejor Bar del Mundo 2013 por la revista especializada Drink’s International. Se encuentra dentro del lujoso y exclusivo hotel londinense Langham. Precisamente en ese bar ha atendido a la realeza británica, a Hilton, a Iglesias, a Zanetti y a Adriano, entre otras tantas luminarias.

A veces ni sabe quiénes son; a todos trata por igual. “Cierto día, alguien me pidió un Martini Rosso; todos volvían a verlo. Luego de unas pocas rondas de tragos, le dije: ‘Señor, usted se parece al actor de Goodfellas, y con una sonrisa me respondió: ‘¿En serio?’ Bueno, en efecto, era Robert De Niro”, recuerda. El barman, además, ha llegado a la siguiente conclusión: “A las personas normales les gusta ser tratadas como reyes; la realeza busca que la traten como gente normal”. Ironías.

Caporale estuvo en Guatemala hace poco invitado por la firma Ron Botrán. Visitó Antigua Guatemala y Quetzaltenango. En su corta estadía creó por lo menos cuatro bebidas inspiradas en nuestro país. Una de ellas con chocolate; otra con un fuerte pero sabroso aroma parecido al corozo, y dos más que rememoran nuestros característicos volcanes o las hermosas plumas verdes y rojas del quetzal. En esos cocteles empleó como base el ron Botrán Solera.

Llama la atención que usted no se limita a preparar y servir un trago; además de eso, narra la historia de cada uno.

Así se hace en los mejores bares de Londres o Nueva York, ciudades que lideran la coctelería mundial. Ahí, con pocas palabras, los bartenders brindan una explicación de las bebidas que sirven; de esa forma, pueden cambiar la percepción de los clientes. Si yo explico qué es lo que he preparado, habrá más memoria de lo que se ha bebido, más allá de su aroma y sabor.

¿Por qué menciona a esas ciudades como líderes?

Bueno, ahí la competencia es muy fuerte; la gente quiere probar cosas nuevas, y eso nos exige innovar. Pero existe una diferencia importante: en Estados Unidos, los clientes buscan todo aquello que tenga las palabras the best (lo mejor), mientras que en Europa quieren tener una “experiencia” con la bebida.

¿Experimenta de forma constante?

Claro. Cada día tengo una idea nueva. Este oficio es como el de un artista; ellos sueñan con algo y se levantan de la siesta para pintar una imagen. Eso sucede también en este trabajo y en la gastronomía; esto requiere mucho estudio y experimentación. De hecho, considero que todos deberíamos tomarnos al menos cinco minutos diarios para crear algo nuevo. Después de unos años, ¡imagínese cuántas ideas podrían acumularse! En mi caso, llego a crear entre 150 y 180 nuevos cocteles anuales.

¿Por qué la gente elige ir a un bar en lugar de tomar algo en casa?

¡Porque en un bar todo puede pasar! Son lugares mágicos. La barra vende emociones, y los cocteles son la excusa perfecta para socializar.

De hecho, la clave del mejor bar es hacer sentir cómodos a los clientes, sin que se sientan ajenos. Existen muchos sitios elegantes, con bonita decoración, buena iluminación y música adecuada, pero hay que ir más allá; si no puedes hacer sonreír a la gente, lo demás no vale nada.

¿Qué cosas pueden suceder en un bar?

En serio, ¡de todo! Viví un año en Valencia, España, y en un bar conocí a Melissa, mi esposa, quien nació cerca de aquí —Tegucigalpa, Honduras—; llevamos siete años de casados.

¿Cómo es el ambiente del Artesian?

Está dentro del Langham, un hotel de cinco estrellas. Es un lugar donde suena el piano, la gente viste elegante y no ríe demasiado; incluso, hay quienes tratan de no besar a la novia para no perder la compostura. Pero en el Artesian hemos roto con ese paradigma. Es relajado, por supuesto, pero hay música de moda con el volumen suficiente como para conversar. Hace dos años y medio serví al príncipe Guillermo —segundo en la línea de sucesión al trono británico— y pidió un trago cuyo recipiente es la pata de un buey.

¿Ah, sí?

¡Sí! Son fabricados por artesanos brasileños. Resulta curioso cuando un príncipe solicita: “Quiero aquel coctel que viene en una pata”. Es una satisfacción para un barman, porque ese tipo de gente, en otro lugar, hubiera pedido beber un té o un vaso de champán o whisky.

¿Cuál fue la reacción del príncipe al ver la bebida?

Lo primero fue sacar su teléfono celular y tomarle fotos. Él y sus acompañantes actuaron como niños.

¿Cuánto vale un trago ahí?

Como 16.50 libras esterlinas —aproximadamente Q210—. Pero, ¿sabe?, los cocteles que ahí servimos se pueden preparar con los ingredientes que hay en cualquier barra normal del mundo, incluso en casa, pero la clave es idear combinaciones que nunca nadie pensó.

Entiendo que era mecánico automotriz. ¿Por qué eligió ser barman?

¡Porque no me considero una persona normal! —ríe—. Cuando tenía 16 años estaba tan aburrido en mis vacaciones que decidí ir a trabajar a una discoteca. Lo que me gustó fue ver el rostro de felicidad de los clientes cuando se les atiende bien; eso quedó en mi memoria. Pero, claro, elegí este camino para tomármelo en serio. De esa cuenta, ahora tengo la oportunidad de viajar por el mundo. Es duro, porque casi no duermo, pero soy feliz.

¿En sus creaciones emplea algún destilado guatemalteco?

Por supuesto. Hay un trago especial que llamamos Súper Panda; tiene mango, ginseng, limón y Ron Botrán blanco, entre otros ingredientes. Se sirve en un vaso corto recubierto con un globo de papel que tiene la cara de un panda; es como una piñatita. Cuando el cliente lo recibe, el globo se desinfla y expele un aroma de mandarina que se siente a dos metros a la redonda. Este es muy popular en el Artesian, pues llegan a venderse entre dos mil 700 y tres mil 200 de estos en tres meses.

También tenemos el Above & Beyond (Mucho más allá), que entre sus ingredientes tiene ron, crema de banano y mandarina. Arriba del vaso flota un globo transparente inflado con helio, que adentro tiene cinco muñequitas quitapenas, las cuales confeccionan en Guatemala. Al abrir el globo, sale un aroma a café, el cual rememora los cafetales de este país. Este es un ejemplo de cómo extender la experiencia del cliente, pues, cada vez que vea las muñequitas en su casa, recordará el trago que bebió.

¿Por qué usa las marcas Botrán?

Porque si uno se dedica a la coctelería sofisticada, debe emplear un ron premium. Esa marca, incluso, se ha ganado una excelente reputación en el Viejo Continente en poco tiempo, pues tiene mucha personalidad y un sabroso aroma. Diría que Botrán no es un ron; es una experiencia.

¿Usted qué bebe?

De todo, pero lo importante es que todos lo debemos hacer con moderación.

¿Cuál es el secreto para ser un buen barman?

Serlo, si de verdad a uno le gusta; así las cosas salen del corazón. Se debe, además, tratar bien a la gente.

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