Ambas eran muy apegadas; fallecieron en junio de este año, con solo 17 horas de diferencia. Estas son sus historias.
Viajera por necesidad
La vida de María Luisa Pratdesaba estuvo marcada de muchas idas y venidas.
Nació el 2 de noviembre de 1914, en la Ciudad de México. Sus padres fueron el catalán Antonio Pratdesaba i Portabella y la mexicana María Concepción de la Sierra Martínez.
Tan solo 40 días después de su nacimiento, su familia emigró a España para buscar un mejor futuro, confiando en que ese país se mantuviera neutral durante la recién estallada Primera Guerra Mundial.
El 10 de enero de 1915 tocaron tierras europeas y, aunque su papá era de origen catalán, los llevó a vivir a Bilbao, donde fundó una empresa de pastas, la cual proveía alimentos a la milicia.
La época de bonanza económica se interrumpió por lo convulso del país ibérico, sobre todo en la década de los veinte, por lo que resolvieron regresar a América. Fue así que el 23 de abril de 1923 desembarcaron en Veracruz, México, y se asentaron una vez más en el Distrito Federal.
Su familia siempre fue muy católica; de hecho, Antonio Pratdesaba era ministro de la Eucaristía, lo cual le acarreó problemas, pues en esa década el gobierno de Plutarco Elías Calles emprendió una persecución en contra de los católicos; de esa cuenta, los Pratdesaba tuvieron que huir de nuevo.
Un amigo de quien solo se tiene el apellido —González—, les contó acerca de las maravillas de Guatemala y les ofreció hospedaje en una granja de su propiedad, Las Margaritas, justo donde hoy está el Centro Comercial Peri Roosevelt.
Tras aceptar la invitación, María Concepción y sus hijos vinieron a Guatemala a mediados de 1930. “Antonio y otro de sus hijos arribaron poco después, haciendo un viaje en motocicleta. Se dice que entraron a la capital el 24 de diciembre, a las 6 de la tarde, como un regalo de Navidad”, refiere Margarita Pratdesaba, una de las descendientes.
Para esos meses, la familia se había mudado a Tívoli, en la actual zona 9.
La tienda de vestidos
María Luisa no pudo continuar con sus estudios, por lo que empezó a trabajar como secretaria en el despacho del abogado Barrios Pedroza.
En 1939 volvió a México, pero, tres años después, uno de sus hermanos, Antonio, fue por ella y la regresó a Guatemala.
Aquí conoció a la suiza Alice Schneider, con quien fundó un almacén de ropa que estaba en la entrada de un hotel en la 7 avenida, entre 12 y 13 calles de la zona 1. La joven, que entonces tenía 28 años, confeccionaba vestidos con la particularidad de que los pintaba a mano.
Un estadounidense se enteró de las originales creaciones y decidió comprarle una, pues un amigo suyo le había encargado algo “bonito y único” de este país para regalárselo a su esposa.
Ese amigo resultó ser el caricaturista Walt Disney; su esposa, Lillian Disney.
Dicen que a la señora le gustó tanto que empezó a intercambiar correspondencia con María Luisa. Además, se convirtió en su clienta.
En otra ocasión, un militar entró a la tienda para llevarle una prenda a su hermana. Ese señor era Lawrence Allen Gallington, de origen irlandés, un integrante de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que sirvió en misiones en las Islas Galápagos y en bases en Panamá y Guatemala.
Gallington, desde entonces, frecuentó la tienda para conquistar el corazón de María Luisa. Se casaron en 1946.
La tienda cerró y los recién casados se mudaron a Vancouver, Washington.
Allá, María Luisa estudió y ejerció la enfermería. También tuvieron una hija, a quien llamaron Gloria Ellen. Su esposo falleció el 22 de agosto de 1956, por un infarto.
“No se volvió a casar”, indica Margarita Pratdesaba.
A principios de 1970 regresó a Guatemala, donde vivió por un año. En 1972 se mudó a California y, en 1981, a Tri-Cities, Washington, donde se estableció hasta su deceso, el 18 de junio del 2015, a los 100 años.
La niña más bonita
“La ociosidad es la madre de todos los vicios”, solía decir Virginia Bianchi Arenales (Ciudad de Guatemala, 9 de marzo de 1922). Era hija de Carlos Bianchi Smooth y de Margarita Arenales Köhler.
A los 40 días de su nacimiento, la familia se trasladó a Ventura, California, donde su padre había conseguido un empleo como ingeniero electricista en unos pozos petroleros.
Ocho años más tarde regresaron a Guatemala. Ella y sus hermanos se quedaron a vivir con una tía, en la capital, mientras que sus padres partieron hacia la finca Versalles, en Chicacao, Suchitepéquez, para administrarla.
La joven Virginia y sus hermanos estudiaron en el colegio Josefina González, que estaba en la esquina de la 8 avenida y 14 calle, zona 1. Fue un difícil comienzo, pues no sabía una sola palabra en español —el inglés fue su primer idioma—.
A los 13 años, demostrando gran iniciativa, decidió hacerse empresaria y crió cerdos para vender y ayudar con los gastos familiares.
Al finalizar la primaria, trabajó por alrededor de cuatro años como maestra de matemática. Al mismo tiempo estudió en la Escuela de Comercio e ingresó al grupo de Muchachas Guías de Guatemala.
A los 16 años, un periodista de apellido Fonseca, del desaparecido diario El Imparcial, publicó una foto suya y la llamó “la niña más bonita de Guatemala”.
Un año más tarde, trabajó en el almacén Paiz (9 calle de la zona 1). En ese tiempo conoció a un joven, Antonio Pratdesaba, con quien contrajo nupcias el 12 de octubre de 1944, unos pocos días antes de la Revolución de Octubre.
Tuvieron tres hijos, y solo la muerte los separó, 58 años después.
Por esa relación conoció a María Luisa Pratdesaba, su cuñada, con quien era muy apegada. “Les gustaba juntarse para platicar, pintar y coser”, refiere Margarita Pratdesaba.
Falleció el 19 de junio del 2015, a los 93 años. No se enteró de la muerte de María Luisa, quien partió al cielo 17 horas antes, en Estados Unidos. “Sin duda, están allá arriba, juntas”, dice Margarita Pratdesaba.