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Cuna de artistas

La Escuela Nacional de Artes Plásticas ha formado a muchos virtuosos de la plástica.

El origen de los principales referentes de las artes plásticas en Guatemala, la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla (Enap), celebra hoy 95 años de haber sido fundada. Es la segunda academia de arte más antigua del país, después del Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara —1875—, y por sus aulas han pasado los más importantes artistas nacionales.

La entonces Escuela de Bellas Artes se creó en 1920 durante el período del presidente Carlos Herrera —1920-1921—, quien emitió el decreto que le dio vida a la que a partir de 1947 se le conoce como Enap.

Su primer director fue el pintor y escultor Rafael Rodríguez Padilla, nombre con el cual fue bautizada esta academia en 1990. Sus primeros dos maestros fueron Jaime Sabartés —intelectual y artista español— profesor de Perspectiva, y Hernán Martínez Sobral, mentor de Anatomía Artística, según palabras de la doctora en Arte Josefina Alonso de Rodríguez y publicadas en la Revista de la Enap (1993).

Previo a que esta iniciativa se consolidara, hubo otros cuatro establecimientos que desaparecieron. Estos fueron, en 1797, la Academia de las Tres Nobles Artes; de 1893 a 1895 funcionó la Escuela de Bellas Artes dirigida, inicialmente, por Manuel R. Ortega. Hacia 1900 se integró una escuela anexa al Instituto Central para Varones, y en 1920, otro centro anexo a la Escuela de Varones Francisco José Barrundia.

Con modestia y entusiasmo fue Rodríguez Padilla quien logró encauzar la Escuela, la que durante sus primeros años funcionó en una parte del terreno que hoy ocupa el edificio del Congreso de la República, en la zona 1 capitalina.

Más tarde, de 1935 a 1975, operó en la 8a. avenida entre 12 y 13 calles de la zona 1, en el edificio donde funcionó la Dirección General de Migración.

Con el paso de los años, la Enap ha atravesado etapas de brillo y precariedad, sin embargo, ha aportado una estela de artistas, por lo cual fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación, en el 2008. A continuación, un repaso por la vida y obra de algunos de los artistas, maestros y directores que han dado brillo a esta academia.

Primera década

En la generación de los años 1920, Rodríguez Padilla —autor de la escultura a Lorenzo Montúfar, ubicada en la Avenida La Reforma— logró encauzar, junto a los excelentes maestros, el primer grupo de artistas.

“Sabartés (Jaime o Jaume Sabartés Gual) —secretario personal de Picasso— tuvo una influencia decisiva en el grupo de jóvenes inquietos que se agruparon a su alrededor”, cita Roberto González Goyri en la publicación Mis recuerdos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, con motivo de los 50 años de esta academia. Ese grupo lo integraron Carlos Valenti, Carlos Mérida (aunque no pasó por la Escuela, dejó una profunda huella en las siguientes generaciones de artistas) y Rafael Yela Günther.

Entre los primeros estudiantes también destacaron Antonia Matos de Massot, Jaime Arimany, Enrique de León Cabrera y Agustín Iriarte.

Luego se sumaron el gran paisajista Humberto Garavito y Alfredo Gálvez Suárez, quien fue el primer muralista de la época contemporánea.

Hacia la década de 1930 se unió al claustro de maestros el pintor, escultor y vitralista Julio Urruela Vásquez, quien impartió las clases de Dibujo e Historia del Arte. Urruela, autor de los vitrales del Palacio Nacional de la Cultura, se convirtió en uno de los formadores de la siguiente generación de jóvenes artistas.

Años revolucionarios

La década de 1940 fue crucial en la vida política, social y cultural del país, en el marco de la Revolución de 1944. Durante esta etapa en la Enap se gestaron varios movimientos que al final orientaron el movimiento plástico posterior, se lee en la Revista de la Enap.

Se organizó la Asociación de Profesores y Estudiantes de Bellas Artes (Apeba) y otros más se integraron al grupo de intelectuales y artistas Saker-Ti, inspirado en los ideales revolucionarios.

A esta generación pertenecieron los artistas Dagoberto Vásquez Castañeda, Guillermo Grajeda Mena, Roberto González Goyri, Roberto Ossaye, Juan Antonio Franco, Rina Lazo, Jacobo Rodríguez Padilla (hijo de don Rafael), Arturo Tala García, Ruth Rose, Abraham Santa Cruz y Max Saravia Gual, entre muchos nombres más.

También figuraron Víctor Manuel Aragón, Juan de Dios González, Miguel Ángel Ceballos Milián —autores del mural del Congreso—; Miguel Alzamora Méndez, Mario Alvarado Rubio y Arturo Martínez.

En este período, la Escuela estuvo a cargo de los directores Ovidio Rodas Corzo (1944-1948); Antonio Tejeda Fonseca (1946-47) y Rodolfo Galeotti Torres, hasta 1954.

En esta época, los estudiantes Vásquez, Grajeda Mena, González Goyri y Santa Cruz colaboraron en la elaboración de los vitrales del Palacio Nacional de la Cultura.

“En ese ambiente de jocosidad y sana alegría, pero a la vez de discusiones y comentarios muy interesantes, posiblemente se decidió en firme mi vocación”, narra González Goyri en sus recuerdos como estudiante.

Posteriormente, algunos continuaron sus estudios en el extranjero y regresaron a colaborar en la ejecución de la obra mural del Centro Cívico.

Los años cincuenta

La renovación de artistas continuó y se promovió la proyección de los estudiantes a través de certámenes de pintura y escultura. A las aulas de la Enap asistieron los posteriormente consagrados Manolo Gallardo, Roberto Cabrera Padilla, Marco Augusto Quiroa, Elmar René Rojas, Jacinto Guas, Víctor Vásquez Kestler, Óscar Barrientos, Rafael Pereira Piedrasanta, Ramón Banús y Luis Zaldívar, quien se exilió en Cuba y más tarde en Alemania Oriental, comenta Marvin Olivares, artista y exmaestro de la Enap.

Esta generación incursionó en corrientes más modernas de la plástica. Tres de ellos: Cabrera, Rojas y Quiroa formaron el grupo Vértebra. Este “definió una posición dentro de un nuevo realismo e inauguró una galería con el mismo nombre”, comenta Enrique Anleu Díaz, en la citada revista.

Durante esos años también pasaron por la Enap, aunque brevemente, artistas de renombre como Rodolfo Abularach y Efraín Recinos, quien para entonces ya trabajaba escultura, recuerda Olivares.

El movimiento de los 60

En esta generación destacaron Zipacná de León, Arnoldo Ramírez Amaya, Íngrid Klussmann, los hermanos Alfredo y Édgar Guzmán Schartz y Alejandro Urrutia, este último, la Revista de la Enap lo describe como un artista “de estilo suelto y sugerente, con múltiples interpretaciones de la figura humana”.

En la década siguiente destacaron Isabel Ruiz, Moisés Barrios, Erwin Guillermo, Arturo Monroy y Jorge Félix Pérez.

Los años de 1980 fueron fructíferos, en cuanto a nuevos talentos, debido a que surgieron Leonel del Cid, Carlos Chaclán. Rubín Solórzano, Fernando Valdiviezo, Marvin Olivares, Alejandro Noriega, Diana Fernández y Ana María de Maldonado, entre otros.

Posteriormente, Max Leiva, Francisco Auyón, Aníbal López y Benvenuto Chavajay, entre otros, destacaron hacia la década de 1990 en adelante, ya que revolucionaron con sus aportes los conceptos del arte en Guatemala.

La escuela actual

Desde 1975 la Enap mantiene abiertas sus puertas en un edificio de cuatro pisos en el lado sur del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias.

Otto Arana, director de este centro de arte, informó que con motivo del 95 aniversario se organiza una semana de conferencias y exposiciones, entre ellas una exposición de pinturas de Rodolfo Abularach y de artistas centroamericanos.

Formador de artistas

Cada aula de la Enap está bautizada con el nombre de alguno de sus maestros. En en el salón “Víctor Vásquez Kestler” un grupo de unos veinte jóvenes recibe Dibujo Artístico I, con el maestro Fernando Valdiviezo.

“Amo la escuela”, afirma el docente, después de una década de enseñanza, quien agrega que “Guatemala es un país de artistas y siempre existe el interés de pasar por la academia. No es el único camino para llegar al arte, pero hay quienes se decantan por este proceso”.

Olivares recuerda que cuando ingresó, en 1979, en el establecimiento se respiraba un ambiente estético rodeado aún de grandes maestros como Vásquez y Zipacná de León, más que el ambiente escolar que se percibe hoy, en el afán de obtener una nota y un título.

Sin embargo, reconoce que a pesar de las crisis, la Enap sigue siendo el motor de la mayoría de los se dedican a las artes plásticas, aunque muchos después lo nieguen.

Arana comentó que una de las metas de su administración es actualizar el pénsum de estudios. “El objetivo es ver que los artistas egresados de la Escuela vuelvan a tener el renombre que antaño existió en la Enap”.

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