Las autoras examinaron los datos solo en causas de muerte en las que el alcohol fue específicamente mencionado (como “enfermedades del hígado vinculadas al alcohol” y “desórdenes mentales y de conducta debido al uso de alcohol”). Encontraron que el alcohol fue una causa de muerte en un promedio de 79 mil 456 casos anuales, durante el período estudiado. En la mayoría de los países, las enfermedades del hígado fueron la causa principal de los fallecimientos vinculados al alcohol, seguidas de desórdenes neurosiquiátricos.
Sin embargo, estas cifras posiblemente representan solo “la punta del iceberg de un problema más amplio”, según las autoras, ya que el uso del alcohol está asociado a una vasta gama de enfermedades y condiciones, incluyendo enfermedades del corazón y cerebrovasculares, lesiones en el tránsito o de armas de fuego, suicidios, y también algunos tipos de cáncer.
El estudio encontró una amplia variación en las tasas de mortalidad por consumo de alcohol entre los países, con las tasas más altas en El Salvador (un promedio de 27.4 en 100 mil muertes por año), Guatemala (22.3) y Nicaragua (21.3), seguidas por México (17.8) y Brasil (12.2).
En todos los países estudiados, la mayoría de las muertes vinculadas al alcohol (84 por ciento) se registraron en hombres, aunque los números varían para las mujeres según los países. El riesgo de morir por una causa totalmente vinculada al alcohol fue 27.8 veces más alta para un hombre que para una mujer en El Salvador, 18.9 veces más alta en Nicaragua, y 14.8 veces más alta en Cuba. Entre los países más bajos en la escala, el riesgo de mortalidad fue 3.2 veces más alto para hombres que para mujeres tanto en Canadá como en Estados Unidos.
Los autores señalaron que las muertes vinculadas al alcohol son prevenibles a través de políticas e intervenciones que reducen el consumo de alcohol, incluyendo restricciones en disponibilidad, aumento de precios a través de impuestos y controles en el mercadeo y publicidad. Sin embargo, “la mayoría de los países en las Américas tienen políticas débiles para responder a este problema”, afirman las autoras.
“Estas altas tasas muestran un problema de salud pública importante. Los países deberían aumentar sus esfuerzos para mejorar la calidad de la información, monitorear el problema e implementar políticas más efectivas para reducir la disponibilidad y el consumo de alcohol a nivel nacional”, añaden.