Es lo que opina Robert Provine, neurólogo investigador de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos.
BBC NEWS MUNDO
Por qué a algunos humanos, chimpancés y ratas les gustan las cosquillas
"Este es uno de los temas más amplios y profundos de la ciencia".
En su carrera ha explorado varios “comportamientos curiosos”, incluyendo el hipo, el bostezo y las flatulencias. Así que, ¿por qué este destaca sobre el resto?
La realidad es que el tema de las cosquillas es mucho más amplio de lo que se puede pensar.
“Implica todo, desde las defensas del organismo y el programa neuronal para el juego hasta la generación del sentido de uno mismo y los otros”, dice Provine.
Y como tantos otros comportamientos humanos complejos, nuestros primos animales pueden ayudarnos a entender los entresijos de las cosquillas.
Dos tipos de cosquillas
Hay dos tipos de cosquillas, y tienen nombres fabulosos: knismesis y gargalesis.
La knismesis es una respuesta primitiva, una sensación ligeramente irritante activada por un leve movimiento en la piel, y es generalizada.
“Diría que los lagartos, los insectos y casi todos los seres vivos muestran algún tipo de comportamiento que tiene que ver con la defensa de la superficie corporal”, asegura Provine.
Los animales tienen que defender sus cuerpos contra las picaduras de los insectos y los parásitos, sea con un rápido arañazo o un movimiento de oreja, y la knismesis describe esa respuesta.
La gargalesis, por otro lado, es un fenómeno singular de los mamíferos. Es un tipo de cosquillas más fuerte que produce risa y está vinculado con el juego, una característica distintiva de los mamíferos.
A un nivel básico, las cosquillas son una sensación en la que participan fibras nerviosas asociadas con el tacto y el dolor.
Pero hay más. “Las cosquillas asociadas con la risa pueden ser consideradas como un comportamiento social, más que como un reflejo”, escribió el dermatólogo Samuel T. Selden en una revisión del tema publicada en 2004.
En algún punto de la historia evolutiva, las cosquillas se convirtieron en algo divertido.
“Las cosquillas son el estímulo principal de la risa”, dice Provine.
Vocalizaciones ancestrales
Esto es algo que Marina Davila-Ross, psicóloga de la Univesidad de Porstmouth, en Reino Unido, conoce bien.
Ella ha trabajado con muchos chimpancés reidores.
Reuniendo a trabajadores de zoológico y madres para que hagan cosquillas a los simios o humanos a su cargo, respectivamente, ha explorado los vínculos de la risa en simios humanos y no humanos.
“Utilizamos datos acústicos [de la risa] de forma similar a cómo un genetista utiliza los datos genéticos para reconstruir relaciones evolutivas”, dice.
Este trabajo, publicado en 2009, parecía confirmar que la risa humana se desarrolló a partir de vocalizaciones que se encuentran en los ancestros comunes que compartimos con los simios.
Mientras que los gorilas y bonobos de la investigación de Davila-Ross produjeron sonidos más parecidos a los de los humanos, los simios más alejados de nosotros emitieron ruidos que, sacados de contexto, no serían reconocidos como risa.
Sin embargo, al construir un árbol familiar con estos sonidos, ella demostró la progresión desde los breves gruñidos a las risitas y carcajadas emitidas por los humanos.
Esta investigación traza la historia evolutiva no solo de la risa, sino también de las cosquillas.
Derivada del juego
“Un simio no vería a otros simios jugando o haciendo algo divertido y se reiría”, dice Davila-Ross. “Ellos no producen vocalizaciones sin un contexto conductual”.
Para que un simio encuentre que algo es divertido, tiene que estar jugando activamente con sus semejantes.
Las cosquillas son parte de los juegos bruscos que hacen todos los jóvenes simios, incluidos los humanos.
Este tipo de juego puede dejarte sin respiración, y esta falta de aire es lo que dio como resultado la risa tal y como la conocemos.
“El 'jaja' de la risa es lo que yo llamo la ritualización del sonido de una respiración trabajada derivada del juego. Si haces cosquillas a un chimpancé, la risa es un sonido de jadeo”, dice Provine.
“Es una forma que tiene el chimpancé para indicar 'esto es juego, no te estoy atacando'. Es uno de los casos más claros de dónde viene la vocalización”.
Para los animales sociales, como los primates, las cosquillas son una forma fantástica de reforzar las amistades de forma controlada.
Aunque la risa humana es mucho más elaborada, es ahí donde Provine cree que se originó.
Los humanos se separaron de los grandes simios hace entre 10 y 16 millones de años.
La presencia de esta misma dinámica de cosquillas y risa en toda la familia sugiere que ha existido durante al menos ese tiempo, o quizás incluso más.
Aunque la risa y las cosquillas no ocupan exactamente el primer lugar en la mayoría de las agendas investigadoras, algunos estudios parecen mostrar similitudes entre otros mamíferos más lejanamente relacionados con nosotros.
Inspirada por su perra
Un día, la etóloga Patricia Simonet estaba observando a su perra Goodall, llamada así en honor a la primatóloga Jane Goodall, dar vueltas a una silla de oficina y haciendo ruidos que indicaban que lo encontraba desternillante.
Se preguntó entonces si la risa sería una descripción adecuada para ese comportamiento.
Luego, durante una conferencia, la verdadera Jane Goodall sugirió que Simonet debería examinar este fenómeno. Así que esto fue exactamente lo que hizo.
Al igual que con los chimpancés, Simonet encontró que una “pronunciada exhalación respiratoria forzosa” se asociaba al juego.
Incluso grabaciones de estos sonidos podrían utilizarse para reducir el estrés en otros perros.
Unos años antes, Simonet había reportado que elefantes asiáticos en cautividad emitían “débiles sonidos respiratorios” mientras jugaban.
Aunque en aquel momento no los describió como risa, aun así hizo la conexión al considerar sus recién descubiertas “risas de perro”.
“Los elefantes parecen hacerse cosquillas entre ellos”, afirma Provine, citando el testimonio del experto keniano en elefantes Joyce Poole.
Dicho esto, no es fácil examinar si las cosquillas y las risas mostradas por estas criaturas son análogas a las nuestras.
En nombre de la ciencia
“Se necesita un valiente investigador para sumergirse en una pila de juguetones paquidermos y estimularlos”, dice Provine. “Probablemente sería peligroso”.
Para estudiar un comportamiento complejo como las cosquillas, ayuda trabajar en una escala un poco más pequeña.
Las ratas son el mamífero por excelencia de las investigaciones científicas, y las cosquillas no son una excepción a esto.
Hacer cosquillas a las ratas en nombre de la ciencia es algo que se hace desde hace dos décadas, empezando por el controversial artículo publicado por el psicobiólogo Jaak Panksepp en 2010 y quien era entonces su estudiante, Jeffrey Burgdorf.
Habiendo identificado previamente sonidos de alta frecuencia emitidos por ratas mientras estaban jugando, inaudibles para el oído humano, Panksepp se sorprendió con la idea de que podrían estar distantemente relacionados con los sonidos hechos por los humanos cuando juegan.
Con esto en la cabeza, se acercó a Burgdorf con una oferta que no podía rechazar: “ven conmigo a hacer cosquillas a unas ratas”.
En aquel momento, el mundo no estaba preparado para las ratas reidoras, y había una considerable resistencia en la comunidad científica.
Desde entonces, sin embargo, numerosos estudios han analizado esto.
Cuando Davila-Ross hizo su investigación, vio que los jóvenes simios eran los que más disfrutaban con las cosquillas.
“Es fácil hacer cosquillas a un simio joven”, dice ella. “No quieren parar, es difícil sacárselos de encima”.
Lo mismo pasa con las ratas.
Luca Melotti, de la Universidad de Berna, en Suiza, y otros investigadores han visto que son las ratas jóvenes las que lo disfrutan más, y a menudo persiguen la mano del investigador para buscar más cosquillas.
“Si otros mamíferos más primitivos también tienen estas respuestas emocionales”, escriben Panksepp y Burgdorf, “esto sugeriría que el afecto alegre emergió mucho antes dentro de la evolución mamífera del cerebro de lo que se cree generalmente”.
Si las cosquillas, y la risa, estuvieron presentes en los ancestros comunes de los humanos y los roedores, esto situaría sus orígenes en hace unos 80 millones de años.
Pero Davila-Ross cree que deberíamos ser cautelosos a la hora de hablar de las ratas, los perros, o cualquier otro animal no humano reidor.
“Sería cuidadosa con afirmaciones como esa”, dice Davila-Ross. “Tendría que haber un análisis filogenético para hacer esas aseveraciones”.
En su lugar, ella prefiere el término “vocalizaciones positivas”, dentro del cual la risa es solo uno de ellos, incluso en los humanos.
“Diría que, igual que los chimpancés, la risa en los humanos es la respiración trabajosa durante un juego”, dice Provine.
“Puede que eso sea también cierto para los roedores, pero no creo que nadie haya examinado eso todavía”.
Es difícil estudiar las vocalizaciones ultrasónicas de las ratas, no digamos crear el tipo de árboles familiares que Davila-Ross fue capaz de construir para los simios.
“Cuanto más nos alejamos de los humanos, más difícil es equiparar todas sus propiedades”, añade.
Aunque los científicos son precavidos a la hora de aplicar características humanas a los animales, el público general no.
Internet está plagada de videos de lindos animales, incluyendo animales a los que alguien hace cosquillas.
“Aunque es posible que algunos se correspondan con unas cosquillas y la felicidad que resulta de ellas, como científico recomendaría ser cauteloso con estas interpretaciones”, dice Melotti.
El hecho es que es difícil evaluar con precisión los sentimientos de los animales.
Incluso puede ser que a nuestros queridos gatos y perros no les gusten tanto las cosquillas como nos parece.
Al final, las cosquillas en los humanos no son exactamente un comportamiento claro.
Dependiendo a quien preguntes, las cosquillas pueden ser agradables o dolorosas; pueden ser eróticas o utilizarse, en cambio, como tortura.