Vida

Celso Lara

?No soy llamado de los espantos. Ni siquiera el grito de La Llorona he tenido la oportunidad de oír?

Celso Lara es, según él, siete oficios y ochocientas mil necesidades.

Es músico (toca órgano y clavicordio) y se considera ?ratón de discoteca?, por su afición de escuchar música; además es investigador, historiador y confiesa un sumo interés por la pintura, el ballet y la literatura.

?Pero principalmente he dedicado toda mi vida, absoluta y totalmente, al rescate de las tradiciones orales?, dice.

?He intentado en estos últimos tiempos crear recurso humano joven, para que con su nuevo pensamiento y nuevas visiones pueda meterse e introyectar en ese mundo de la cultura?.

¿Ha tenido algún encuentro personal con los personajes de las leyendas de Guatemala?

?Esa es una de mis grandes frustraciones. Desde chiquito, y después de que comencé este tipo de trabajo de una manera profesional y más técnica, nunca he logrado tener ese impacto o esa manera de conocer a los personajes, allí sí que no soy llamado de los espantos. Ni siquiera el grito de La Llorona he tenido la oportunidad de oír?.

De todas las leyendas de Guatemala, ¿cuál fue la que más lo impresionó?

?Ese tipo de leyendas y tradiciones a mí me entraron, allí sí que de puntillas, a través del pentagrama, y sobre todo a través del misterio, del asomo y de la voz de mis padres y de mi señora abuela. Siempre me impresionó muchísimo las variantes y la figura misma de El Sombrerón.

?Más que figura de misterio y de carácter místico y mítico como resguardador de la conciencia nacional, siempre me ha parecido un personaje muy particular y muy ligado a mi espíritu.

?Una figurita: primero, músico; segundo, pequeñito, y que fundamentalmente jamás lograba alcanzar el amor ideal porque o se le moría la amante o lo mandaban a hacer otras cosas porque no cantaba canciones de Dios.

?El amor ideal que todos los seres humanos tenemos, que siempre soñamos y que jamás logramos alcanzar, porque siempre se va buscando. Es ese amor que se va llegando a la eternidad y que se va ligando hacia lo más profundo del alma.

?Además, esa leyenda está presente absolutamente en todos los rincones de Guatemala. No existe una aldea, un departamento o un lugar donde no exista la figura del Sombrerón?.

¿Tiene usted o ha tenido un amor ideal?

?Yo creo que siempre hay un amor ideal que lo va a uno sublimando desde que es niño hasta que va a morir, y cada vez se va pasando de coyuntura en coyuntura, y se van volviendo diferentes y únicos. Por eso es que la figurita esa me parece muy tierna y muy dolorosa?.

¿Encuentra gente que cuente historias?

?Técnicamente, a estas alturas del siglo XXI, que es la era de la tecnología y del ciber espacio, ya no deberían existir. Deberían de haber desaparecido, porque, sobre todo, las leyendas son partes admonitorias, es decir, transmitían valores sociales, que eran vigentes en esas épocas y que ahora han cambiado.

?Sin embargo, en los pueblos y en los barrios populares de Guatemala siguen existiendo, y muchas veces adaptándose a tiempos nuevos.

?Por ejemplo, La Siguanaba ahora, en Escuintla, se monta en las motos. Ya no es aquella mujer vaporosa vestida de blanco que aparecía, sino que ahora es una mujer de blanco que enseña la calavera y todo, pero se le monta a los traileros o a los que van en moto a dormir a Escuintla o Amatitlán.

?Son leyendas que siguen profundamente vivas en boca de gente joven, como de 40 a 35 años.

?En el campo estas leyendas siguen transmitiendo valores de solidaridad y valores de familia, y quiera que no, en un país analfabeta como Guatemala siguen teniendo mucha vigencia. Basta raspar un poquito en la conciencia del individuo, para que esto aflore como una hermosa fuente colonial?.

El 7 de octubre de este año, Celso Lara recibió la llamada de un niño que le contó que por Santa Cecilia, zona 8, la grama aparece trenzada y las señoras del barrio han oído y visto al Sombrerón. Así como esa, hay muchas historias que ha registrado.

¿Cuál cree usted que sería la forma de preservar la identidad guatemalteca?

?Uno: hacer políticas educativas y culturales que no pueden ir separadas y que permitan meter a los niños, antes que en la vida mundial, en la vida de sus propias comunidades, sin que eso implique una atomización.

?Paralelamente, debe haber estudios serios y profundos sobre los elementos de la cultura guatemalteca?.

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