Vida

La coherencia debe primar en la enseñanza

Los valores que se ponen en práctica en la niñez se basan en las acciones de los adultos, por lo que es fundamental que estos los guíen con el ejemplo.

Los valores tienen que fomentarse desde la niñez.

Los valores tienen que fomentarse desde la niñez.

Los valores son creencias universales compartidas por grupos sociales o sociedades. Existe una línea que permanece en el tiempo en la que distintas generaciones crean, cultivan y comparten esas creencias, explica el sociólogo Otto Rivera. Estos tienen que constituir una forma de vida, por lo cual se deben poner en práctica desde la primera infancia —de cero a 6 años—, porque la vida adulta se torna demasiado tarde para cambiar hábitos, añade.

Los pequeños saben diferenciar entre aquellas cosas que se dicen y las que se hacen; no se les puede engañar al pedirles que crean en valores que no se practican o que solo se usan como excusa para justificar lo bueno que se podría ser, dice Rivera.

A criterio del sociólogo, los valores que se deberían seguir ejerciendo en la sociedad guatemalteca son: amor, bondad, respeto, rectitud —obrar y actuar bien—, honestidad, transparencia, fidelidad —personal, política, religiosa, ideológica—, obediencia y verdad.

“Se requiere que aprendamos a vivir y trabajar por la paz a través del ejercicio consciente de la libertad, tolerancia, sencillez, integridad, respeto y responsabilidad hacia todos porque se quiere un mundo donde haya felicidad, honestidad, amor, humildad y unidad, según la Declaración de 12 valores básicos para vivir, planteados por Unicef”, refiere la psicóloga espiritual Vivian Solís.

No se trata de un amor romántico, emotivo y transitorio, sino de un amor comprometido con el bienestar propio y de la comunidad, que refleje aprecio y gratitud por la vida.

Lamentablemente, parece que hay una crisis de valores que bloquea el proceso de compromiso con el bienestar a nivel físico, material, económico, intelectual, educativo, ecológico, emocional y espiritual en el mundo actual, refiere la psicóloga espiritual Vivian Solís.

Hace unos años desaparecieron en la mayoría de centros educativos programas de moral, urbanidad y religión, pues esto se creía que atentaba contra los derechos y la libertad de los educandos. Esto impidió que por tres o cuatro décadas no se pudiera alimentar a muchos niños y jóvenes de actitudes que les permitieran lograr un mejor balance y complemento entre la realidad material y espiritual, afirma Solís.

Doble moral afecta

Una de las características de la sociedad guatemalteca es su doble moral, decir públicamente una cosa y hacer todo lo contrario.

Con este tipo de mensajes confusos, no se puede pedir que los pequeños desarrollen criterios asertivos, afirma Rivera.

Por ejemplo, la mentira se institucionaliza en casa cuando llega el acreedor a cobrar algo que se haya adquirido y los padres piden a alguno de los hijos que digan que no están, porque no tienen el dinero para abonar.

Luego, minutos más tarde, el pequeño sale de casa, se tarda más tiempo del acostumbrado y al volver, sus padres, quienes le pidieron que mintiera horas antes, le demandan que diga la verdad de dónde y con quiénes estuvo. Entonces, ¿con qué solvencia moral se exige a los hijos que sean sinceros? Las acciones contradictorias hacen que los niños tomen decisiones poco o nada acertadas.

Hay que comprender que existe un mayor poder e impacto en la educación a través del ejemplo que con las palabras, por lo que los adultos están comprometidos a modelar los valores para que su transmisión sea poderosa y eficaz, dice Solís.

Lección de amor

Investidura angelical

El inmaculado blanco del traje de ángel resplandecía detrás de la vitrina hacia donde se dirigía la mirada ilusionada de Ana Victoria.

La niña, de 7 años, había nacido sorda. Su padre las abandonó a ella y a su  madre, Julia, quien no mermaba fuerzas para que no le faltara lo indispensable. Trabajaba interminables jornadas en una maquila y de su sueldo  debía asignar  más de la mitad para pagar una  deuda que le había dejado su padre al morir.  

Antes de ir a trabajar, Julia pasaba dejando a la niña con su hermana Elmira, quien tenía una hija, Fabiola, de 9 años.

Ana Victoria   era una de las alumnas más adelantadas y los maestros se impresionaban por su persistencia de querer percibir los sonidos. Fabiola destacaba por exhibir los  incontables juguetes que le regalaba su madre.  

Las niñas participarían en una pequeña obra teatral en su vecindario en la que actuarían de ángeles. Fabiola ya tenía listo su hermoso vestido rodeado de vuelos voluptuosos y un halo que desprendía encanto. “¿Ya te compró tu traje tu  mami?”, le preguntó  Fabiola a su prima, con algunas señas aprendidas. Ana Victoria fingió que no entendía, pero simplemente no quería expresarle  que su madre le había dicho que no podría complacerla.

Fabiola, con desdeño, miró a la niña y fue corriendo  para contarle a su madre. Elmira  le dijo a su sobrina en lenguaje a señas: “¡Por una vez,  tu mamá debería comprarte algo bonito!”.

Ana Victoria sintió cómo el corazón le daba un vuelco  y habría preferido no comprender lo que le acabada de decir su tía.

Desde hacía algunos años,  Elmira sentía aversión por su sobrina, pero Ana Victoria era tan noble que no distinguía el rechazo. Pero Fabiola no era así. Siempre trataba de hacer sentir mal a su prima, porque  ella replicaba lo enseñado por su madre.

Un día antes de la obra, Fabiola alardeaba ante sus pequeñas vecinas de su moderna muñeca. Ana Victoria solo las veía de lejos. Súbitamente, un automóvil   se aproximaba a las niñas. La única que se percató de inmediato fue Ana Victoria, quien  corrió alterada hacia ellas agitando los brazos, porque sus sonidos guturales  no fueron escuchados. Las niñas voltearon a verla y esquivaron la ruta del carro, que colisionó contra una de las casas. Después de darse cuenta de que la efímera pesadilla había terminado, las amiguitas se dieron cuenta de que Ana Victoria y Fabiola no estaban. Las encontraron debajo del automóvil  abrazadas, pero vivas.

Al ver Elmira   que las niñas solo tenían pequeños rasguños, le preguntó a Fabiola qué había  sucedido: “Solo recuerdo que Ana Victoria me sujetó e hizo que me agachara. ¡Ella me salvó!”, le respondió.    A Elmira le costaba creer que  la niña a quién tanto habían despreciado fue quien le devolvió con vida al ser que más amaba. Se arrepintió al recordar que su padre le prestó una fuerte suma de dinero para cubrir sus gastos, pero que ella utilizó para compras superfluas, y era la deuda que pagaba su hermana.

Al llegar Julia le pidió perdón frente a las niñas por la forma en que se había comportado con ella y le prometió que   haría los abonos para quitarle la carga  que no le correspondía. Al día siguiente, Fabiola le regaló a  Ana Victoria  su traje de ángel.  Esta le dio un fuerte abrazo y le dijo en su lenguaje que le estaba muy agradecida pero que no lo aceptaba. “Mi mamá y mi tía me dijeron que no necesitaba un vestido para salir en la obra, porque yo ya era un ángel por salvarte”,  le dijo.-Por Brenda Martínez

De la teoría a la práctica

Algunas acciones que ayudan a inculcar valores en los niños:

Permitir que el niño conviva con otros  menos privilegiados y estimularlo a que comparta sus bienes con ellos, para que aprenda a ser bondadoso.

Hacer que el pequeño asuma la responsabilidad por sus actos. Por ejemplo, cuando desobedezca que no tiene que jugar a la pelota dentro de casa y rompa algún objeto o cuando diga una mentira.

Enseñarle a respetar cuando  se le pida no hacer ruido en el momento en que  algún familiar está enfermo o cuidar de un juguete prestado.

Demostrarle que la felicidad no consiste en tenerlo todo ni en conseguir todo lo que uno se propone.

El amor  se  expresa con besos, caricias y abrazos  o simplemente decir “te quiero”. También cuando se interesa y cuida a otros seres vivos.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.

ARCHIVADO EN: