Mortier, que tenía un cáncer, fue director artístico del Teatro Real de Madrid hasta septiembre del 2013.
Su paso por los grandes teatros líricos de Europa -entre otros el Teatro Real de la Moneda en Bruselas (1981-1992) , el festival de Salzburgo (1992-2001) y la ópera de París hasta el 2009, antes de irse al Real de Madrid- lo convirtió en una de las grandes figuras de la ópera conocido en todo el mundo.
Su carrera no estuvo exenta de polémicas, sobre todo por su defensa acérrima de la modernidad en el género y la reivindicación de la dimensión teatral de la ópera.
“Fue un gran innovador y un gran director de ópera” , declaró a la AFP el director de teatro y de ópera suizo Luc Bondy, quien colaboró con él en varias oportunidades.
“Fue muy importante para la ópera, contribuyó a cambiar las cosas. No era nada consensual, tenía una gran personalidad, pero al mismo tiempo reflexionaba mucho sobre la coherencia de sus programaciones” , agregó Bondy, quien actualmente dirige el Teatro del Odeón en París.
A su vez el Teatro Real de Madrid lamentó “profundamente” la desaparición de Mortier, una “gran pérdida” de “quien tan excepcionalmente ha desempeñado su labor (…) contribuyendo a impulsar de manera destacada el panorama operístico y cultural español” , según se afirma en un comunicado.
– “Yo también tengo mis hooligans” –
Mortier, nacido en Gante el 25 de noviembre de 1943, hijo de un panadero, era conocido por su fuerte personalidad y su predilección por las puestas en escena vanguardistas, por las que fue muy criticado, sobre todo en París.
Desde muy joven luchó, en su región natal de Flandes, contra “una burguesía reaccionaria que se había apropiado del arte lírico” .
Estudió en Alemania (D sseldorf, Fráncfort, Hamburgo) antes de ser contratado como asesor (1979-1981) de Rolf Liebermann y de Hugues Gall en la dirección de la ópera de París.
Durante once años (1981-1992) dirigió el Teatro Real de la Moneda, colocando a la casa de Bruselas en el mapa de Europa con directores inventivos (Luc Bondy, Herbert Wernicke…) .
En Madrid, Mortier consiguió grandes éxitos con óperas como “Cosi fan tutte” , de Mozart, estrenada a principios de 2013 con una puesta en escena del cineasta austriaco Michael Haneke, o “A perfect American” , del estadounidense Philip Glass.
Sus éxitos llaman la atención del Festival de Salzburgo, que lo contrata (1992-2001) luego del largo reinado del maestro austríaco Herbert von Karajan.
Gérard Mortier proclama el nacimiento de “un nuevo Salzburgo” criticando la influencia de las casas disqueras y a la tendencia conservadora local con producciones radicales.
A veces, sus puestas en escena son recibidas con indignación por los tradicionalistas. En “Ifigenia” , un espectador gritó: “¡Muerte en la hoguera!” .
“Yo tengo mis detractores, mis hooligans, pero también tengo un público muy fiel de aficionados” , aseguró Mortier cuando dejó París, en julio del 2009.
El pasado 27 de enero, visiblemente debilitado por el cáncer, Mortier asistió al estreno de la ópera “Brokeback Mountain” , que había encargado en el2008 al compositor estadounidense Charles Wuorinen, y reivindicó de nuevo la dimensión “política” de su programación. Esta ópera está basada en un cuento de la escritora norteamericana Annie Proulx, autora del libreto.
Tras conocerse su muerte, el presidente del Festival de Cannes, Gilles Jacob, recordó en Twitter la figura de “un gran director de ópera, anticonformista e innovador” .
El ministro belga de Relaciones Exteriores, Didier Reynders, expresó por su parte su “tristeza” y recordó la gran carrera de Mortier.
La ministra francesa de Cultura, Aurélie Filippetti, saludó por su parte la “política artística exigente y coronada de éxito” de un director “visionario” que “supo hacer entrar en el siglo XXI” a la ópera Nacional de París.