Pero más allá de su utilidad inmediata, la informática junto con la tecnología puede conducirnos hacia otras derivas de la experiencia humana, como el arte.
En el Día Mundial de la Informática, conmemorado cada 9 de diciembre, abordamos una plática con Bryan Castro, diseñador y artista gráfico de Quetzaltenango quien a partir de sitios web, aplicaciones, códigos QR y propuestas virtuales multiformato, reformula narrativas con pertinencia social, política y cultural.
Sus obras han llegado a conversar en el marco de plataformas artísticas como la XXI Bienal de Arte Paiz, la Central de Artivismo e Innovación, la Bienal en Resistencia y la próxima XXIII Bienal de Arte Paiz.
Con un pie en la virtualidad y con otro en el espacio físico, Castro desdibuja paradigmas estáticos y habla de la tecnología como un medio para cuestionar las dinámicas de poder en Guatemala.
¿Cómo fue su acercamiento desde el Diseño Gráfico a la creación autoral y artística?
Cuando empecé en el diseño, cerca del 2005, una de mis grandes aspiraciones era llegar a la capital y trabajar en alguna de las agencias famosas de la época. Después, cuando pasó el tiempo, me di cuenta que todo estaba muy enfocado hacia lo comercial.
Había escuchado sobre la Teología y la Psicología de la Liberación y me preguntaba si también existía el Diseño de la Liberación. No encontré información al respecto y empecé a crearlo como un paradigma en mi cabeza. Así empecé a utilizar las herramientas de publicidad y de diseño para generar contenido que yo consideraba pudiera tener relevancia y repercusión social.
¿Cómo evolucionó esa relación con los medios digitales?
En 2002, había empezado a trabajar con ilustraciones digitales, y fue de mis primeros intentos por reproducir en un soporte digital elementos que veía en la calle como letreros o pintas. Cerca del 2010 empecé a trabajar con códigos QR y los empecé a incorporar en lo que entendí como empapelados digitales en el espacio público.
Después empecé a trabajar proyectos en páginas web en los que sentía mayor libertad de expresión. Así empezaron propuestas como el graffiti en internet donde las personas podían intervenir páginas con sus ilustraciones. Ese fue uno de los prototipos para proyectos como el que presenté en la Bienal de Arte Paiz XXI.
¿Cómo definiría el lugar que ocupa el arte en sus propuestas digitales?
Mucho viene del sarcasmo y de la ironía. Al principio incluso trabajaba piezas que funcionaban como crítica a todo el contexto artístico, y es gracioso porque ahora participo en varios de esos espacios.
Esto quizás no significa que no sea coherente con un discurso, sino que los espacios de arte me han permitido hacer una autocrítica y cuestionar el estatus quo que creo hay en el arte y en el de otros espacios que acumulan y abusan del poder.
En un momento realicé junto a otros colegas La bacanal del diseño caótico que consistió en una exposición donde hicimos mapping, llevamos un pastel que prendía fuego y la pieza central consistía en hackear diez sitios web en tiempo real. Eran páginas de entidades y empresas que habían generado polémica en Guatemala por decisiones poco empáticas que tuvieron frente a la sociedad.
Podría decirse que en sus propuestas deja ver una necesidad por desfigurar el orden y lo alineado. ¿A qué responde?
Hay propuestas que de hacerlas a título personal en la calle podrían meterme en líos, pero si las llevo bajo la bandera del arte puede ser más sencillo. Es la forma que he encontrado para manifestar lo que me interesa y creo que así como la tecnología no son una solución, sino una herramienta.
Estoy consciente que el arte no va a cambiar el mundo, pero puedo hacer que las cosas cambien en una escala pequeñísima. Por eso, desde el diseño y la tecnología, que son cosas que se me dan, tengo la responsabilidad y posibilidad de voltear las cosas hacia otro lado.
Veo que ahora se está rompiendo una brecha en términos de la “tecnofobia” pero también creo que aún no hemos sabido entender la importancia que tiene la tecnología como una forma de denuncia.
También propone esa herramienta como vehículo de colaboración junto a otros artistas como la que realizará en la próxima Bienal de Arte Paiz. ¿Cuáles son las bases de esta propuesta?
Es una obra que retomaremos con Valeria Leiva y tiene que ver con la incorporación de la biotecnología en la tecnología digital, además de la inteligencia artificial. Al combinar estas cosas se está amarrando algo orgánico que podría ser mucho más valioso y completo que lo digital.
¿Qué opina sobre habitar el espacio virtual y el espacio real? ¿Hay alguna distinción entre las formas que nos manifestamos en estos lugares?
Antes se consideraba un poco tonto que no se distinguiera entre el espacio físico y el espacio digital. Incluso se popularizó mucho la expresión que lo virtual no existía, y es un argumento muy falaz porque sí existe. Creo que no hay una diferencia entre habitar el espacio físico y la virtualidad.
Hay muchas restricciones que hemos tenido en el espacio físico que ahora se están trasladando a lo digital. El mercantilismo está tomando la virtualidad y pareciera que es la última frontera que está apostando para dominar.
Si me pregunto por el espacio más importante, diría que es el físico porque es el que sustenta todo. Por ejemplo, podemos vivir sin internet, pero no podemos vivir sin agua.
Algunas propuestas artísticas de Bryan Castro: