Escenario

El color de la devoción

Don Luis Alberto Montiel y su familia elaboran la alfombra más famosa y fotografiada de la Semana Santa de Antigua Guatemala. Esta ha aparecido en numerosas postales, portadas de revistas y promociones turísticas del país, en varios países.

La alfombra consta de nueve tramos centrales y tres guardas u orillas. Mide 32 metros de largo por cuatro de ancho, y se elabora el Viernes Santo, en la Calle Ancha de los Herreros, para que pasen encima de ella las andas con la imagen de Jesús Nazareno del templo La Merced, de la ciudad colonial.

Impulsor

Fue Manuel Montiel Márquez, padre de Luis Alberto, quien empezó con la devoción de ofrecer este trabajo a Jesucristo, como un acto de gratitud por favores concedidos y para pedir bendiciones para los suyos. Curiosamente la primera alfombra no fue hecha en Semana Santa, sino para una fiesta del Corpus Christi —60 días después del Domingo de Resurección—, hace unos 80 años. Ahora los hijos y nietos de don Luis han hecho innovaciones, como usar el software Autocad para dibujar los moldes y cortarlos con sierra caladora eléctrica, no con formones o gurbias, como tradicionalmente se hace.

El proceso

Las 12 o más horas invertidas en tender el aserrín en la calle es la última jornada de un largo proceso que empieza paralelamente a la Cuaresma. Para la de este año se compró y transportó el aserrín de pino, se cernió y pintó. Aproximadamente se necesitan 25 sacos de este fino polvo de madera. También se preparan unos 10 sacos de arena blanca cernida, a la que se le añade pintura celeste o color ladrillo. Simultáneamente se trabaja en dibujar en pliegos de papel los adornos que se plasmarán en la alfombra, se pegan en cartones y se procede a vaciarlos; es decir, recortar en el cartón con formones y gurbias —los espacios que se rellenarán de aserrín—. Hay tres clases de moldes: los centrales —pueden medir hasta tres metros por lado; las guardas —para hacer las franjas de las orillas—, y esquineras, para complementar el decorado.

Iniciativa propia

La compra de los materiales que se emplean en la alfombra son costeados totalmente por la familia Montiel, y así ha sido siempre. En ocasiones algunas empresas han propuesto financiar los gastos, pero a cambio piden colocar en la obra su logotipo. “No es posible, lo nuestro es un acto de fe, no un espectáculo”, asegura don Luis Alberto, quien prefiere trabajar con absoluta libertad los temas y diseños de la alfombra.

Toda la vida

“Mientras tenga vida seguiré con la devoción y tradición heredada de mi padre”, afirma con emoción don Luis Alberto, de 68 años, quien está involucrado en esta expresión de fe desde los 13. En la actualidad el devoto cuenta con el apoyo de sus tres hijos, su hermano, varios nietos, primos y vecinos, quienes en cada puñado de aserrín, ponen parte de su corazón.

Origen

Mezcla de culturas y espiritualidad

La costumbre de hacer alfombras se deriva del  pasaje bíblico  donde Jesús  entra en Jerusalén, montado en un  pollino, y es glorificado por sus seguidores.

“Entre los mayas, las alfombras eran  ofrendas para los gobernantes. George Stepheson, viajero inglés que vino a Guatemala en el siglo XIX, cita que los indígenas regaban pino y pétalos de rosa en el interior de la catedral de Quetzaltenango”, explica el   historiador Juan Haroldo Rodas.

En España, desde el siglo XVI   se elaboran alfombras para el paso de la procesión del  Corpus Christi.  Un documento del siglo  XVII indica que el día de fundación de la orden bethlemita, en Islas Canarias, se elaboraron alfombras de arena. Las de Semana Santa empiezan a figurar  a finales de los siglos XVIII y XIX, y toman auge en el siglo XX.

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