Por lo general, para que el dibujo desaparezca por completo, son necesarias varias sesiones con láser -unas seis-, con al menos tres meses entre cada una. El número de sesiones depende del tipo de tinta, color, calidad y técnica del tatuador, así como su extensión y profunidad. La idea es provocar que la piel se regenere con el tiempo y se elimine el riesgo del cáncer, por lo que las personas que se quiten un tatuaje deben evitar exponerse al sol.
Los tatuajes verdes y azules son los más difícile sde remover, mientras que los negros son los más fáciles de quitar.
Para suprimir los tatuajes se emplea anestesia tópica y una crema oclusiva antibiótica, con la uqe se busca disminuir el riesgo de infección. Esta se aplica el día de la sesión y en la jornada siguiente.
El láser no quema la piel si se aplica con cuidado sobr ela tinta, y la evolución depende de cada persona y de la zona tratada.