Escenario

Cuando los detalles se pierden

La degeneración macular relacionada con la edad es una enfermedad progresiva e incapacitante, considerada la primera causa de ceguera en mayores de 65 años y que afecta a unas 30 millones de personas en el mundo, pero que puede ser controlada con tratamiento adecuado.

Esta afección, cuya prevalencia aumentará a medida que la población envejezca, se caracteriza por la pérdida de la visión central, debido al deterioro gradual de la mácula —ubicada en el centro de la retina—, que permite ver detalles concretos.

Esta enfermedad dificulta realizar actividades diarias como leer, conducir, reconocer personas y subir y bajar escaleras, explicaron representantes de la Coalición Latinoamericana de la Degeneración Macular Relacionada con la Edad, que se reunieron en mayo último en San José, Costa Rica.

Entre los síntomas que experimenta la persona se encuentra ver puntos borrosos y oscuros en la visión central y rostros distorsionados, dificultad en la distinción de colores, impacto negativo en la percepción de profundidad e incremento en la sensibilidad a las luces brillantes.

Existen dos tipos de degeneración macular. Una de estas es la seca, que es la alteración de la función de la mácula, asociada con la acumulación de drusas —depósitos amarillentos que se acumulan debajo de esta— y que representa el 90 por ciento de los casos. La húmeda, que es la más grave, se caracteriza por un crecimiento anormal de los vasos sanguíneos, conocido como angiogénesis, que origina un derrame de sangre o de fluidos en la mácula, la cual causa una rápida y permanente pérdida visual.

La Organización Mundial de la Salud afirma que esta última afecta a tres millones de individuos a escala global. Ser mayor de 50 años, tener antecedentes familiares de esta afección, obesidad, presión sanguínea alta y tabaquismo son factores de riesgo que la desencadenan.

Diagnóstico

La detección temprana de esta afección es esencial para salvar la visión. Ante los primeros síntomas, se recomienda acudir con el oftalmólogo, que referirá al paciente a un subespecialista en retinología, quien realizará exámenes oculares como la rejilla de Amsler, que mide las distorsiones en la visión —áreas borrosas, puntos negros y líneas torcidas—.

También está la angiografía fluorescente, en la que se inyecta un tinte en el brazo del paciente. Cuando este llega al ojo, permite fotografiar los vasos sanguíneos y detectar cualquier cambio en la retina. En la tomografía de coherencia óptica se emplea una luz que escanea la retina y los tejidos oculares.

Las terapias antiangiogénicas, que reducen los niveles de proteína del factor de crecimiento endotelial vascular, ayudan a frenar la progresión de la degeneración macular húmeda, en las que se administran fármacos que han demostrado efectividad como el pegaptanib, el ranibizumab, el bevacizumab y el VEGF Trap Eye.

Aunque el bevacizumab está aprobado para tratar el cáncer, pero no males oculares, es el más utilizado en Guatemala, por su bajo costo, explica el médico oftalmólogo Walter Makepeace, subespecialista en retina y vítreo.

Todas estas medicinas, administradas por inyección intraocular, logran estabilizar la visión en 95 por ciento de los pacientes. La duración y frecuencia dependerá de cada caso. La clave de prevención, dice Makepeace, es hacerse una revisión de la vista una vez al año, para recibir el tratamiento adecuado a tiempo.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.