“Es como un sueño porque siento que en algún momento me voy a despertar y el libro no va a estar, ¡es tan fantasioso poder tocarlo!”, cuenta a Efe esta estudiante de segundo curso de Bachillerato en Murcia (sureste español), aunque por sus venas corre sangre mexicana, el país de su padre y donde vivió desde los dos meses hasta los 16 años.
Una joven que escribió su primer libro a los 8 años, una historia de aventuras que nunca acabó, al igual que el resto que le siguieron hasta que el año pasado viajó a Chiapas (México) junto a toda su familia y allí se enfrentó a la realidad que viven miles de personas, esas que huyen del hambre, la violencia, la muerte.
“Más propósito que denunciar esta situación no hay, lejos de lo que pueda pasar con el libro en ese momento lo que quería era mostrar una realidad que no todo el mundo es consciente de que está pasando, y muchos de los que son conscientes lo ignoran”, resalta con voz rotunda.
En concreto se refiere a esos hombres, mujeres y niños que deciden subirse a “La Bestia”, como así se llama también el tren de carga que los lleva con mayor o peor suerte hasta la frontera con Estados Unidos, la tierra prometida.
“Cuando era pequeña vivía en el centro de México DF, y se veían muchas desigualdades sociales y económicas; crecí rodeada de eso porque en los semáforos, en las calles, en todos los rincones de México hay gente pidiendo. Pero en Chiapas mi hotel estaba en medio de unas calles muy pobres, muy humildes y a mi me dolía mucho la situación en la que se encontraban las casas. Y eso cambió mi forma de verlo todo“, recuerda Bazán.
Un viaje de dolor, esperanza y verdad
Pero ahí aún no había relato. La inspiración llegó cuando vieron “La Bestia” y su abuela, una mujer “culta y viajada”, le explicó lo que era esa máquina, lo que significaba. Y Sofía Nayeli se puso a escribir una historia cuya protagonista es Andrea, una joven que decide dejar a su familia y viajar a EEUU a lomos de ese tren, un viaje lleno de dolor, esperanza y, sobre todo, mucha verdad.
Aunque lo que le salió de primeras fue un relato corto, finalmente acabó siendo un libro gracias al ánimo de su hermana, quien vio claro que esa historia tenía que ser desarrollada más.
“Alargarlo requirió una investigación más profunda, porque como relato al final no te metes tanto en la historia, no abarcas tanto. También requirió meterme más en la piel de los personajes, y fue muy difícil porque yo lloraba con Andrea, había partes que escribía llorando porque me dolía hasta a mí, fue difícil, pero, a la vez, no tanto como esperaba en un principio porque si algo se me ha dado bien es meterme en la piel de mis personajes”, asegura.
Con el Premio Jordi Sierra i Fabra en sus manos, Bazán confiesa que este galardón la sacó también de una especie de “bloqueo de escritor”, ese que siempre le ha había acompañado hasta terminar este libro.
“Me di cuenta de que el bloqueo son imaginaciones mías, que, si me pongo y quiero, puedo hacerlo. Y ya tengo algunos proyectos en mente, algunos libros que me gustaría escribir”, adelanta la joven, que no duda en afirmar que pese a amar México quiere seguir “viviendo en España”, el país donde estudiará Psicología mientras sigue creando nuevas vidas literarias.