Escenario

Libros y personas

En el devenir cotidiano de las librerías de ejemplares usados resulta curioso observar cómo se comporta la gente frente a los libros: los alborotan, los hojean, los revisan y hasta preguntan cuánto cuestan. Lo más curioso es que la mayoría no son lectores, pero a pesar de ello son buenos compradores.

(Foto Prensa Libre: Edición Impresa)

(Foto Prensa Libre: Edición Impresa)

En nuestro caso, recién al llegar a trabajar a la capital comenzamos a trabajar en una librería de usados; de gota en gota me fue gustando leer. Me sentaba en medio de ellos, los ordenaba, los limpiaba y después los colocaba en las estanterías: era el primer proceso que había que hacer para aprender a relacionarse con ellos.

Con el tiempo devino el esfuerzo de empezar a leer algunos. Aprender a leer bien es un arte que a su vez se hace obligación para tener una mejor manera de vivir.

Los libros nos muerden, nos pican el cerebro y nos despiertan. Nos preguntan si podemos analizar, comprender, comparar nuestra realidad y ver desde lejos —o de cerca— el mundo.

Así como hay clasificaciones de libros por su temática, por su forma o su antigüedad: algo que se hace cotidiano calificar en el día a día de las librerías de usados, también fue posible comenzar a apreciar los tipos de compradores, que no de lectores, pues no necesariamente el que compra un libro lo hace para leerlo, lo cual es un alivio.

*Librero y expresidente de la Asociación  de Librerías de usado, correo cot.eduardoqyahoo.com

Bibliofóbico

Por alguna razón le tienen aversión a los textos. Por ejemplo, una señora me vendió unos libros a los dos días de haber muerto su marido y me contó que odiaba los libros, porque su esposo solo leyendo se mantenía. “Mi marido fue muy radical en su ideología por esos malditos libros”, decía. Imagínense un gran bibliófilo casado con una bibliofóbica.

Bibliocleptos

El sabio Espasa Calpe dice que bibliocleptomanía es la “propensión morbosa al vicio de hurtar o robar libros”. Creen que no se les nota, pero ya se sabe que  entran con una chumpa y pasan largo rato viendo los libros sin revisar.  Además, suele regresar y no compra en ninguna ocasión.

El bibliófilo

La bibliofilia, dice el DRAE, “es pasión por los libros, especialmente por los raros y curiosos”. Es decir, un bibliófilo es un auténtico estudioso, intelectual, conocedor de libros; aficionado a las ediciones raras y conocedores de sellos editoriales, existentes o caducos: Aguilar, Uteha, Jackson, Trillas, Sopena. Le apetecen colecciones completas y los obtiene para  aumentar su conocimiento, pero también como obra de arte.

Suelen darle la vuelta  a la torre de libros recién llegados que están sin clasificar o bien cuando se compra alguna biblioteca completa se busca determinados pedidos.

Una vez me encargaron la colección titulada Historia de la diplomacia, del autor Vladimir Pottemkin. En cuanto le avisé al cliente, llegó en media hora a comprarla sin regatear. Llevaba años  buscándola, incluso en otros países. Con esas personas siempre es grato entablar una conversación y hacerles algunas preguntas, porque son eruditos aunque en áreas muy específicas.

Bibliómano

El diccionario Espasa Calpe define la bibliomanía como  la  “pasión de tener muchos libros, más por manía que para instruirse”. A estas personas les apasiona acumular los libros: son aquellos que compran casi por  metro para adornar sus paredes o bibliotecas; pero con poco o ningún interés por la lectura.

Un cliente dice: “Fíjese que me lleno de satisfacción al comprarlos y recorro todas las librerías, a veces, los compro por medida, ¿pero en que me van a servir lo libros? No lo sé”.  Y se ríe. “Desde que empecé a comprarlos no he podido dejar de hacerlo”, añade. Compran de toda clase de ejemplares.

Bibliótafos

Son coleccionistas de  libros que no leen ni consultan pero eso sí  buscan ejemplares que ellos consideren con algún valor a futuro, tales como  primeras ediciones, libros antiguos, volúmenes autografiados y documentos o manuscritos originales. Los encajonan o los esconden, porque creen que es una colección agotada y que con el tiempo llegará a tener un valor incalculable. “Yo los  encajono, a veces los escondo para que nadie los toque”, dice uno de estos.  Eso sí, regatea  cuanto puede, pues busca una ganga que algún día sea tesoro, lo cual raras veces ocurre.

Bibliólatra

Según en viejo pero eficaz diccionario Uteha, bibliolatría es “culto o adoración por los libros o  quien se somete servilmente al texto de la Biblia”. En fin, es la adoración por el libro particularizado. Esta especie regularmente busca libros como: el Popol Vuh, la Biblia, el Corán y el Talmud. Se interesa por  estudios de la cosmogonía; regularmente le apetecen las ediciones antiguas. “Le encargo por si le viene una edición diferente, y se la compro”, solía decir un cliente que  me compró una versión de la Biblia Vulgata Latina de 1835, y una edición del Corán.

Bibliólata

Es el que tiene  muchos libros sin conocerlos. Dice Octave Uzane —erudito francés del siglo XIX— que se trata del “poseedor ignorante que no conoce de su biblioteca más que su aspecto exterior”.

Le apasionan  libros que tienen  lomos brillantes o de pasta dura. “Me interesan solamente los de pasta dura, porque todos los día me apasiona dar un mirón a mi biblioteca”, me dice uno de ellos, que la última vez me compró  unos libros de Medicina en inglés. Me pidió que le hiciera una torre y con eso se emocionaba. Se llevó todos.

Biblioclasta

Destruyen los libros: por manía, por arte o por rechazo. Les interesa cierta clase de ediciones, pero consideran basura el resto.   En una ocasión entró un cliente que revisaba los libros y movía la cabeza mientras los hojeaba.  Al final me compró uno titulado La Biblia es una estafa y la religión es un fracaso. Justo los había pagado cuando les arrancó las hojas y dejó los papeles tirados.

Bibliósofo

Es un idealista, un amigo prudente y sabio de los libros de filosofía. Suele ser serio y formal.   Pregunta igual  sobre filósofos  presocráticos, socráticos, medievales y renacentistas. Le interesa el pensamiento a un buen precio. Escoge con mucho cuidado y  por lo tanto demanda una atención muy cuidadosa. Se lleva lo que hay, pero casi no encarga ediciones.

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