Eso sí, los maestros le alegraron el día a muchos vendedores y comercios: desde aquellos que ofrecían cintas con la efigie del Ché y la original frase “El pueblo unido jamás será vencido” hasta los comercios de comida, rápidos o lentos: ventas de pizza, hamburguesas, pollo frito y antojitos guatemaltecos, que estaban a tope. Junto con las arengas de presión, se consumían los helados, las granizadas y las botellas de agua pura.
La felicidad no podía ocultarse en el rostro del vendedor de “shucos” que estaba rodeado por una docena de profes que aguardaban como buenos niños su turno. En el Pasaje Rubio compartían el almuerzo cuatro maestras con traje de la región ixil, quienes llevaron sus bolas de frijoles volteados envueltas en tusa. Traían tortillas negritas y pishtones en una servilleta. Comían y trataban de oír si el discurso ya había terminado. ¿Verdad que sí, compañeros?, decía una voz desde la plaza, que tenía un bullicio más parecido al de domingo que al de un jueves cualquiera.